2. Donde Ale vuelve a la acción
El pasado, del que quise desprenderme.
vuelve a pesar mío.
vuelve a pesar mío.
Raúl Scalabrini Ortiz – La manga
Tanto tiempo, Bermúdez. Antes tuve que darle un besiño a Toña y reiterarle mi amor. Nos encerramos en la oficina del botija, charlamos de bueyes perdidos y el editor, sin previo aviso, desprevenido e indefenso yo, me arrojó una granada:
–¿Sabe una cosa, Aspis? La otra noche soñé con don Samuel... Fue algo terrible, tan verídico, su voz envolvente, la sonrisa amplia y los lentes semi verdosos. Me levanté empapado en sudor, lagrimeando e inconsolable.
La sorpresa me tiró a la lona. ¿Cuándo fue Bermúdez? amagué a media voz. Antes de ayer, Aspis.–¿Sabe una cosa, Aspis? La otra noche soñé con don Samuel... Fue algo terrible, tan verídico, su voz envolvente, la sonrisa amplia y los lentes semi verdosos. Me levanté empapado en sudor, lagrimeando e inconsolable.
Pensé atontado: Este uruguayo lee los pensamientos o es Nostradamus... Por algo es botija.
—Bermúdez, voy a incumplir una promesa que no di, pero en ella va mi pobre y vapuleado honor: hoy de mañana recibí en propias manos un manuscrito que don Samuel le envió a un amigo suyo de Israel. Había un mensaje del holandés para mí. Debo publicarlo como libro. Ante todo necesito una mujer ducha en tipeo. Ahora usted y yo estamos en el secreto: sé que Samuel confiaría en usted... Pero los dos tenemos que ser sepulcros herméticos...
Imposible describir la emoción del editor. Las lágrimas caían por sus mejillas, me miraba fijamente y movía la cabeza hacia ambos lados.
Le narré escuetamente la historia del encuentro con el israelí, le comenté algunos pasajes del libro y la emoción, pareja, nos salpicó a los dos.—Escucheme, Aspis, ese trabajo no se le puede dar a una tipeadora cualquiera. Tiene que ser alguien con seso y responsable. Tengo una mujer así: Silvana Fuentes. Ya mismo la llamo.
Dio con ella, la puso al tanto en pocas palabras y me pasó el tubo...Hola, sí, mi nombre es Alejandro Aspis, tengo el manuscrito de una persona muy querida que ya no vive... Si, escrito a mano pero es legible... Puedo ir a su casa y lo vemos juntos.... Dígame . Anoté la dirección y me dispuse a partir.
Bermúdez me deseó suerte y me pidió que lo tenga al tanto.
Salí del edificio y me dirigí al subte D en la estación Diagonal. Miraba pasar a los transeúntes de caras ausentes, romas, encerrados en su mutismo. Buenos Aires en su esplendor posible. Semejaban caminantes desinflados, mujeres con la vejez pintadas en sus caras treintañeras, jóvenes cretinos empujando prepotentes a los demás. Bajé las escaleras y me desplacé por los laberintos repletos y calurosos, la ranciedad y el sudor envolviéndome sin piedad. Como hace medio siglo...Como desde la segunda fundación de Buenos Aires.
Transpirado, esperé al subte. Las sardinas me contemplaban con ternura enlatada y la imagen de la gente destilaba gotitas debajo de la nariz, la frente o escurriéndosele desde la nuca. Un baño turco gratuito y desagradable.Bajé en Juramento y me fui caminando hacia Amenábar y Mendoza. El calor me estrujaba, mientras pensaba en la lorca que iba a pasar ante la mujer. Llegué un rato antes de las seis. La entrada era por Mendoza frente a la plaza. Toqué el portero, piso 3º departamento A. Me atendió una voz femenina: soy Ale Aspis, le hablé hará una hora desde la oficina de Bermúdez. El sonido del portero que me dio paso parecía una flatulencia mezzo soprana...
Entrada media pituca. Esta mina no vive del tipeo, pensé, o el dorima será un magnate. Me abrió Silvana. Ojos verdes, cabello castaño oscuro y cortón, una nariz algo repingada, rostro agradable y figura rampante, buscaguerra. Se arregló para mí, deduje con soberbia. Estúpida soberbia. Nos presentamos. La observé. Sin disimulo.
Desde que me separé de Mabel había regresado a mi insociabilidad. La figura de esta mujer desconocida despertó en mí una sensación extraña. Di vuelta la página...
Me invitó a sentarnos en el amplio living. Le expliqué qué clase de trabajo era el que necesitaba:
—Son doscientas páginas manuscritas en letra entre pequeña y mediana, una caligrafía pareja con detalles que se repiten, bastante legible.
¿Tiene el manuscrito con usted?
—No, no lo traje. Es un original muy importante y sería un riesgo cargarlo conmigo a todos lados. Además, no sabía si Bermúdez me iba a conseguir a una persona ya mismo.
—Mire, Alejandro, esta semana tengo tiempo: ¿Usted vive cerca de aquí?
—Ante todo llámeme Ale, es corto, menos solemne y más práctico. Mañana se lo traigo... Vivo en Venezuela y Entre Ríos, la punta sur de Balvanera.
—Si puede traérmelo de mañana ganaremos tiempo...
—Ahh, pensé que estaría ocupada con la casa, su marido, los hijos..
—No se preocupe, mis dos hijos viven con el padre en Mendoza, yo soy divorciada y no le debo nada a nadie.
Una confesión a doble punta. La mina tiró la caña con vaporosa carnada…
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Muy buen inicio (continuación) de éstos capítulos que muchas ganas dan que pronto podamos leerlos! Las intrigas van a presentarse seguramente y ya estoy saboreándo de antemano los razonamientos y deducciones del particular Ale Aspis. "Una confesión a doble punta. La mina tiró la caña con vaporosa carnada...
ResponderEliminarMuy buena la frase, lamina tiró la caña con vaporosa carnada ha sido, por suerte, tambien para nosostros... Abrazo Mercedes Sáenz
Las deducciones de Ale sobre Leticia son fantásticas así como las observaciones en el subterráneo, esperaremos la continuación.
ResponderEliminarCarlos Arturo Trinelli
aquí espero "sentada en el amplio living". algo de urgencia, por favor. susana zazzetti
ResponderEliminarAle Aspis vuelve a la acción..y me parece que no es solo la mina que tira la carnada, también el autor.Y si compañeros la carnada y la tanza tirando...y nosotros...esperando. amelia
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