martes, 28 de diciembre de 2010

MARIA ZAMBRANO



Pensadora, ensayista y poeta española nacida  Vélez, Málaga, en 1904. Hija del pensador y pedagogo Blas J. Zambrano  hizo sus primeros estudios en Segovia. En Madrid estudió Filosofía y Letras con Ortega y Gasset, García Morente, Besteiro y Zubiri. Vivió muy de cerca los acontecimientos  políticos de aquellos años, de cuya vivencia fue fruto su primer libro «Horizonte del liberalismo» en 1930.  Entabló amistad con importantes poetas y pensadores de la época como Luis Cernuda, Jorge Guillén, Emilio Prados y Miguel Hernández, entre otros. Finalizada la Guerra Civil, salió de España en enero de 1939, dejando atrás todo lo suyo, exiliándose inicialmente en Paris donde entabló amistad con Albert Camus y con René Char. Posteriormente vivió en México, La Habana y Roma,
desarrollando una gran intensidad literaria y escribiendo algunas de sus obras más importantes: «Los sueños y el tiempo», «Persona y democracia», «El hombre y lo divino» y «Pensamiento y Poesía» entre otros. Después de 45 años de exilio regresó por fin a Madrid en 1984. En 1988 le fue reconocida su obra con  el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Cervantes. Falleció en Madrid en 1991.  ©


Antes de la ocultación

Comencé a cantar entre dientes por obedecer en la oscuridad  absoluta que no había hasta entonces conocido, la vieja canción del agua todavía no    nacida, confundida con el gemido de la que nace; el gemido de la madre que da a luz una y    otra vez para acabar de nacer ella misma, entremezclado con el vagido de lo que nace, la    vida parturiente. Me sentí acunada por este lloro que era también canto tan de lejos y    en mí, porque nunca nada era mío del todo. ¿No tendría yo dueño tampoco?
La música no tiene dueño, pues los que van a ella no la poseen    nunca. Han sido por ella primero poseídos, después iniciados. Yo no sabía que una    persona pudiera ser así, al modo de la música, que posee porque penetra mientras se    desprende de su fuente, también en una herida. Se abre la música sólo en algunos    lugares inesperadamente, cuando errante el alma sola, se siente desfallecer sin dueño. En    esta soledad nadie aparece, nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última; el    amado sin nombre siquiera. Alguien me había enamorado allá en la noche, en una noche    sola, en una única noche hasta el alba. Nunca más apareció. Ya nadie más pudo  encontrarme.
       
Diotima de Mantinea   en Hacia un saber sobre el alma, Madrid, 1989

Lo celeste
                                         "En par de los levantes de la Aurora"

Por amplias que sean sus alas, la luz auroral que sigue al alba    es como un boquete, un lugar que tiende a absorber y ofrecer al par la inminencia de que    algo inconcebible aparezca. ¿Un ser? Un animal quizás, un ser viviente, se dibuja casi,    está al dibujarse. Un ser viviente de aliento y de pasión, un fuego oscuro por    indiscernible que luego resulta ser simplemente blanco. Un blanco inextenso, un ser sin    extensión. ¿Pensamiento? Mira tan sólo. Es una mirada, ya que la mirada de todo aquello    que se manifiesta visiblemente es lo único que no tiene extensión y, aun más, la borra.
Llega la mirada anulando la distancia, quien la recibe queda    traspasado, raptado o fijado; fijado, si es la mirada de la luz. Y cuando la luz nos fija    es que nos mira, y, al mirarnos, ¿se sabría decir lo que sucede? Y, por no saberlo    decir, se borra: no crea memoria.
Y así, de esta mirada de la luz, nace, podría nacer, ha nacido    una y otra vez un pensamiento sin memoria. Un pensamiento liberado del esfuerzo de la    pasión de tener que engendrar memoria y, en su virtud, liberado también de toda    representación y de todo representar.

 De la Aurora, Madrid, 1989

El templo y sus caminos

Unas tinieblas que prometen y a veces amenazan abrirse. Y es  difícil creer que quien recorre tal camino no se vea acometido por el tempor y un temblor    casi paralizantes. Es la luz de un viaje más bien extrahumano, que el hombre emprendía    asomándose al lado dé allá, a ese lado al cual se supuso, cada vez con mayor ligereza,    que sólo se asoman los místicos. Es la luz que se vislumbra y la luz que acecha, la luz    que hiere. La luz que acecha en la inmensidad de un horizonte donde perderse parece    inevitable, y que hiere con un rayo que despierta más allá de lo sostenible, llamando a    la completa vigilia, ésa donde la mente se incendiaría toda.

“La respuesta de la Filosofía” en Los bienaventurados, Madrid, 1990

6 comentarios:

  1. "porque nunca nada era mío del todo. ¿No tendría yo dueño tampoco?"."En esta soledad nadie aparece, nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última; el amado sin nombre siquiera".

    Densidad y hondura en las palabras de la Zambrano
    Gracias Artesanías
    Ofelia

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  2. Esto sería prosa? No entiendo bien pero sí sé, que sus palabras tienen vida y hay que hacer una lectura lenta, dispuesta, detallada para apreciarla en su magnitud. Gracias por traer a la página tantos poetas y narradores interesantes.

    Irene

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  3. Una prosa , con una belleza idescriptible, me encanta el principio del primer texto, de la luz no nacida, la música no tiene dueño´Gracias.
    amelia

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  4. La verdad que cuando se habla del Premio Principe de Asturias o de un Cervantes no es andarse con chiquitas. Sin embargo el nombre de Maria Zambrano estaba en mi mente pero muy superficialmente. Ahora, al leer estas prosa, profunda, con un pensamiento que perfuma uno entiende las premiaciones. "Llega la mirada anulando la distancia - dice María - quien la recibe queda traspasado, raptado o fijado. Fijado si es la mirada de la luz" Es buenísima sinceramente.

    Lily Chavez

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  5. Una prosa inteligente colmada de conceptos y una estética que estremece, muy bueno, Carlos Arturo Trinelli

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  6. Maravillosa María , con su incansable búsqueda de la palabra que refleje la luz, , el nacer, la mirada nueva que anule las sombras.
    Hermosa publicación.
    MARITA RAGOZZA

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