domingo, 31 de octubre de 2010

Juan José Saer



Nació en Serodino (Pcia. de Santa Fe) el 28 de junio de 1937. En 1968 se radicó en París. Publicó varios libros de cuentos, entre ellos, En la zona (1960), Unidad de lugar (1967), La mayor (1976), novelas como Cicatrices (1969), El limonero real (1974), Nadie nada nunca (1980), La pesquisa (1994), ensayos reunidos en El río sin orillas (1991) y El concepto de ficción (1997). Su obra poética está recogida en El arte de narrar (1977). Recientemente se publicó una antología de sus cuentos y relatos: Cuentos Completos (2001). Falleció en 2005.

Al abrigo

    Un comerciante de muebles que acababa de comprar un sillón de segunda mano descubrió una vez que en un hueco del respaldo una de sus antiguas propietarias había ocultado su diario íntimo. Por alguna razón --muerte, olvido, fuga precipitada, embargo-- el diario había quedado ahí, y el comerciante, experto en construcción de muebles, lo había encontrado por casualidad al palpar el respaldo para probar su solidez. Ese día se quedó hasta tarde en el negocio abarrotado de camas, sillas, mesas y roperos, leyendo en la trastienda el diario íntimo a la luz de la lámpara, inclinado sobre el escritorio. El diario revelaba, día a día, los problemas sentimentales de su autora y el mueblero, que era un hombre inteligente y discreto, comprendió enseguida que la mujer había vivido disimulando su verdadera personalidad y que por un azar inconcebible, el la conocía mucho mejor que las personas que habían vivido junto a ella y que aparecían mencionadas en el diario. El mueblero se quedó pensativo. Durante un buen rato, la idea de que alguien pudiese tener en su casa, al abrigo del mundo, algo escondido --un diario, o lo que fuese--, le parecía extraña, casi imposible, hasta que unos minutos después, en el momento en que se levantaba y empezaba a poner en orden su escritorio antes de irse para su casa, se percató, no sin estupor, de que él mismo tenía, en alguna parte, cosas ocultas de las que el mundo ignoraba la existencia. En su casa, por ejemplo, en el altillo, en una caja de lata disimulada entre revistas viejas y trastos inútiles, el mueblero tenía guardado un rollo de billetes, que iba engrosando de tanto en tanto, y cuya existencia hasta su mujer y sus hijos desconocían; el mueblero no podía decir de un modo preciso con qué objeto guardaba esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando la desagradable certidumbre de que su vida entera se definía no por sus actividades cotidianas ejercidas a la luz del día, sino por ese rollo de billetes que se carcomía en el desván. Y que de todos los actos, el fundamental era, sin duda, el de agregar de vez en cuando un billete al rollo carcomido.
    Mientras encendía el letrero luminoso que llenaba de una luz violeta el aire negro por encima de la vereda, el mueblero fue asaltado por otro recuerdo: buscando un sacapuntas en la pieza de su hijo mayor, había encontrado por casualidad una serie de fotografías pornográficas que su hijo escondía en el cajón de la cómoda. El mueblero las había vuelto a dejar rápidamente en su lugar, menos por pudor que por el temor de que su hijo pensase que el tenía la costumbre de hurgar en sus cosas. Durante la cena, el mueblero se puso a observar a su mujer: por primera vez después de treinta años le venía a la cabeza la idea de que también ella debía guardar algo oculto, algo tan propio y tan profundamente hundido que, aunque ella misma lo quisiese, ni siquiera la tortura podría hacérselo confesar. El mueblero sintió una especie de vértigo. No era el miedo banal a ser traicionado o estafado lo que le hacía dar vueltas en la cabeza como un vino que sube, sino la certidumbre de que, justo cuando estaba en el umbral de la vejez, iba tal vez a verse obligado a modificar las nociones mas elementales que constituían su vida. O lo que el había llamado su vida: porque su vida, su verdadera vida, según su nueva intuición, transcurría en alguna parte, en lo negro, al abrigo de los acontecimientos, y parecía mas inalcanzable que el arrabal del universo.


8 comentarios:

  1. Quisiera, de alguna manera, expresar cuánto me impactó este relato. Pero no encuentro las palabras apropiadas. Es que somos como una cebolla, capas y capas de ideas, sentimientos, temores o quén sabe qué. Hermoso! Ester

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  2. Con la sensibilidad de los grandes escritores Saer pone en primer plano a ese otro que vive en nosotros capaz de mantener un secreto aislado de los afectos y pensar que ello nos rodea nos produce angustia, que todos y cada uno posea un secreto que nos excluye, Carlos Arturo Trinelli

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  3. Es un texto conocido de Saer pero que a la vez mueve a pensar en las conductas humanas.

    Hugo García

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  4. Ah, este es un excelente cuento que siempre he admirado de Saer. Y me dio gusto que lo publicaran, y re-leerlo y re-disfrutarlo.


    Lily Chavez

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  5. LOS VALORES, LAS DECISIONES QUE HARÁN QUE NUESTRA VIDA VALGA LA PENA. BRAVO POR ESTA PUBLICACION. UN EXCELENTE TEXTO DE SAER

    EDGAR BUSTOS

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  6. Bueno, en realidad si bien procuro leer, hay tanto que desconozco, que acercarme a la revista siempre me da conocimiento. Practicamente no he leído mucho de Saer y relato al menos es muy bueno.

    Andrea Casas

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  7. Es uno de los relatos de Saer- Un grande total- que mas me agradan. Gracias por traerlo.
    amelia

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  8. A todos: "Al Abrigo" es parte de una obra mayor de Saer, uno de cuyos méritos es dar la posibilidad de aparecer por sí mismo sin depender de la obra.
    Andrés

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