viernes, 16 de noviembre de 2012

Ronit Ben Shlomo Sela



Historia de zapatos

Cuánta fe necesitan! Confianza el uno en la otra, saber que todavía se aman, aunque  no lo digan diez veces por día, como antes.
Seguridad de estar juntos en este viaje, aunque ya hace tiempo que no caminan de la mano en el estrecho sendero, solos en un mundo que es sólo de ellos, donde no hay lugar para nadie más. A veces sus manos se separan, el sendero se amplió y ya es un camino. Y hay ahora otras personas que caminan junto a ellos, sus hijas, amigos y otros camaradas.
Y dentro de ese amplio espacio ellos deben percibir el vínculo mutuo, el cordón dorado que une sus almas, aunque sus cuerpos, y a veces sus corazones, estén lejos el uno del otro, ocupados, en apariencia en otros quehaceres.
Fe en que, a pesar de que ahora no hablan mucho sobre los “grandes temas”, no es necesario hablar, porque saben. Porque el lazo entre ellos ya no necesita palabras... por lo menos, no siempre.
Y ya varias veces descubrió, perpleja, que después de haber pensado en algún tema, que la molestó y preocupó durante meses, cuando, por fín, habló con él, descubrió que llegaron a las mismas conclusiones, que él expresa con claras palabras, lo que fue difuso en su mente durante ese tiempo.
Y es necesaria la fe. Fe que cordón aún existe y seguirá existiendo. Que este es un mundo en que el amor es posible, y como en las más empalagosas películas de Hollywood, todos terminan triunfantes y felices, y no es necesario quedarse hasta el final para comprobarlo y poder respirar tranquilos.

Ella termina de vestirse y se pone los zapatos, zapatos tipo botita de cuero bordó, de modelo sencillo, con cordones. Se ata los cordones y ve que los zapatos estan un poco raspados. Decide pasarles pomada, algo que durante mucho tiempo que no hace. Encuentra en el fondo del ropero la pomada para los zapatos y mientras los lustra con el paño piensa en cuánto le gustan.
Recuerda el día que se los compró. Fue en su cumpleaños , hace ocho años. Su abuela le dio 300 shekel y ella decidió comprarse zapatos. Sabía exactamente lo que quería:  cómodos, con cierre, que fueran fáciles de poner y sacar.  Recorrió durante dos horas los negocios de la ciudad de su niñez sin encontrar en ningún lado lo que quería. Ya estaba nerviosa y cansada, mareada de tantos zapatos.
Al final llegó al negocio de artículos de cuero en el que acostumbraba a comprar en su adolescencia y allí adquirió este par, bordó con cordones. Costaron justo 300 shekel. Sintió una pizca de la conocida acritud de la desilusión, por no haber encontrado lo que quería y tuvo           que conformarse. Se consoló pensando que eran muy lindos...

Cuando salió del negocio vió otra zapatería en la vereda de enfrente que no había visto antes. Se acercó, sólo por curiosidad, y allí, en la vidriera, estaba el par de botas que eran exactamente lo que había buscado. Entró y pidió probárselas. La angustia en el pecho era cada vez más grande.
Eran increíbles. Cómodos, fáciles de calzar, justo lo que había buscado. Pidió que se las guarden, corrió de vuelta al negocio de cueros, explicó lo que había ocurrido y quiso devolver los zapatos. El vendedor no aceptó. Salió de la zapatería y le telefoneó a él. Le contó todo. ¿Y, cuál es el problema? Comprate el otro par también! Lo dijo con elegancia...
—¿Estás loco? Esos también cuestan 300 shekel...
—No importa, mi mamá dijo que ella tambien te dará 300 shekel para tu cumpleaños...
—¿Pero no es exagerado gastar 600 shekel en zapatos?
—Bueno, no es algo que hacés todos los días. Si los dos pares te gustan, si los dos son lindos, date el gusto, ¿qué hay?
Fue y compró el otro par sintiéndose despilfarradora pero tambien feliz.

Desde ese día no volvió a comprarse zapatos. Los dos pares le sirven con fidelidad, los dos le gustan, pero el par bordó, el que compró resignada  ‘por error’  son los más queridos.
Ahora, cuando les pasa el paño con la pomada, piensa cuánto puede aprender de esta historia, sobre todas las cosas que creyó querer y no consiguió y sobre aquellas que se realizaron pero no de la manera que ella esperaba. .

4 comentarios:

  1. Es curioso que la protagonista piense en un mundo previsible y seguro (y bastante más frecuente de lo que pensamos). Curiosa y buena historia de gente común, anónima.
    Me atrapó esta historia, comun y corriente Gracias.
    Graciela Ur.

    ResponderEliminar
  2. Hay la expresión de la sensación interna de la confianza y la no necesidad de palabras entre quienes se aman, y luego salta a una situación aparentemente baladí.
    Buena conjunción de los mundos que nos rodean, y cómo dos objetos tienen el símbolo de lo que se cree que uno quiere y de aquello que se realiza sin esperarlo.
    Excelente. Felicitaciones a la autora.
    MARITA RAGOZZA

    ResponderEliminar
  3. Es increíble como a partir de un par de zapatos pueda construirse tan buen relato.
    gracias!!

    ResponderEliminar
  4. El arte está en la construcción de una historia a partir de una anécdota no menor, el alma de los objetos, agradable lectura, Carlos Arturo Trinelli

    ResponderEliminar