viernes, 25 de junio de 2010

LILIANA CHAVEZ . narrativa

CENTRO VERDE
El Hombre
Debimos cruzar buena parte de las estepas  del sudoeste. Pese a su fama de cruel y despiadado,  el  hombre, dedicado al pillaje, era el único en condiciones de abastecer  a campesinos y soldados.
No imaginaba que mi padre dejara atrás sus prejuicios pero sin dudas, la hambruna pudo más.  Llegamos cuando apenas amanecía.
El hombre  bebía café, cerca del fuego.
En una primera y aligerada mirada, sentí  que el mercader   me había impactado  con su desmesurada figura o esa postura suya tan altiva. Después dudé, quizá fuese el precipicio de sus ojos, los intensos  dedos de sus manos o  la imponencia de su pierna  flexionada sobre un bulto. Pero no, era la mujer desnuda, de cabello recortado a lo varón que, como absorbida por el piso, permanecía doblada bajo el peso de la bota.  El hombre, percatado de mi incomodidad  y  antes de tomar a mi padre del brazo,  clavó sus encrespados ojos en mí  y desapareció  tras el cortinado.
El entorno espesaba el tiempo. Las piernas me pedían partir con urgencia, aún sabiendo que afuera esperaba el frío.
Miré por una pequeña ventana. Unos sirvientes cortaban leña, agazapados, sin levantar la mirada. En eso estaba cuando aquella risa  me obligó a volver la cabeza.
 El hombre regresaba muy animado; mi padre lo seguía, ambos parecían satisfechos con  la transacción. Por lo visto, mi progenitor había conseguido  más provisiones de las esperadas: dos esclavos traían a sus espaldas sacos de granos y harina.

Quise ayudar  a mi padre con las bolsas que faltaban   pero el brazo del hombre  me retuvo y sin considerar mi forcejeo,  me condujo al centro de la sala,  frente a la inmutable  sierva de pelo corto.  Por primera vez, la vi levantar la vista hacia él. Su mirada, enfundada en profunda palidez, estremecía.  Él, sin dejar de observar mi semblante,  acarició la cabeza de la mujer como si  se tratara de  un gato.
Con  desesperación observé  a mi padre enroscar en su mano las riendas de  su asno y el mío y partir.  Nada entendí hasta ver  mis pies  salpicados en sangre y la cabeza de la sierva rodar hacia la puerta.

Liliana Chavez.




11 comentarios:

  1. Golpea la crueldad y hasta lo inhumano. Impactante. Para pensar sobre la hambruna que no se merece nadie.
    Cariños
    MARITA RAGOZZA

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  2. Ay Lily, que final inesperado. No te conocía la veta de cuentista, muy bien logrado. Un abrazo.
    amelia

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  3. Ay Lily, que tremendo, sin embargo, es un cuento
    que no requiere nada más para lograr su objetivo, con brevedad y síntesis logra conmover al lector y nos deja pensando.
    Un abrazo, amiga querida
    Juany Rojas

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  4. BRUTAL EL CUENTO PERO PERO MUY BIEN LLEVADA LA TRAMA, UNO PUEDE IMAGINARSE A CADA PERSONAJE, LAS IMAGENES PASAN FRENTE A LOS OJOS DEL LECTOR. HABIA LEIDO SÓLO POESÍA DE LA AUTORA, FELICITACIONES!

    EDGAR BUSTOS

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  5. Liliana, muy bueno el cuento. No me esperaba el final, finamente hilado. Felicitaciones

    Santiago Esquivel

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  6. Gracias a todo por los comentarios. Dónde habrá tenido Aldao este cuento. Entre el Monólogo al escritor de Carmen Ortiz y esta publicación ojalá logren sacudir mis neuronas, hace mucho que no escribo narrativa,es horrible que el tiempo sea tan tirano y a veces deba priorizar. Para mí la narrativa puede estar ahí en la cabeza por mucho tiempo, armándose en la cabeza y luego la volcamos en el papel, en cambio la poesía llega en esos instantes que no hay que dejar pasar. Un abrazo.

    Lily Chavez

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  7. Froté la lámpara de Aladino, el Genio hizo mucho humo y se me plantó delante de mi nariz y preguntó ¿qué le apetece al señor? A ver a ver... traeme un cuento de Liliana Chavez...¡y lo trajo!
    Escrito con excelencia, el final rueda como la cabeza de la sierva. Totalmente inesperado...
    Andrés

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  8. y es que cuando Lily escribe prosa uno puede perder la cabeza, saludos Carlos Arturo Trinelli

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  9. Qué fuerte ese final inesperado, me gustó leerte en un cuento de tanta garra, Lily.
    Un abrazo
    Betty

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  10. Me pareció muy logrado en breves lineas la inhumanidad del relato, donde sólo los burros y la narradora son los que se salvan, un poco. Me gustaría saber donde puedo leer tu poesía. No puedo meterme al blog. Cyberburradas (pero aquí en el sentido de falta de inteligencia, no de mansedumbre como en su cuento).
    Graciela Urcullu

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  11. Y aquí Graciela, aquí hay poesía mía si buscás en los laterales y también está allí la dirección de mi blog http://lilianachavez.blogspot.com , te tiene que dar...

    Un abrazo.

    Lily Chavez

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