POETAS DE LAS ISLAS CANARIAS
JAVIER CABRERA. ( Islas Canarias. 1953) " Humus" "Huracán la Luz " "Desierto" y varios más.
Óxido de calcetín
A veces, en días tan chatos como éstos,
en que uno se planta mustio y acaba
rezongando lo peor acerca de sí mismo,
uno resuelve que le vendrá estupendo eso
de poder reencarnarse y corregir cuanta
mofa hubiera perpetrado en días infaustos.
O en otras ocasiones en las que uno anda
embotado, se le desinfla el tiempo y la vida
mengua para lo tanto que pretende numerar.
Claro que uno piensa, ¿ y si esto de escribir
versos es definitivamente inútil, y acabaras
reencarnado en un pescado, de qué más te sirve?
O en el peor de los casos, y aún reencarnado
en uno mismo, ¿ ya a la primera de cambio
serás poeta? ¿ y vas a recordar el punto donde
dejaste pendiente de tachar el último verso malo?
A fin de cuentas, nada con tan poca sustancia
ni más nimio para reencarnarse que un poeta.
A veces, en días tan chatos... mejor dejarlo
vaya a ser que ocurra y ya no tenga remedio.
de "Óxido de calcetín"
PEDRO FLORES. ( Gran Canaria. 1968). " Memorial del olvido" "La vida en ello" " La poética del fakir" y varios más.
El vigía no vio el hielo.
El capitán no vio el peligro.
El armador no vio las prioridades./
La primera clase no vio a la tercera clase.
El radiotelegrafista no vio la respuesta.
Lady Rothschild no vio su estola.
Los maquinistas no vieron el cielo.
Pero el violinista, ah, el violinista
lo entendió todo de repente;
reunió en la cubierta al resto
de la pequeña orquesta
mientras hombres y mujeres
que creyeron tenerlo todo comprendieron
lo desnudos que estaban ante la tragedia
y tocó,
tocó como nunca había tocado, tocó para él,
tocó quizás para alguien que en vano
le esperaría entre las brumas
de un muelle apretando los puños,
y se ahogó con la muerte en el gélido mar
del cruel abril de mil novecientos doce.
De ese modo te quiero:
inmune al miedo y al frío,
mientras el mundo se desmorona en torno nuestro,
sin esperar que nadie me rescate,
dándote la música de mi alma
hasta que el agua me llegue al cuello.
La ley de lo fugaz
Al final
quedan unos cuantos papeles
ocupando unos pocos centímetros
en polvorientas estanterías que nadie visita.
El papel vive
lo que tarda en parpadear la estrella
cuyo fulgor ambicionaron sus versos.
El poeta ha vivido menos que el papel
por el que perdió el sueño
en noches que pasó mirando
las estrellas.
corresponsal Susana Zazzetti
Óxido de calcetín
A veces, en días tan chatos como éstos,
en que uno se planta mustio y acaba
rezongando lo peor acerca de sí mismo,
uno resuelve que le vendrá estupendo eso
de poder reencarnarse y corregir cuanta
mofa hubiera perpetrado en días infaustos.
O en otras ocasiones en las que uno anda
embotado, se le desinfla el tiempo y la vida
mengua para lo tanto que pretende numerar.
Claro que uno piensa, ¿ y si esto de escribir
versos es definitivamente inútil, y acabaras
reencarnado en un pescado, de qué más te sirve?
O en el peor de los casos, y aún reencarnado
en uno mismo, ¿ ya a la primera de cambio
serás poeta? ¿ y vas a recordar el punto donde
dejaste pendiente de tachar el último verso malo?
A fin de cuentas, nada con tan poca sustancia
ni más nimio para reencarnarse que un poeta.
A veces, en días tan chatos... mejor dejarlo
vaya a ser que ocurra y ya no tenga remedio.
de "Óxido de calcetín"
PEDRO FLORES. ( Gran Canaria. 1968). " Memorial del olvido" "La vida en ello" " La poética del fakir" y varios más.
El vigía no vio el hielo.
El capitán no vio el peligro.
El armador no vio las prioridades./
La primera clase no vio a la tercera clase.
El radiotelegrafista no vio la respuesta.
Lady Rothschild no vio su estola.
Los maquinistas no vieron el cielo.
Pero el violinista, ah, el violinista
lo entendió todo de repente;
reunió en la cubierta al resto
de la pequeña orquesta
mientras hombres y mujeres
que creyeron tenerlo todo comprendieron
lo desnudos que estaban ante la tragedia
y tocó,
tocó como nunca había tocado, tocó para él,
tocó quizás para alguien que en vano
le esperaría entre las brumas
de un muelle apretando los puños,
y se ahogó con la muerte en el gélido mar
del cruel abril de mil novecientos doce.
De ese modo te quiero:
inmune al miedo y al frío,
mientras el mundo se desmorona en torno nuestro,
sin esperar que nadie me rescate,
dándote la música de mi alma
hasta que el agua me llegue al cuello.
La ley de lo fugaz
Al final
quedan unos cuantos papeles
ocupando unos pocos centímetros
en polvorientas estanterías que nadie visita.
El papel vive
lo que tarda en parpadear la estrella
cuyo fulgor ambicionaron sus versos.
El poeta ha vivido menos que el papel
por el que perdió el sueño
en noches que pasó mirando
las estrellas.
corresponsal Susana Zazzetti
Que hermosos poemas, especil para leerlos en este s´abdo nublado.
ResponderEliminarGracias. amelia
Buenos poemas de dos poetas jóvenes y con talento
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