ORACIÓN POR LAS TURBINAS
No llores, corazón, te cantaré una nana,
te arrullaré en mis brazos como al recién nacido
o al soldado que viene después de la batalla.
Te cantaré una nana de esperanza,
del pan y la cebolla, que resucita muertos
y hace andar a lisiados.
Que hace ver a los ciegos de amor
lo que no ven los cuerdos.
No llores, corazón, sigue adelante,
por el sendero recto hacia la meta,
mira que en los atajos está el lobo,
que los tratos brillantes se deslucen de pronto.
No fíes tu destino al amor de los hombres,
hijos de César los hay en todas partes.
Dios de dioses,
canta y no desfallezcas,
en el mundo de la s rallada
del tamaño del dólar.
En éste mundo sordo y frío
de las máquinas, donde
eres tan extraño como un ave del paraíso
en vuelo por Manhatttan.
No llores, corazón, te cantaré una nana,
te arrullaré en mis brazos como al recién nacido
o al soldado que viene después de la batalla.
Te cantaré una nana de esperanza,
del pan y la cebolla, que resucita muertos
y hace andar a lisiados.
Que hace ver a los ciegos de amor
lo que no ven los cuerdos.
No llores, corazón, sigue adelante,
por el sendero recto hacia la meta,
mira que en los atajos está el lobo,
que los tratos brillantes se deslucen de pronto.
No fíes tu destino al amor de los hombres,
hijos de César los hay en todas partes.
Dios de dioses,
canta y no desfallezcas,
en el mundo de la s rallada
del tamaño del dólar.
En éste mundo sordo y frío
de las máquinas, donde
eres tan extraño como un ave del paraíso
en vuelo por Manhatttan.
Me encontré en tu casa con Vallejos, con Garcia Lorca, con Cambalache. Me enontré con otros escritos Vero, todo para mi bellísimo. Esta Dulcinea en Manhattan, me enecantó. Abrazo. Mercedes Sáenz
ResponderEliminarMuchas gracias, Mercedes.
ResponderEliminarVallejo, Lorca, Cambalache, imprescindibles.
Y gracias a Artesanías por la publicación.
Un abrazo
Ay cuantos gratos encuentros, yo me encontré, además, con Miguel Hernández y con la dulzura de la autora. Un abrazo.amelia
ResponderEliminar