Dos cuentos de Mercedes Sáenz guardados en mi Isla del Tesoro, en un cofre extraviado desde el 2007, donde han quedado otros, y algunos poemas. Los iremos publicando. Culpa del editor 100x100… (Andrés Aldao)
CAFÉ CORTADO
Entra la mañana, siempre la espero. Un cigarrillo ya prendido, y un café cortado.
La mañana en su tentativa de estar, inexorable, impaciente, apretando a la reina noche. El cigarrillo es un vicio, el peor de todos los que tengo, inmanejable.
El café grande, el cortado mañanero. No esperaba detener este empujón de letras en mi café, pero tuvo la no sé que, de entrar primero en mi cuerpo, en forma perdonable y oculta, de hacerme saber que está antes, que la adrenalina y el placer de escribir, antes, que las mañanas radiantes y de éste cigarrillo que me da una voz cigarrosa y sé que aunque vaya a morir, me va a hacer mucho más difícil cuando tenga que pasear. Pasear, dije.
Entra otro poco en mi cuerpo y lo miro, en cualquier envase. Primero soy su tirana, porque lo hago como yo quiero, o es él que determina que forma tendrá. Se ocupa de que lo sepa y obedezco.
La madrugada viene en el envase que quiere y yo no puedo hacer nada. Debería ser la tirana. Pero sabe que la espero con placer y que no estoy entre los que no quieren amanecer mañana.
El café, palabra que me suena a dulce si no le pongo cortado. Esa leche de inocencia que se anima, como las mañanas, a penetrar en su negrura…
* * * * *
UNA MADRUGADA
Es la hora de los duendes y las hadas. No hay luz todavía, todo es color de plata, pintado por la llovizna que acaricia lo que toca. Hamaca la copa de un árbol liviano y deja sus hojas, con un beso de sabia.
La llovizna no hace ruido cuando es blanda como la luz y se desparrama sobre los cordones de las veredas, las piedras y las plantas.
No le importan los techos… con que la mires le basta.
Es la hora en que las luces quiébranse en mil fragmentos, tan pequeños que intimidan al soberano. No tiene por dónde salir al mundo, sólo por los relojes de ventana, alguno transparente que le diga que es hora de dejar el oeste y subir por la montaña.
Es la hora de los silencios que han muerto hace pequeños segundos, por que los primeros pájaros cantan, entibian la garganta ya que se mojan sus alas.
Es la hora, entre la vigilia y el sueño del que recién se levanta
El sol intenta subir por el río, pero allí también, hay una tranquera de nubes que no deja pasar a nadie.
La llovizna persiste, parece un llanto de niño sin su nodriza.
¿Por qué llora si conoce el mundo, si le es permitido acariciar cuanto existe?
¿Por qué se enoja de pronto y de niña, se convierte en un ejército celta?
Y arranca su territorio, el propio, porque todo su planeta es agua, y quiere sacar de cuajo los árboles y las casas. Cosas que no hubieran crecido si ella no estuviese cerca.
Qué sucede esta madrugada… Habla la lluvia, llora la llovizna.
Hace un rato, lenta, se paseaba pintando color de brillo cualquier cosa que tocara.
Esta mañana era una música que en el medio del silencio, oía caer de una hoja la gota y se la veía rodar hasta donde llegara, como una lágrima anónima ¡porque son tantas!
Las voy a contar una por una, porque algunas, son mías y otras de quien me las guarda.
Mercedes Sáenz
Hermosos textos Merci. Gracias por compartir Ester, Andrés. Amelia
ResponderEliminarAunque Andrés los haya publicado como narrativa, estos son poemas, Mercedes, y bellos también. Me dio ganas de salir a la calle en esa madrugada de llovizna. Pero aquí, donde vivo, cuando llueve hace mucho frío. Un abrazo de Ester
ResponderEliminarcomo ester, saldría a la calle a que me reciba la llovizna aunque no sea otoño, el río, la niña, dan ganas de seguir tus imágenes: ésta es la verdad de tu poesía, de tu prosa.. Bellas.susana zazzetti.
ResponderEliminarMerci, tus dos textos prosas son narrativa y poesía. Tu escritura es imaginación pura sin atenerte a reglas. Para vos las normas son como cuchillas que guillotinan el pensamiento y la escritura.
ResponderEliminarAndrés
Muchas, muchas gracias por sus comentarios. Un fuerte abrazo. Merci
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