domingo, 12 de septiembre de 2010

Edgardo Kordon 




-¡¡Ma!! ¿Qué hay de comer? – te decía cuando llegaba del colegio -¿Te acordás?
No, ya sé que no. Tu memoria está empantanada en el fango de la vida. Camina lento, como vos. Parece que, invadida por el olvido, quisiera borrar la historia. Apenas recordás algún rostro, alguna sonrisa, algún nombre que resuena. Canciones, como el “Hava Naguila”. Esta sí, la sabés bien, como “Manuelita” y “Canción para tomar el té”. Cuando te visito y nos ponemos a cantar te brillan los ojos. Lágrimas de emoción brotan de los míos y afloran tus ganas de vivir.
-¡¡Ma!! ¿Qué hay de comer?– Te digo ahora, cuando voy a visitarte -¿Te acordás?
No, ya sé que no. Tu memoria va perdiendo recuerdos día a día. Y se va llevando también parte de los míos. Muchos de ellos tienen sentido sólo si encuentran su par entre los tuyos. Sin embargo, las canciones resisten. Son el último bastión en esta pelea desigual. Cuando cantamos las pocas que me acuerdo en idish la música nos transporta al pasado. Eras maestra jardinera. Siempre te ocupabas de que todo estuviera en orden, preparabas las láminas, planificabas cada semana. Antes de irte a dar clases decidías qué íbamos a comer a la noche, le pedías a Elba que hiciera las compras, dejabas todo organizado. Y, por cierto, nos decías a mi hermano y a mí, que estudiáramos, que nos portáramos bien y que hiciéramos los deberes.
-¡¡Ma!! ¿Qué hay de comer?– Te repito, cuando no me escuchás -¿Te acordás?
No, ya sé que no. Tu memoria se va internando, poco a poco, en el oscuro territorio del olvido. Las canciones son nuestro medio de comunicación. Cantando fluyen los recuerdos. Hasta aparece el viejo que se fue hace unos años. Las vacaciones en Miramar, en Necochea. Los veinte años que vivimos en Ramos. Cuando salías a la puerta y gritabas: ¡¡¡¡A COMER!!!! Nosotros estábamos jugando a la pelota a varias cuadras de distancia y escuchábamos. Era el momento de suspender el partido y volver a casa.
-¡¡Ma!! ¿Qué hay de comer?– Te preguntaba, cuando volvía de la facultad -¿Te acordás?
No, ya sé que no. Tu memoria cada vez recuerda menos. Por suerte la mía todavía funciona. No del todo bien, por supuesto, no vayas a creer. Le puse unas botas de campo que llegan hasta las rodillas para que pueda caminar por el lodo. De todas maneras, últimamente, se anda tropezando con las piedras mientras busca recuerdos escondidos. Cuando los encuentra se toma su tiempo tratando de limpiarlos. A veces, mientras les va quitando el barro, se le va la mano y quita algún pedacito de recuerdo y sólo muestra el lado lindo. No deja que se vean las peleas, las broncas. Seguro que las hubo pero ¿Para qué recordarlas ahora? ¿No? Mejor recordemos las canciones del Jardín, las de María Elena Walsh. Las que vos enseñabas. Las mismas que se siguen cantando hoy. Las que nos transmiten la energía necesaria para seguir soñando.
Decidí cambiar la pregunta.
-¡¡Ma!! ¿Cantamos?

Este cuento recibió el 1º Premio de UTYDEC – AÑO 2010


6 comentarios:

  1. "Tu memoria empantanada en el fango de la vida", "las canciones, último bastión de una pelea desigual" Y ese último renglón tan bien generado, porque cuando se llega a un momento de la vida hay que rescatar lo que hace feliz a los ojos del otro, al corazón del otro, por nimiedad que parezca, me tocó el corazón el cuento...que no sé se si sea premio 2010, creí que era 2008 pero no tiene importancia. Lo que sí tiene importancia es que Ester y Andrés - ante un comentario que hice - consiguieran este texto que yo no encontraba , una excelente forma de mimar al lector. Les mando un fuerte, fuerte abrazo a los dos.

    Lily Chavez

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  2. Muy bueno. Pensaba que bien el autor, con sólo decir las pocas canciones que recordaba en idish, con ese solo detalle brinda el dato de la nacionalidad de su madre. Felicitaciones al autor.

    Lalo Ledesma

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  3. EL AUTOR CON ESTE TEXTO, ME TIRO CON UN GRUPETE DE RECUERDOS QUE ME DUELEN TODAVIA. MUY BUEN TEXTO.

    EDGAR BUSTOS

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  4. Escrito con ternura el relato llega al corazón, muy bueno, Carlos Arturo Trinelli

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  5. Excelente, me llegó porque quizá se nota que hay detrás de las palabras una vivencia.
    Un abrazo a quienes editan la revista.

    Irene

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  6. Querido Edgardo, este cuento me movilizó tanto...mis recuerdos, a mi madre y está tan bien escrito que cada que lo leo no paro de llorar, pero es un llanto que me reconforta y que seguramente también me lanzará a escribir un poco de mi historia ficcionalizada, como uno debe hacer, no? Te agradezco que hayas permitido este encuentro entre tu cuento y yo. Adriana Agrelo

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