sábado, 2 de octubre de 2010

FIGURITAS

Por qué y cómo escribo tangos


Escribo tangos porque me atrae su ritmo. Lo siento con la intensidad de muy pocas otras cosas. Su síntesis es un desafío que me provoca y que yo acepto complacido... Decir tantas cosas en tan corto epacio. ¡Qué difícil y qué lindo!
Para escribir un tango distribuyo mentalmente las incidencias centrales. Divido en partes el conflicto y atento al estado (al estado sicológico, me refiero), al estado anímico, trato de comentarlo con música. Sigo al personaje en su desconsuelo, en su alegría, en su rabia. No he pensado nunca en el otro "Estado", con mayúsculas. De haberlo hecho habría evitado la suspensión por radio de mis canciones. A veces, siguiendo a mis personajes en su alegría y su rabia, disloco mis músicas, lo que sorprende y fastidia a muchos músicos. Dicen que sacrifico la línea melódica en homenaje a la letra y están en un error. Yo rompo de intento la imagen musical trazada. Me lo exige una necesidad. Quiero que la música diga lo que luego aclararán aún más las palabras. En el reducidísimo espacio de una letra de tango vive toda una historias que salta, se aquieta, llora, ríe, comenta, maldice o se angustia. ¿Cómo sería posible que la música se independice de ello?
Un tango es una expresión libre. Su estructura y su técnica constructiva dependen pura y exclusivamente del tema que lo mueve a cantar dándole vida. Los grandes músicos no podrán nunca hacer un tango expresivo. Los mata el tecnicismo matemático que el tango de por sí rechaza.
Uso el argot por la sencillísima razón de que es más completo en la pintura. Hay estados o tipos o lugares para los cuales el símil académico es impropio por lo desusado. No entiendo por qué es más propio "robar" que "afanar". ¿Por hábito? Bah... Lo que sucede es que hay palabras feas y palabras lindas... Tanto la Academia como el argot, tienen un sinnúmero de palabras que me desagradan. Utilizo de ambas las que gustan por su sabor rotundo o pictórico o dulce. Las hay amplias, curvas, melosas, dolientes. Y las hay en todos los idiomas. Y si mi país, cosmopolita y babilónico, manoséandolas a diario, las entiende y yo las preciso, las enlazo lleno de alegría. Nuestro lunfardo tiene aciertos de fonética estupendos. Quieren matarlo. Hacen reír. Me hacen gracia esos que creen que los idiomas los han hecho los sabios. Si la necesidad de un pueblo es capaz de crear un genio, ¿cómo pretenden que se dentega en la creación de una palabra que le hace falta? Y el lunfardo, en su casi totalidad, se distingue por eso. Su vocablo es siempre más gráfico que el que sustituye, más poderoso y más nuestro. En "Soy un arlequín" me abstuve de usarlo porque no hizo falta...
Mis canciones nacen así: voy caminando por Corrientes y se me aparece un tango en el oído. Primero se me ocurre la letra, es decir, el asunto. El tema me empieza a dar vueltas en la cabeza durante varios días. Hasta que de pronto estoy sentado en la mesa de un café, leyendo en mi casa o caminando por la calle y empieza a zumbarme en el oído la música que corresponde a ese estado de espíritu, a esa situación de tango. Y aquí se me presenta la tragedia porque yo no sé música. Al piano, apenas le saco cuatro notas. Aprendí violín un año y medio y nunca pude tocar medianamente bien. Y desde luego, no sé escribir música. Cuando el tango me empieza a silbar en el oído corro a buscar a un amigo que me lo escriba. Muchas veces, no lo encuentro enseguida. Y aquí empieza la desesperación para que esas notas, esas notas que de repente se me han presentado -porque es así, se me han presentado- no se me vayan. Entonces, empiezo a cantarlas. Y sigo cantándolas en voz alta. Aunque vaya por la calle y todos se paren a mirarme como a un loco. Aunque esté en un café y de todas las mesas se vuelvan hacia mí. En ese momento nada me importa. Lo único que me preocupa es que no se me escape mi tango. Reternerlo con el canto hasta que me lo vengan a atar a la escritura... Y así hasta que el tango quede fijo en el papel. Pero el origen del tango es siempre la calle. Por eso, voy por la ciuad tratando de entrar en su alma, imaginando en mi sensibilidad lo que ese hombre o esa muchacha que pasan quisieran escuchar, lo que cantarían en un momento feliz o doloroso de sus vidas. (...)
En Escritos inéditos de Enrique Santos Discépolo, introducción y comentarios de Norberto Galasso, Buenos Aires (1986),   



3 comentarios:

  1. Si Poeta, hay que retener el tango. Y cantarlo y bailarlo y llorarlo.
    Discepolo. Un grande, un critico observador de nuestra cotidianidad.
    Gracias! Amelia

    ResponderEliminar
  2. La pasión del creador explicitada con la humildad de los grandes, Carlos Arturo Trinelli

    ResponderEliminar
  3. Esta nota podría estar firmada por otros grandes poetas, no ser la letra de un poema de tango pero ser una pintura de cómo escribieron las poesías Borges, Idea, Macedonio, y otros miles de poetas cuya inspiración viva tuvo su origen en los latidos y las visiones de la calle, de la realidad.
    Andrés Aldao

    ResponderEliminar