POESÍA: TRES POETAS ARGENTINOS

MARIO MORAL
El VIAJE
Fuimos a tu pueblo madre
mi hermano y yo umbilicales
y cómo ocupaban lugar los recuerdos
cómo apretaban contra
las paredes del día qué peso qué lluvia
de cenizas qué de aquí qué de allá
las caminatas por el terraplén
con perros y primos bajo
el mismo sol de noviembre bajo el mismo
apellido casi camino de las iguanas
y luego los regresos a la casa
a los mayores al pan casero
y a la primeras primas y
a los primeros escondites temblando
de sorpresas descubriendo las causas
de sobresaltados sueños de las picaduras
en el cuerpo por mariposas o manos /
y los deseos de estar en sombras
de ser comprendidos pero sin herirnos
con las primeras armas.
Entre otras cosas fuimos a ver
cómo crecen los cercos
por cada minuto de tu nombre
cómo nos va ocultando la tierra
tu nacimiento entre jilgueros
cómo cantaban en fin los sapos
en las cunetas cómo salía el sol
sin tu ternura cómo corría el agua
separando las raíces
cómo se deformaba el dibujo de los campos
desmintiendo otros veranos.
Es decir fuimos o vinimos de un sueño
confundiendo
es probable
las uvas con aceitunas agrias
tu sonrisa con una flor sin gesto
tu existencia con un río detenido lejos
pero también tu bondad con la bondad
de mi hermano tu luz abarcadora
con ese fuego o estrella de otras vidas
que me espera ahora para siempre
entre los hombres.
de "Sol de la sombra"
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EVANGELINA SODERO
v

No sé cómo salirme de esta casa enorme
que me
habita.
Sin relojes que a mi piel le hablen del tiempo
que hace
que me oculto de ellos.
De noche alguien camina el descolorido paisaje
de mis viejas fotos que me miran al pasar.
De mi boca retratada emergen rosas amarillas
que el invierno marchitó.
Los pétalos arman un colchón para mi gata
ausente
que está en celo.
Ronronea cada vez que la vecina hace el amor.
Los cerrojos se han convertido en nichos
para mis paseos sin tener adónde ir.
La cama que subí al altillo cruje
cada vez que me desvisto.
A las sillas las ocupa el tiempo que hace
que nadie me visita.
La lluvia que no ha golpeado en mis hombros
seduce ventanales que ya han dejado de abrirse
a la intemperie de mis ojos.
Le crujen los huesos al anciano del retrato
que ha sido mi padre.
Esta carta de amor salpica de tinta los espejos.
Las cadenas del perro que festejó mi llegada
arrastran la desdicha de saberse abandonadas.
¿Adónde quedó la llave
con que cerraste la casa antes de irte?

Acaban de llamar a la puerta
y no tengo cómo salirme
de este prolongado encierro conmigo misma
sin tener a quién amar.
de "Palabras que caminan la cornisa"
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FABIAN CLEMENTI


La ceguera
Montañas y montañas que se acumulan
y forman el gran basural con papeles
que pocos se atreven a leer. S nos animáramos
a recuperar el brillo de la infancia,
la brisa repercutiría
en nuestra piel
como un eco con el plumaje
del vientre de un ganso. La luz
se reflejaría igual que un enorme
vitral en el centro de la frente
y giraría: chorreríos
en colores. Las sombras de los árboles
en los ríos ascenderían en brillantina plateada
adhiriéndose a las nubes: lluvia
que explota como el cristal. Las mañanas
fabricarían el florecido puente
con el pellejo de los campos
transportándonos hacia la miel
de la tarde. Y al aljibe de la noche,
del cual extraeríamos
con los baldes de esperanza
el agua vegetal que hemos de beber.
de "Spectrorum"

Corresponsal Susana Zazzetti