ESTER MANN
Un Hombre En El Parque
Esperaba desde las siete en el mismo banco de siempre, aunque sabÍa que ella no aparecería hasta las siete y cuarenta y cinco. El sendero iluminado acentuaba las sombras del banco en el que Oscar estaba sentado. Ella vendría de la parada por su derecha, y caminaría con sus pasitos cortos y rápidos hacia la izquierda, sin mirar a los lados, concentrada en sus pensamientos o vaya a saber en qué. Transitaría por el sendero, atravesando el parque, cruzando la avenida y llegaría a su casita de una sola planta. Allí la esperarían los padres para cenar y él, Oscar, se volvería a su departamento de soltero para esperar el día de mañana a las siete de la tarde.
Su trabajo, las visitas a la familia, los encuentros con amigos eran simples formas de matar el tiempo hasta la hora de verla. Lo peor eran los fines de semana, cuando ella no trabajaba y no volvía de la oficina a las siete y cuarenta y cinco, como todos los días.
En el verano se hacía más peligroso observarla: a esa hora todavía era de día y ella podía ver a ese desconocido que hacía meses que la esperaba e incluso la seguía.
Pero ella, por inconciencia o indiferencia no lo veía.
En sus insomnios imaginaba distintas formas de conocerla, de iniciar una relación. Pero todas se complicaban por su cortedad, su cobardía, su miedo al rechazo.
Pensaba que mientras no hiciera nada, conservaría la esperanza de que un día llegarían a conocerse y ella lo amaría como él la amaba.
La tarde de primavera en que se le cayó el libro, casi le dirigió la palabra...Corrió, lo levantó y las palabras que se agolparon en su garganta, todas las frases que había preparado en las noches sin sueño, se redujeron a un inaudible “Señorita!” .
Ella dio vuelta la cabeza y tomó el libro murmurando un “gracias”
lacónico y continuó su camino.
Hacía tres días que ella no venía. Oscar, desesperado, decidió atravesar el parque, cruzar la avenida y tocar el timbre de la casita. Antes de cruzar vio la gente y el auto blanco decorado con cintas y flores.
Se detuvo, inmóvil como una piedra, y la vio salir, más hermosa que nunca con su vestido y el ramo de azahares. A su lado, un joven de esmoquin la tomaba del brazo y juntos se dirigían al auto. La blancura de la ropa y el brillo del automóvil lo cegaron, sus ojos, húmedos y tristes, se fueron nublando.
A partir de la tarde siguiente, el banco que los faroles de la plaza no iluminaban quedó solitario, escondido entre los arbustos.
© Ester Mann
ESTER, Hermoso, triste, desenlace de ésos que aunque lo esperes, no. No.
ResponderEliminarMe llevó al final queriendo que no.
Gracias, es hermoso.
Con mi afecto y siempre agradecida.
Sonia
Acá voy a dejar mi comentario querida revista porque este texto de Ester me parece excelente y ella es una parte muy importante de toda esta revista. No deja de asombrarme como escritora.
ResponderEliminarLas producciones son cada vez mejores.
Realmente me hacen leer feliz más de una vez los textos.
Felicitaciones también para Andrés. Si existe el premio al editor del año, allá va pues mi voto.
Genios, genios, genios.
El escrito sobre los blogs que nos llegó por separado es muy bueno. Soplona que soy que me parece que debería publicarse.
También saben que soy demasiado palabrera, pueden silenciarme con un clic, pero igual los voy a seguir queriendo y admirando.
Abrazo,
María, la media muda que hoy parece charleta de fiesta.
Pensar que eso pasa , a menudo. Profundo conocimiento de las emociones y las vivencias del hombre.
ResponderEliminarGracias querida Ester.
amelia
Amelia dice conocimiento profundo de las emociones , no sé mucho como expresarme y poner, me pareció un texto con ternura, que deja en silencio, pensando, cierta tristeza pero queda y eso es lo que me parece importante.
ResponderEliminarFelicitaciones
Andrea Salas
Me entristeció el final pero está excelentemente contado. Felicitaciones!
ResponderEliminarIrene
QUERIDA SEÑORA, USTED TIENE UNOS TEXTOS MUY SENSIBLES AL LECTOR. CONOCEDORA DE LAS EMOCIONES Y DE COMO EXPRESARLO. MIS FELICITACIONES.
ResponderEliminarEDGAR BUSTOS
El comienzo es un planteo esperanzador. Sé que ya en la espera de alguien, se produce la felicidad aniticipada. Pero me equivoqué. Es una historia que se va agriando suavemte como un caramelo azucarado de limón, y el final me dejó con una suave tristeza. Si hubiera levantado la vista a la pintura, me habría puesto en alerta, pero no lo hice.
ResponderEliminarSenacional despliegue tienes, Ester, para conmover, sin artificios ni rimbombancias, con la sobriedad que te caracteriza para llegar a lo profundo.
MARITA RAGOZZA
me pareció una prosa estilizada cuya delicadeza se mantiene hasta el final, para mí inesperado pero que es un cuadro de la realidad. escrito breve, perfectamente delineado el sentimiento que lo abarca al personaje. me encantó, ester, celebro tu sobriedad en el estilo. susana zazzetti.
ResponderEliminarEster, creo que a todos nos pasa lo mismo con tu prosa, tus palabras están como tocadas por una mano suave y así van conformando la trama, y creo, realmente lo creo, que eso tiene que ver con tu persona. Y al menos a mí, siempre me llega lo que escribís. Felicitaciones.
ResponderEliminarLily Chavez
Estimada Ester, me produjo alivio que la mujer se casara ya que mientras leía intuía lo peor, una bella narración de amor, saludos Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarNarración coherente, de dolor-alegría, dualidad permanente en la vida. Felicitaciones.- Norma Evaristti.
ResponderEliminarQueridos amigos, me hizo muy feliz leer vuestros comentarios: inteligentes, sensibles, estimulantes. Intenté narrar una pequeña experiencia de confusión entre los deseos propios y la realidad, cruel a veces. Muchas gracias a todos, Ester
ResponderEliminar