martes, 28 de diciembre de 2010

ERNESTO RAMÍREZ — Breve y pequeño ajuste de la realidad



 “Este pozo de angustias rutinarias”
últimas palabras del Loco Lugones
(del “Perseguidor de sueños”)*

Barrio de Sañoram en Montevideo (Maroñas y Flor de Maroñas), pagos de Eladio Palermo, "el perseguidor de sueños"



La realidad es una percepción que a veces es atropellada por el deseo o bien por la necesidad.
Mi retorno a Estación Sañoram -minuciosamente detallado con anterioridad*- resultó algo diferente de mi relato. Fundamentalmente por que ya no había trenes que besaran su andén desvencijado. Las vías eran un largo cantero de bordes de hierro rebosante de yuyos y de chilcas. Y si bien el pelado Barragán – el hijo, mi amigo de la infancia, que no reconocí- dormía sobre la mesa en el que otrora fuera el edificio de la estación, -ganado por el polvo y las telarañas- lo hacía descansando de una curda tempranera y nostálgica, y no en cumplimiento de su heredado y perdido cargo.
Por lo que no llegué en ningún tren que partió “veloz y sin contemplaciones” repitiendo en las ventanillas, como un aluvión de cachetadas, la imagen de mi rostro vapuleado por treinta años de ausencia. Lo hice andando desde la carretera principal donde había descendido del ómnibus interurbano que me trajo. Lo demás: la visión de los pollos de pico abierto bajo el sauzal, el cartel que anunciaba con pretérito orgullo la existencia del caserío, el encuentro con Velásquez en el boliche, la visión de las gentes recién renacidas de la siesta, y el recibimiento de mi madre, sí acontecieron tal cual lo narré.
Es inevitable que el recuerdo atesorado, acicateado por la emoción, nos depare siempre alguna sorpresa reservándose ciertas licencias. El tren había sido muy significativo en mi vida, sobre todo en mi deseo de abandonar aquel lugar, de hecho partí en uno de sus vagones. También era o había sido el sentido intrínseco y extrínseco del poblado. Por lo que no es extraño que al verme de nuevo sobre el viejo andén, se me apareciera casi tan metálico y real como antaño. Como echándome en cara el tiempo ausente y el desamparo en que mi partida y otras lo sumieron, hasta tornarlo del todo prescindible. Además la estación, desde el suicidio de Lugones, había representado el epicentro de la tragedia que para mí significaba en esos años, pertenecer al lugar. A ese pozo que el tiempo y la distancia me enseñarían a añorar al punto de volver, cargando un saco con tres décadas de baratijas, para quedarme hasta la rigidez final.
Es cierto que no ha sido fácil reubicarme de nuevo. Que muchas tardes he sentido necesidad de escapar corriendo en cualquier dirección. Y que la soledad aferrada como el tiempo a cada arruga de mi madre la han degradado a un ente maternal de funcionalidad autómata. Pero también es cierto que el calor de la gente me conservaba intacto entre sus mantas de afecto, pasando por alto mis desplantes juveniles al lugar y abriéndome sus corazones; tan inmensos como las catedrales, los muros y las pirámides que he conocido en estos largos años de ausencia.
Hoy, ya reinsertado al entorno abúlico y pueblerino. Lejos del vértigo que tanto deseé hasta que acabó centrifugándome el corazón y escupiéndolo por mis poros. Hoy, que en las siestas, lejos de morirme de parsimonia, recorro el lugar disfrutando de sus olores, de su sencillez, de sus cálidas techumbres. Hoy que paseo en soledad a lo largo de la vía, por el mero gusto de pasar, como entonces el tren, frente a la estación, me siento como una de esas chilcas que han brotado y crecido entre los rieles. Con más movimiento, sí, pero igual profundidad

5 comentarios:

  1. Este breve ajuste a la realidad me dejó envuelva en cierta tranquilidad. La voz del narrador es una voz reconocible, pausada, desusada. Es otra mirada, una mirada que me gusta, tanto como ver las chilcas renaciendo entre hierros. Un abrazo.

    Alguien ya pidió que las letras tengan un tono más oscuro, por favor señor editor si pudiera ser posible.

    Lily Chavez

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  2. Un relato cargado de una bien administrada nostalgia donde cada palabra encaja perfecta y uno recorre las imágenes como en un cuadro, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  3. LOS MENSAJES QUE ANTECEDEN,NADA MENOS QUE DE LILIANA Y DE TRINELLI, TAN ACERTADOS SIEMPRE IMPRIMEN ENTRE AMBOS EL CONCEPTO DE LO QUE SENTI AL LEER EL RELATO. GUSTOSO HE RECIBIDO ESTE BREVE Y PEQUEÑO AJUSTE DE LA REALIDAD.
    FELICITACIONES ERNESTO!

    EDGAR BUSTOS

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  4. Disfruté con la descripción tan reconocible acerca de casi todos los pueblos del interior de nuestro país, donde ha sido siempre tan importante para ellos la existen cia del tren.
    Un ajuste con la realidad es siempre un nuevo despertar.
    Saludos.
    MARITA RAGOZZA

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  5. Ernesto, "de tanto imagimar ya no sabrás reconocer la realidad cuando la tengas delante". Pero no importa, pasito a pasito te vas acercando y será antes de "la rigidez final". Reconfortante y con cuçierto asomo de esperanza.

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