domingo, 17 de enero de 2010

MICROCUENTOS


Dublín, Esteban
Secreto


Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. Por ningún motivo podía dejar que se enteraran de qué había en el sótano. Siempre esperaba a que estuvieran lejos, sacaba el plato de lentejas y lo bajaba sigilosamente. Me aseguraba de que no entraran cerrando con doble seguro y colgándome las llaves como collar. En todo caso, a pesar de las precauciones que tomé, un día les ganó la curiosidad y me siguieron. Cuando descubrieron lo que pasaba, no tuve más remedio que dejarlos ahí con su padre.
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Nassr, Ildiko
Animales feroces


De entre los animales feroces, el peor es el hombre. Lo sé porque anoche pude corroborar esa afirmación. Mi manada ha quedado incompleta y ahora, otro macho será el encargado de cuidar a las crías. Este cuerpo se retira al cielo de los leones, gracias al hombre que entró en la guarida con sigiloso paso y contundente rifle.
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Nassr, Ildiko
Animales feroces


Se aleja después de hacer el amor conmigo. Dice que entre mis piernas vive un animal que lo quiere devorar.
Demasiado pronto descubrió mi secreto.
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Bentivoglio, Alejandro
Intervalo del homicida


Buscando el cadáver de su esposa, a la que apenas recordaba haber asesinado, encontró unas cartas que ella le había escrito muchos años atrás. Se sentó a leerlas y no pudo evitar llorar como un chico que ha descubierto que su madre nunca volverá. Incluso el cuchillo que guarda sin limpiar en la cocina, parece más pequeño en la hora de recuerdo.
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Andradi, Esther
Vino


Mi cara se parece cada vez más a una pasa. Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de crisálida, la seriedad de pasa nomás. Por eso bebo tanto. Para macerarme en alcohol y así poder tragarme. Lástima que no puedo sobornar al espejo.
Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al privilegio de las hostias.
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Rosales- Fazio, Alix
El caminante


Caminaba por una calle, súbitamente sentí algo sobre el ala de mi sombrero. Me detuve para verme en los vidrios de un automóvil estacionado a la orilla de la acera ¡Increíble, un pájaro en mi sombrero! Observando la minúscula ave no soporté la tentación, y lentamente, subí una mano para atraparla, pero mi mano encontró el vacío. Decidí pensar que fue la imaginación, me di media vuelta y proseguí mi camino, volando.


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1 comentario:

  1. Estos pequeños instantes se hacen maravillosos. Particularmente admiro a quienes en pocas líneas deja historias o momentos bellísimos. Cordialmente. Mercedes Sáenz

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