domingo, 6 de junio de 2010

ALICIA DUO

 CIUDAD

Alicia Duo. Primer premio en narrativa (cuento) por  “La vecina”, otorgado por la “Fundación Gutenberg” y Sade Mendoza, en el concurso temático “Por una globalización humanizada” (2006)
Publicado por Diario “Los Andes” (Mendoza) en Sección “Los Cuentos del Verano”.

LA VECINA

“Entonces, Él dijo: ...ama al prójimo como a ti mismo”

Estoy con Niki. Me preocupa saber cómo rearmaremos la página para ofrecer nuestros nuevos servicios en la web. Niki es diseñador, yo publicista. Me muestra el dibujo con nuestras siglas empresariales. Suena el timbre. Es Eli, la vecina del piso de al lado. Pide una taza de azúcar. ¿Por qué nos perturba en los momentos creativos? Niki deja los papeles y se ocupa de esta solicitud de menudencia; abre y cierra las puertas de los aparadores. El ruido me molesta. Ella se introduce en nuestra cocina; escucho que ríen. Suena mi celular. Atiendo. El gerente de la Begging Bludder and Co. me apura para que entreguemos la labor prometida. Dice que acaban de cerrar convenios con plazas comerciales de India, China y Brasil. Tienen fuertes competidores. Habla agitado. Le aseguro que nos esforzaremos al máximo. Niki acompaña a Eli hasta el pasillo. Ella le palmea el hombro antes de despedirse. Grita “Chau Bruno”, pero no la saludo. Doy señal de fax a Alberto Urbini, el arquitecto que quiere los posters para su exposición. El fax funciona mal. No llegan bien los mensajes. Llamo a Urbini y le digo que me comunique sus novedades por correo electrónico. “Ojo, que lo estoy mandando ya nomás”, dice. “No problem, le contesto. “Nosotros tenemos abierto el correo todo el día y lo chequeamos permanentemente”. “Fantástico”, dice Urbini. Él confía en la tecnología tanto como yo.
Una de las computadoras está fallando ¿Qué hace Niki? La rubia de al lado lo distrae demasiado. Niki vuelve y todavía se ríe. Como me quejo de la máquina, él se fija en el sistema general. La computadora marca mensajes automáticos: wrong, cancel, try again, menu helpbasics tools. Niki prueba los distintos programas y, a pesar de sus esfuerzos, la falla persiste. Necesitamos urgente el servicio de reparación. Tenemos varias computadoras en funcionamiento, sin embargo, basta la alteración del movimiento de cualquiera de ellas para que estemos perdidos con nuestro trabajo. Me pongo muy nervioso. Entorno las persianas. Prefiero realizar mis actividades con luz artificial. Con ello neutralizo la sensación de que el tiempo corre en contra de mis deseos, trabajo más cantidad de horas y me invaden estímulos de mayor libertad.
Niki dice que sale a almorzar con Eli. ¿Qué locura es ésa? Le advierto “¡Qué no se te ocurra! ¡Estamos empantanados!” Pido comida al restaurante de la otra cuadra. Tiene servicio de delivery y podemos calentar la comida en el microondas. Le aconsejo que invite a Eli en otra oportunidad.
Sobre los escritorios desenrollamos los folios de los proyectos. Propongo hacer un scaneo inmediato de los dibujos, cargarlos en los archivos y mandar a cada uno de los clientes las posibles opciones, con el objeto de que las estudien y elijan, entre ellas, las que sean adecuadas para su mercado. Espero que Niki determine cuáles son las fotos más llamativas. Proyecto nuestros cortos publicitarios en la pantalla del plasma. Lo veo dubitativo. Entonces, pregunto “¿Qué vende la empresa?” Él enumera los productos. “No, le digo, la empresa vende lo que quiere el consumidor”. En consecuencia, la premisa prioritaria es: ¿qué quiere el consumidor? Y ése es nuestro cometido: ofrecer lo que al comprador le apetece adquirir. Pero, además, el consumidor debe adquirir lo que la empresa le ofrece.
- Niki -digo-, no perdamos el rumbo. La ecuación perfecta es conseguir  que se venda incluso aquello que no se necesita, y, aunque tenga calidad de inútil, la gente igual esté convencida de que debe tenerlo.
- ¡Si supieras lo que deseo poseer! -dice Niki, y advierto que está disperso.
Ahora suenan nuestros celulares. Pasamos a nuestros respectivos escritorios, en cuartos distintos, porque en determinados horarios tenemos la señal de la radio, que nos mantiene comunicados con nuestros representantes en el exterior. Usualmente, coexisten tres o más voces, diferentes, extensas, enfáticas, en una misma habitación. A veces resulta difícil saber de qué se habla y no nos entendemos. Además, Niki prefiere trabajar con música y, en algunas ocasiones, sube el volumen de lo que escucha. Yo lo tolero. Tiene una importante colección de temas musicales en DVD y se informa de cantantes actuales por páginas especiales de internet. Él me hace comentarios sobre los grupos de rocks, los artistas, las letras, interpreta el sentido de las canciones, pero yo le digo que continúe con el trabajo y que no se distraiga.
-¿Qué te pasa? -me pregunta-. ¿Ni siquiera te gusta la música?
-Mirá -le digo- dejate de pavadas-. Primero Eli con el azúcar, después que querés almuerzos como si fuera un plan de “out doors”. No me jodás con el sonido. Si hay ruido, no puedo pensar. Nosotros también tenemos competidores.
A Niki es a quien le pasa algo. Ha tomado una regla y un sombrero y da unos pasos de baile por la oficina. Parece un equilibrista fuera de la pista de danzas. Si no estuviera convencido de que tiene ideas geniales no sería mi socio. Me tomo un ansiolítico. Sospecho que Niki no comprende que voy a cumplir cuarenta y dos años, que debo avanzar para concretar proyectos: ampliar mi casa, cambiar el modelo de automóvil, viajar para conocer, pensar en mis hijos. Los mellizos van a un colegio con doble escolaridad, aprenden tres idiomas (inglés, portugués y chino mandarín), y si no me capitalizo para subvencionar sus postgrados y especializaciones, ellos no podrán triunfar. ¿Y con qué le pago la cuota alimentaria a mi ex-esposa? Esa histérica me revienta la vida. No quiero problemas. Tengo que trabajar. Mejor me tomo dos ansiolíticos. Cuando la secretaria me trae el vaso con agua le pido que me recuerde que hoy ceno con mis hijos.
Ahora Niki pone un sillón cerca de mí y me cuenta que, últimamente, ha salido con Eli. Cree que está enamorado. Ah, bueno. Por eso es que andaba haciendo payasadas.
-De acuerdo -digo-, pero no dejes que ella interfiera con tu carrera.
Comento un tema que considero más importante. Hemos firmado un contrato para presentarnos en una licitación. Mauricio Mizzi, que está viejo y en la miseria, nos dará una mano con sus ideas y trabajará con nosotros. Sé que el tipo vale, porque tiene experiencia. El viejo confía en que las ganancias las repartiremos en tres partes; me he esforzado en hacerle creer que va a recibir ese monto, pero le daremos un porcentaje muy inferior. Niki dice que no le parece justo; piensa que Mauricio aporta lo suyo y merece una correcta compensación. Como estoy relajado por el ansiolítico no discuto. Uso argumentaciones para aplacar sus sentimientos de responsabilidad con culpa. Digo que me ocuparé personalmente del asunto; busco excusas. El tranquilizante me ha dado sueño. La secretaria me sirve un café. Comienzo a teclear en mi notebook.
Niki se asoma a la ventana. Dice que Eli está por salir en su coche. Hace señas, desde arriba, saludándola. Ambos escuchamos un chirrido de frenos. Niki se va con una velocidad que no es de baile y una expresión que no es la que tiene cuando se inspira al diseñar. Oigo sus pasos por la escalera. Presumo que se moviliza con apuro porque ha obviado el ascensor. Al mirar por la ventana observo que Eli está tirada en el pavimento. Qué muchacha tonta. Seguro que cruzó la calle sin prestar atención. Me quedo solo. Apago el reproductor de música de mi socio. Mientras chequeo el correo, suena mi celular. Es Niki. Dice que Eli no está bien, que se irá con ella, en la ambulancia, hasta el hospital. Le digo que espero que no se demore. Niki me aclara que se va a quedar con Eli hasta que sepa qué le ha sucedido y que no sabe a qué hora volverá, quizá mañana, porque no quiere dejarla sola. Sospecha que el golpe que ha recibido le ha provocado alguna fractura grave.
Cierro otra vez las ventanas. Deduzco que no me conviene perder a Niki que se acopla a mis obsesiones y me aguanta los berrinches. Si no fuera tan imaginativo no le permitiría intervenir en mis negocios, pero estas distracciones en las que se pierde no me gustan. Es un tema quedeberemos analizar. Trabajar y vender para progresar, eso es lo que a mí me importa. Lo demás es accesorio. Puede ser que me entienda. No sé; hay algunas conductas de él que me provocan dudas. A lo mejor le faltan ambiciones, centrarse en las oportunidades. Qué necesidad tiene de acompañar a la vecina a un hospital.

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3 comentarios:

  1. Excelente!!Y una narrativa sumamente dinámica. Y fotográfica diría...suena el timbre, Nik deja los papeles y uno va viendo cada movimiento,me encantó!!

    Lily Chavez

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  2. Muy bueno. Con una temática simple y actual el lector no despega los ojos del texto hasta la última letra.Merecido premio.

    Celmiro Koryto

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  3. Buenísimo!!lo he seguido con atención hasta la última línea.
    Felicitaciones a la autora!!

    Lalo Ledesma

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