Hebe Solves
El aguacil en ondas llama a la tempestad.
Una parte del aire es la que vuela
y otra la que lo aplasta. Trenza aéreas mamparas
para no ver. Su cuerpo
se ladea, dibuja formas, se divierte
densificando el negro, los perfiles sonoros
del aire en resistencia.
El que vuela se acuesta en líneas puras, planos,
se ahueca por el peso del mundo en su costado,
dejando ser. Y cae. El aire
ya no pliega los costados.
El aguacil busca un camino de lajas,
un sendero marcado por espacios porosos
de cemento, una capa de césped
bajo las plantas del jardín. Oculto,
es una carcajada que desprenden
las vigas del techo.
En la casa hay un panel envenenado
contra los insectos. Y una ristra de ajos.
La luz de la noche atrae al sujeto del viento.
¿Viene o lo llaman?
Nunca sabremos dónde nace la tempestad.
Nunca he lamentado lo suficiente borrar tu mail. Alguna vez "hablamos" nunca sabré de que , nunca "sabremos donde nace la tempestad! Un abrazo, donde estés, Hebe.Amelia
ResponderEliminarme cuesta pensarte en pasado... Me cuesta creer que no estás con nosotros; por esa causa te reintegro a las páginas como una más, imprescindible, y aunque ausente, de algún modo aquí estás, querida amiga.
ResponderEliminarAndrçes
Guardo tus poemas con todo lo que abren y encierran...
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