Rafael Felipe Oteriño / El que arroja la piedra
"Altas lluvias" (Cármina, 1966), "Campo visual" (Cármina, 1976), "Rara materia" (Cármina, 1980), "El príncipe de la fiesta" (Cármina, 1983), "El invierno lúcido" (El imaginero, 1987), "La colina" (Ediciones del Dock, 1992), "Lengua madre" (Grupo Editor Latinoamericano, 1995), "El orden de las olas" (Ediciones del Copista, Colección Fénix, 2000), "Cármenes" (Vinciguerra, 2003), "Ágora" (Ed. del Copista, Colección Fénix, 2005). En 1997, el Fondo Nacional de las Artes publicó su Antología poética. Reside en la ciudad bonaerense de Mar del Plata.
La gaviota vuela siete jornadas
detrás de la estela que el mar borra.
Vuela desde antes de la tentación
como si no hubiera regreso.
Hacia espejismos donde toda ilusión
se descompone y comienza a caer.
Sobre ciudades que de pronto se cierran
o melancólicas se abren a la extenuada fe.
Y arriba a momentáneas delicias:
ser puro espíritu lejos de la tierra,
ojo ingrávido que deja su sitio aquí
y sueña en la luz del día
y sueña
mientras el corazón fija un rumbo falso
para que el deseo de volar no acabe.
(De El príncipe de la fiesta, 1983)
Rafael Felipe Oteriño / El que arroja la piedra
detrás de la estela que el mar borra.
Vuela desde antes de la tentación
como si no hubiera regreso.
Hacia espejismos donde toda ilusión
se descompone y comienza a caer.
Sobre ciudades que de pronto se cierran
o melancólicas se abren a la extenuada fe.
Y arriba a momentáneas delicias:
ser puro espíritu lejos de la tierra,
ojo ingrávido que deja su sitio aquí
y sueña en la luz del día
y sueña
mientras el corazón fija un rumbo falso
para que el deseo de volar no acabe.
(De El príncipe de la fiesta, 1983)
Rafael Felipe Oteriño / El que arroja la piedra
La piedra
Yo soy el que arroja la piedra,
el que le da su ímpetu y dirección,
el que aporta el músculo y la libertad.
Ella es la que cruza el aire
y se clava lejos, donde no se oye
mi voz ni el eco de su partida.
De este lado sólo queda el peso
de una llama que abriga con leves
parpadeos. Del otro lado
está el misterio de la tierra nueva,
los círculos cada vez más anchos
de la nueva edificación.
Pero de eso nada sé: allá no pueden
mis ojos ni mi oído alcanza
a entender su voz. Sólo he visto
que la piedra partió; clavada está
en alguna parte, adonde no llega
mi voluntad, ni la imaginación.
(De El invierno lúcido, 1987)
Rafael Felipe Oteriño / El que arroja la piedra
el que le da su ímpetu y dirección,
el que aporta el músculo y la libertad.
Ella es la que cruza el aire
y se clava lejos, donde no se oye
mi voz ni el eco de su partida.
De este lado sólo queda el peso
de una llama que abriga con leves
parpadeos. Del otro lado
está el misterio de la tierra nueva,
los círculos cada vez más anchos
de la nueva edificación.
Pero de eso nada sé: allá no pueden
mis ojos ni mi oído alcanza
a entender su voz. Sólo he visto
que la piedra partió; clavada está
en alguna parte, adonde no llega
mi voluntad, ni la imaginación.
(De El invierno lúcido, 1987)
Rafael Felipe Oteriño / El que arroja la piedra
La poesía
La poesía no es
croar de ranas
en un estanque vacío
un amanecer de invierno.
Tampoco es
laboriosa
carta de amor
escrita
en nuestra memoria.
Es invención
de reglas:
una suspensión
entre emoción
e ideas.
El rítmico abrazo
–el beso–
de palabras
recogidas
en la calle.
O, cuanto menos,
“occasioni”:
barquillo de papel
que debes conducir
a un puerto seguro.
Pues,
salvo la Musa,
¿quién puede decir
que esto
es un poema?
Cuando, en verdad,
no hay reglas;
cuando cada poema
crea sus propias
reglas.
Y cada poema
destruye
esas reglas.
Cada poema
es un sacrificio
(De Lengua madre, 1995)
Rafael Felipe Oteriño / El que arroja la piedra
croar de ranas
en un estanque vacío
un amanecer de invierno.
Tampoco es
laboriosa
carta de amor
escrita
en nuestra memoria.
Es invención
de reglas:
una suspensión
entre emoción
e ideas.
El rítmico abrazo
–el beso–
de palabras
recogidas
en la calle.
O, cuanto menos,
“occasioni”:
barquillo de papel
que debes conducir
a un puerto seguro.
Pues,
salvo la Musa,
¿quién puede decir
que esto
es un poema?
Cuando, en verdad,
no hay reglas;
cuando cada poema
crea sus propias
reglas.
Y cada poema
destruye
esas reglas.
Cada poema
es un sacrificio
(De Lengua madre, 1995)
Rafael Felipe Oteriño / El que arroja la piedra
Me gustó todo. Increíble autor pero me guardo este último poema sobre la poesía: no es un croar de ranas, maravilloso.
ResponderEliminarFelicitacines al autor!
Andrea Casas
Exquisitos poemas, especialemnte sobre la gaviota. Que no se quede sin deseo de volar.
ResponderEliminarY el acto de tirar la piedra en sus dos facetas: el de la voluntad y la involuntaria dirección que toma y que no interviene el tirador.
Hay chispa, hondura, reflexión, lenguaje dúctil.
MARITA RAGOZZA
Gracias Andrés!!Qué sorpresa!poesía de un maestro.Tres poemas conocidos pero tan bellos que uno pude leerlos mil veces. Y ya que estoy en esto de pedir, a Rafael lo entristeció (me lo contó un amigo) la muerte de quien para mí, fue uno de los más grandes poetas vivos que nos quedaban, Horacio Castillo. Y por último , felicitaciones a este excelente autor.
ResponderEliminarLily Chavez
No había leído mucho de este autor y como a él a otros muchos que aparecen en la página. No tengo por costumbre dejar mensajes pero lo hago en agradecimiento a la revista por lo que brinda.
ResponderEliminarUlises Peralta
San Juan, Argentina
SIN LUGAR A DUDA UN POETA DE PRIMERA LINEA. UN PLACER ENCONTRARLO .AL POETA DE LA COLINA, EL MISMO DE "CON ESTA MANO, HECHA DE PIEL, DE HUESOS, DE REPETIDOS NAUFRAGIOS, DE SOSPECHAS, ACARICIÉ A UN NIÑO, CORTÉ UNAS FLORES, SALUDÉ, DIJE ADIOS".
ResponderEliminarEDGAR BUSTOS
Gracias por la entrega. Heterógeneas respuestas, tal como los poemas , me quedo con "cada poema es un sacrificio"
ResponderEliminarAmelia
Buenísimos poemas.
ResponderEliminarMe da pereza escribir pero leo lo publicado.
Lalo Ledesma
Muy buenos poemas, tampoco leí mucho de este autor, pero recorriendo la revista uno puede conocerlos, aprender, gracias.
ResponderEliminarAndrea Salas