martes, 5 de enero de 2010

POESÍA: HEBE SOLVES (*)

El aguacil en ondas llama a la tempestad



El aguacil en ondas llama a la tempestad.
Una parte del aire es la que vuela
y otra la que lo aplasta. Trenza aéreas mamparas
para no ver. Su cuerpo
se ladea, dibuja formas, se divierte
densificando el negro, los perfiles sonoros
del aire en resistencia.
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El que vuela se acuesta en líneas puras, planos,
se ahueca por el peso del mundo en su costado,
dejando ser. Y cae. El aire
ya no pliega los costados.
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El aguacil busca un camino de lajas,
un sendero marcado por espacios porosos
de cemento, una capa de césped
bajo las plantas del jardín. Oculto,
es una carcajada que desprenden
las vigas del techo.
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En la casa hay un panel envenenado
contra los insectos. Y una ristra de ajos.
La luz de la noche atrae al sujeto del viento.
¿Viene o lo llaman?
Nunca sabremos dónde nace la tempestad.
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Incendio en el cuarto

Sombras vi en la cascada de plumas de avutardas
al cloquear en el agua remontando el vuelo.
...
Nuestra mente compone y justifica las cosas
mezclando los sentidos, el divino desorden.
...

El invierno acorrala el incendio que arde entre los pastos
o en el agua irisada, desplazándolo al cuarto.
...

En la oscuridad se ve y se oye. La illusión ilumina
la memoria cuando pide el verano una tormenta, dándola.
...

Y el tiempo congelado es un punto que crece, una mota de sangre
en la nívea mañana donde ser el recuerdo del otro, titilante.
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**Me enteré de la muerte de Hebe al día siguiente, cuando hablé por teléfono con Máximo Simpson. Su muerte, reciente, no me sorprendió del todo dado que hacía varios meses que una atroz enfermedad venía ciñéndola sin piedad. El texto que sigue ilustra parte de la lo que fue la vida de Hebe Solves. (A.A.)

…………………….
Hebe Solves. Ajena a grupos literarios y fóbica de las presentaciones públicas, Solves generó una leyenda de invisibilidad que sin embargo desmienten sus libros, sintetizados en su Antología personal, en la que deja sus indómitos poemas cocinados a fuego lento.
Con humildad, Solves mencionaba que Olga Orozco y Enrique Molina habían leído sus poemas.Después de un largo deambular jalonado por tropiezos y caídas silenciosas, el sábado a la noche murió a los 73 años la poeta Hebe Solves, “la vecina del río” que creía, siguiendo a Alejandra Pizarnik, que “es posible ver el mundo desde una alcantarilla”. Fóbica confesa que optó por el camino de la invisibilidad, distante de cualquier movimiento poético que la enjaulara, la poeta que se ganó la vida trabajando como maestra y dando talleres literarios decía hace dos años, en una entrevista con Página/12 con motivo de la publicación de su Antología personal (Ediciones del Dock), que se identificaba más con el ama de casa porque es lo que perdura. “El poema puede estar muy bien, pero después, al día siguiente, vas a comprar el pan y ahí no importa si sos una poeta experimental o neobarroca. No es que pretenda reducir la existencia a la vida doméstica, sino que muestro la contradicción, la superposición y la transparencia también de planos”, explicaba Solves por qué, como señalaba en uno de sus poemas, prefirió ser “una más, oscura, pensando cosas mientras se quema la comida”, cuando podría haber sido una poeta profesional, confesional, neobarroca, experimental, existencial o espiritual.
Esta mujer de abundante pelo blanco, que enmarcaba su rostro revistiéndolo de una tierna serenidad, nació el 10 de septiembre de 1935 en Vicente López (Buenos Aires). Le gustaba afirmar que el ama de casa que irrumpía en escena en muchos de sus poemas era un homenaje a las muchísimas ollas que había quemado en su vida. Mientras picaba cebollas y ajo y mezclaba ideas en bata de dormir, fue escribiendo sus poemas en los que pulsó todas las teclas que tuvo a mano: la social, la metafísica, la impronta maldita. Casi no hubo estéticas, adobadas por su experiencia vital, que faltaran en la cocina de su obra: El ama de casa y la locura (1975), En lugar del piano (1977), Sombra ajena (1981), Fruta de invierno (1984), Desalojados (1989), El fiel de la memoria (1995) y Pentagrama (2005), entre otros. “La poesía es una ocasión de fusión amorosa y también de distanciamiento crítico”, planteaba la poeta que fue maestra rural, narradora y escritora de literatura y canciones infantiles, muchas de ellas musicalizadas por María Teresa Corral.
Sobre el motivo de la locura, que aparecía especialmente en uno de sus poemarios, Solves aclaraba que “cuando el lenguaje, los códigos y la manera de vivir son muy rígidos, la locura es una liberación y al mismo tiempo una soledad, un aislamiento”. La poeta no le escapaba al meollo que implicaba repasar sus experiencias. “La irrupción de la palabra surge como la libertad en situaciones difíciles. Vivimos en una época de transición, una época en que las mujeres aparecemos con muchas contradicciones. Aparecemos y también nos escondemos. La poesía es mi tierra, ese país que me fui haciendo, más allá de todos los avatares de la existencia. Nunca llegué a estar internada, pero seguramente aún hay gente que puede pensar que estoy loca”, bromeaba. “Tuve tratamientos psicoanalíticos y terapias muy interesantes. Nunca me sentí loca, pero los locos no se sienten locos. Sí tuve conductas difíciles de aceptar para el resto de la gente, en una época muy diferente –recordaba–. Yo estoy varias veces separada y vuelta a casar, soy pobre, siempre fui pobre, excepto en una época en que tuve un marido que tenía una buena posición económica. Hubo una serie de cosas que hizo que mi existencia sea invisible, pero tuve esa tierra mía de la poesía. Pensaba que ‘si al mundo no lo puedo cambiar, por lo menos le voy a decir todo lo que pueda’. Nunca me sentí loca, pero no acepté los límites de la sexualidad y rompí con el matrimonio y su rutina.”
En su tono no había reproches ni quejas por haber roto las amarras del matrimonio y su rutina. Lo decía más bien con una inflexión informativa, para que su interlocutora comprendiera el contexto y por qué para muchos sus rupturas merodeaban por el andarivel de la “rareza” o de la “locura”. Desde 1975 coordinó su taller literario de poesía y narrativa y como educadora recibió la Mención Especial en los Premios Nacionales de Ciencias de la Educación por su libro Taller Literario, una alternativa de aprendizaje creador (1986). También publicó El caracol mochilero (2005), Avioncitos de papel (1977), El tío Pancho en persona (1994) y La isla de los pájaros (1999), entre otros libros para chicos. La poesía fue siempre para Solves un juego con las palabras. Pero a ese juego iniciático se fue agregando la nostalgia y el dolor de la muerte de su padre en la pubertad y esos enamoramientos que siempre fueron su manera de ser y de estar en el mundo. Aunque no se promovió como poeta, que haya elegido la invisibilidad no significó que no asumiera su lugar en el mundo de la poesía. Con humildad, como si el pudor cincelara una estela de autocensura, mencionaba que Olga Orozco y Enrique Molina habían leído sus poemas. “En la poesía hay más bien un prestigio y un tipo de relación que depende de las escuelas, de las actitudes poéticas y, en ese sentido, no he podido identificarme con ninguna actitud poética como para pertenecer a un grupo y aparecer con ellos en público”, señalaba Solves.
Cuando presentó su Antología personal en octubre de 2007 en la Biblioteca Nacional (allí estuvimos), Santiago Sylvester definió su obra como “poesía de pensamiento”. En su blog, Solves contaba que leyó poemas de diferentes épocas y que hizo una lectura improvisada de fragmentos del poema “La vecina del río”, dedicado a la pintora Viky Linares. “El día de la presentación, Viky trajo flores de su jardín. Soy tímida, estaba conmovida (flores, hay flores silvestres, todavía), y casi cantaba. ¿O leía? No sé, pero me sentí una cantante lírica. Mejor aún: de tango, a lo Rosita Quiroga. Pero es verdad lo que dice Santiago: soy una mujer que piensa, reflexiona... ¿un oxímoron, diría más de uno? Lo cierto es que para el escenario me faltó percha y, para la vida doméstica, docilidad. Y escribo como si cantara o bailara y pienso como si estuviera cocinando el mundo en un fueguito de leña.” Solves deja sus indómitos poemas cocinados a fuego lento. ■

1 comentario:

  1. Quién haya conocido y aun puede conocer su poesía seguramente tendrá distintas dimensiones sobre la grandeza de esta poeta. Quien alguna vez la haya visto en persona, supo seguro que ella era un poema universal caminando. Un abrazo Mercedes Sáenz

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