martes, 9 de noviembre de 2010

JOSÉ EMILIO TALLARICO




Nació en Buenos Aires en 1950. Su obra poética comprende Huésped y testigo, 1986; Siglonía, 1988; Ese espacio que tiembla, 1993; El arreo y la fuga, 2000 y Andariveles, 2006. Publicó artículos y poemas en varias revistas literarias del país. Fue traducido parcialmente al portugués, al catalán, al italiano y al neerlandés. Reside en su ciudad natal en la que ejerce su profesión de médico.

ELOGIO DE LA EMOCIÓN TARDÍA

De mi helenismo tardío de cincuentón acorralado
poco puede esperarse.
Los nombres que Homero prodigó
para la permanencia y la metáfora,
reniegan de mi oficio.
Troya, Hades, Itaca: cielos ahora indiferentes 
a los designios del amor.
Cada generación se prueba túnicas, 
reescribe diálogos, se despacha con fárragos de citas y alusiones,
conmocionada ante esa enorme, inextinguible ceniza.

(Yo soy un impostor que gime por Ariadna,
un pálido convidado de piedra.)


ALLÁ LA VOZLA MÚSICA
ni con los teros del temor,
ni con el cocoliche dulzón de la garganta,
tampoco con las piedras que tiramos al río
pudo hacerse el poema. 

Tal como entonces, la comadreja mueve 
con hocico pragmático su cría, reasegura el tiempo.
Faltan aquellas piedras, claro, y no hay voces 
venidas de Calabria a colmarme de amor.
Pero el miedo es un lecho donde yacen ahora
la carroña y la máquina.

Infancia: ¿todavía construyéndote en mí?
Benvenuta nostalgia.


UN SUEÑO VOLUPTUOSO

Un sueño voluptuoso
en el que estás fríamente implicada:
con ese material trabajo.
Me envuelvo en él
como en el viento de la vida.
Mi lengua te vulnera 
como si sólo percibiera escaramuzas
entre tu carne y mi avidez.
Te toco. Perfecciono la trampa.
Cobro peaje a tu piel sudorosa.
De tu boca extraigo dobles de mí,
seres introspectivos que arremeten
paupérrimos de luna.

(Oh, blonda mía que lo ignoras todo.
Hay un sabor irrevocable en ello.)


TRISTEZA

¿Tendrás un firewall contra la tristeza?
¿Un adaptador de última generación
para que este caballo siga y siga,
y a la hora de beber el charco sea emoción del paisaje,
y el olvido un hallazgo en el aire,
una palpitación ajena al infinito pudridero?
Los chinos alojaron la tristeza en los pulmones;
con todo respeto por su reino explosivo,
yo propondría un sitio mucho más popular: las bolas.
Aquí decimos bolas-tristes, ¿no?
¿Alcanza la perplejidad del ser en el carnaval de la desdicha?
¿Y lo demás? ¿Almas del paraíso, samadhis, reencarnados?
¿Cuánto de enjuague cerebral y jugo de prozac 
requerirá mi aplauso, mañoso de por sí?
Entonces, que la electrónica se acerque y nos ampare,
como si fuera una cosquilla para vos, para mí
contar con esa viejecita de tan poca prensa: la tristeza,
tristeza de los hombres que pasan.
 


º º º º º º 

3 comentarios:

  1. Somos todos un poco impostores ante lo helénico que es nuestra cuna, como lo dice el poeta en el primer poema que señalo especialmente.
    Una visión tangencial del amor, la tristeza y bastante nostalgia, en los siguientes.
    Un placer su lectura.
    MARITA RAGOZZA

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  2. La dureza de la denuncia y la tristeza, quedan, para mi disimuladas por una llovizna de infancia y una nostalgia que aligera el alma.Muchas gracias. amelia

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  3. ¡Qué gusto, José Emilio, leer estos espléndidos textos tuyos aquí!

    R. R.

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