IRISsssssss DE NEUQUÉN
Dia Del Padre
“¿Cómo se afirma en esto la vida? Ningún peso, ojos negros como perlitas, patitas como de gorrión. Lo estrechas y no existe más…”
Alexander Solyenitzin - “El patito”, Cuentos en Miniatura, Emecé Bs.As. 6° ed.
Mediodía patagónico, fines de junio.
Mundial de fútbol, día del padre.
El viento despiadado trae frío, mucho frío. Baja violento por la ruta 22, aquella que cruzaba Soriano en su adolescencia de escuela técnica, junto con sus compañeros y el flaco Suárez de visita a “Genevieve”.
El aire cuenta de las tormentas en la cordillera, huele a nieve; baila entre agujas transparentes y ramas retorcidas del invierno en los parques.
Todo abrigo es poco. Las ráfagas son astillas de hielo en la piel.
Esquina de Olascoaga y ruta 22. Parada de taxi en la puerta del gigante de nombre francés. Pocos autos, día del padre, mes de fútbol. La espera se hace larga.
En la vereda, un niño. Atento, mira en todas las direcciones por las que puede acercarse un taxi para hacerle señas, abrir la puerta, esperar la moneda piadosa
- Cómo te llamás?
- Juan ( [1])
- Cuántos años tenés Juan?
- Catorce
Tiene el cuerpo pequeño, aparenta menos de catorce. Un jean ancho pintado, tal vez por él, y como abrigo un buzo de tela veraniega que flamea, por el viento, por el poco cuerpo o por demasiado buzo. Da saltitos para tener algo de calor.
Sus ojos tienen una tristeza ancha y profunda. Habla bajito, con timidez.
- Dónde vivís Juan?
- En la cuenca quince
- Y la mamá y el papá?
- En la casa.
- Juan, debería estar el papá abriendo puertas de taxi
- Sí, pero hoy es el día del padre, por eso vine yo
Por un momento sus ojos brillan, una sonrisa le ilumina la carita.
- Tenés hermanos?
- Sí, somos 6, hay uno más grande de 18 y los otros, más chicos que yo
- Hace frío en la casa?
- No, estamos bastante bien
El taxi demora. Juan da saltos con las manos en los bolsillos de su jean grande.
Mis viejos guantes verdes entibian un poco mis manos; el corazón, helado por tanta vergüenza
Cruzando la ruta llega un taxi al que Juan le hace señas. Abre la puerta. Pongo en sus manos un billete pequeño y mis viejos guantes verdes llenos de pelotitas.
Nuevamente el brillo en los ojos, la luz en el rostro. Nuevamente la sonrisa.
En el día del padre, en el mes del mundial, en los bordes de la Ruta 22 que atraviesa la ciudad de Neuquén.
Irissssssss de Neuquén
COTIDIANO, DE LA REALIDAD.
ResponderEliminarEDGAR BUSTOS
Una historia como dice Edgar cotidiana, lamentablemente de todos los días, pero me quedo con esa mirada que brilla del niño, orgulloso por haber podido hacer "el trabajo" de su padre según mi interpretación. Y porque en ese gesto es inmenso para él. Un abrazo.
ResponderEliminarLily Chavez