sábado, 26 de junio de 2010

CARLOS ARTURO TRINELLI

Las Amigas

    Mujeres de mi vida

Conocí a Marta en la espera de una consulta odontológica. Lo primero que me llamó la atención fue una verruga colmada de pelos que, como una cucaracha, descansaba entre la quijada y un pómulo. Lo segundo fue su mágica sonrisa sin dientes que lograba que la cucaracha con pelos avanzara por su cara.
     La sonrisa sobrevino como consecuencia de que mi mirada traviesa se comportara fuera del protocolo de mi voluntad y  una y otra vez se posara sobre la cucaracha-verruga.
     Éstas singularidades humanas siempre me provocaron una curiosidad morbosa. Cuando niño las señalaba con un dedo hasta que mi madre, harta de pasar papelones, me lo retorció al límite de la fractura.
     Con una voz modulada que pareció envolverme, Marta auguró:-Hoy me colocan la prótesis y la verruga-cucaracha volvió a escalar por su cara.
     Hablamos sobre las vicisitudes de tener que visitar al dentista y cada uno mentó sus recuerdos que en el caso de ella, estaba a la vista, eran peores que los míos.
     Al incorporarse para entrar en la consulta, comprobé que todavía era una mujer hermosa parecida a Salma Hayek pero entrada en años y con una mascota cucaracha estampada en la cara. Pasó un rato en que hojeé las revistas puestas sobre una mesa ratona hasta que Marta  salió y mostró el estreno de una nueva sonrisa.
     Luego de superado mi turno ya no pensaba en Marta y su cuerpo generoso y menos en la mascota peluda que vivía en su cara. En realidad, no pensaba en nada que no fuera irme rápido como todo aquél que sale del dentista.
     Cuando abordé el colectivo confirmé que el azar impone sus reglas en el destino. Allí estaba Marta sentada sola en un asiento para dos. Volvió a sonreírme con su flamante brillo y me senté al lado de su perfil despejado de insectos y entonces me enteré que era Marta y ella supo que yo era Enrique. También me dio la dirección de su casa y me invitó a que pasara a tomar algo esa noche..
     Contesté que iría sin saber bien el por qué, es decir, en algún sitio de mi cerebro estaba la respuesta, el deseo y ella me lo prendió al asegurar que tener dientes significaba un gran estímulo sexual. Además estaba la cucaracha y el placer que imaginaba en despeinarla.
     La noche me encontró en tránsito por una calle de casas bajas y pocos árboles. El cielo brillaba negro con una luna turca (cuarto creciente) que más tarde comprendí como una señal.
     En la dirección indicada una reja me separaba de la puerta, busqué un timbre que no hallé y comencé a batir palmas. Después de varios aplausos una mujer abrió la puerta y me preguntó:-¿Enrique? La pregunta era fácil.
     Se acercó a la reja,  la abrió y me extendió una mano helada que percibí húmeda como una babosa.
-Pasá, yo soy Luisa, la pareja de Marta.
     Dispuse de un tiempo, amparado en la sorpresa que me anonadó, para observarla. Luisa era en extremo delgada, usaba el pelo recogido en un rodete que le estiraba el rostro y le exponía los pómulos confiriéndole un aire circunspecto.
     Me ofreció beber algo y detalló tantas ofertas que al terminar no pude recordar la primera. Acepté un Jack Daniels y apareció Marta vestida y maquillada como para una fiesta y noté que hasta la cucaracha-verruga había sido depilada.
     Luisa volvió con tres botellas, una de anís, otra de vodka y el Jack Daniels. Le sirvió a Marta una generosa ración de Absolut, me sirvió a mí y ella se llenó una copita con anís.
     Entonces Luisa me comentó que, para construir un destino es más importante descifrar que decidir. Yo no sabía qué descifrar ni por qué decidir pero seguro ella había notado que me hallaba confundido y eso produce una incomodidad que no se puede disimular.
-Luisa es una experta en El Libro de las Mutaciones, el I Ching, argumentó Marta con ánimo conciliador.
     Sabía de la existencia del libro pero jamás me había despertado curiosidad.
-Te quise significar, agregó Luisa, que descifrar las profecías te permiten un margen de decisión personal.
-¿Con cuál de nosotras dos querés tener sexo? Preguntó Marta con su prendedor en la cara.
-No seas apurada, la reprendió Luisa y agregó:-sabía que los postizos te iban a producir calentura. Primero vamos a consultar al derviche rufai.
     Pensé en otro libro esotérico, pensé en que deseaba irme, pensé que no iba a funcionar mi deseo de tener sexo con Marta pero sobretodos los pensamientos se impuso el Jack Daniels y ya iba por mi tercera ración.
     Luisa se retiró y nos dejó solos. Marta acortó la distancia, me tomó una mano y se la apoyó en uno de sus pechos. Yo miraba la verruga y me pareció que sonreía. En eso estábamos, la cucaracha se acercaba a mi cara y Luisa volvió precedida de un disfrazado..
-Éste es Vebbí Mehmet un derviche rufai, un cenobita exiliado de Turquía.
     El hombre tenía la cabeza rapada y el torso desnudo en donde, como escarapelas, lucía pinches atravesados en la carne. Como pantalones unas babuchas de seda transparente que dejaban ver, más que intuir, sus partes pudendas, no llevaba calzado. Me saludó con una inclinación de cabeza. Yo dije el clásico encantado y en realidad lo estaba por tener frente a mi a un genio escapado de una historieta.
     Luisa puso en manos del derviche una copa de anís que éste escanció de un trago y repitió la reverencia.
     Marta se apresuró en explicar que hacían más de diez años que vivía con ellas como consejero espiritual y carnal. La imagen del fakir acompañándolas a la carnicería casi me hizo reir pero Luisa corrigió:-Sexual.
     El derviche habló con una voz susurrada en un castellano oscuro como su piel y lleno de metáforas refiriéndose a mi presencia a la que consideraba una buena ventura por la experiencia sutil a la que me estaba prestando. Luego se clavó otro anís y todos hicimos lo propio con nuestras bebidas. El derviche aclaró un poco la voz y me ordenó copular con Marta. Dicho esto, las mujeres se arrodillaron y le besaron el miembro a través de la seda que lo cubría y que observé comenzaba a extenderse de manera desmesurada. Al menos eso creí ver obnubilado por la bebida.
     Marta se aferró a mi brazo y me condujo a una habitación apenas alumbrada con luces de color. Comenzamos a hacerlo en la pose clásica y la vida de la verruga latía en el roce con mi cara.. De pronto, sentí un cosquilleo en las nalgas, me di vuelta y el genio, derviche rufai, cenobita, o quien fuera, intentaba penetrarme con su inmenso pene. Me incorporé y lo empujé sin evitar que los pinches del pecho me lastimaran las palmas. En un rincón, Luisa, desnuda, blandía un pene de plástico.
     Huí a la carrera con la ropa en la mano y los zapatos puestos, salté la reja y todavía escuché al turco que gritaba :-¡Cagón!



6 comentarios:

  1. Ja ja...sé donde vivís querido amigo pero no sé si allí es donde se encuentran "tremendos personajes", me gustaría estar en tu cabeza, hurgando...siempre bien narrado, los personajes en el detalle. Bravo Arturito!!" Y espero que ayer hayas pasado un hermoso, hermoso día de cumpleaños.

    Lily Chavez

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  2. UY Arturo, pensé lo mismo que Lily ¿Esto le habra´sucedido el día de su cumple' ¿O fué un alucinación etílica?
    Un abrazo , amigo. amelia

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  3. No comprendo por qué Trinelli tiene que complicarse la vida en el día de su cumple... el mismo que mi hija argentina cumple el suyo, aunque un año después. Como es habitual, contado con ese humor que hace de la vida un juego cotidiano donde a veces se gana y otras se pierde...
    ¿Cómo es que dicen...? "El estilo es el hombre". Andrés + un abrazo

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  4. Feliz de la lectura de tu texto y feliz de haberme enterado de tu cumpleaños.
    Un abrazo

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  5. hubiéramos festejado tu cumple en el bar baviera, desde donde te vería pasar corriendo con tus zapatos en la mano... me enencantó. ABRAZO. susana zazzetti.

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  6. Me reí mientras leía, muy bien narrado ¡y qué imaginación! Siempre es un gustazo leerte.
    Un abrazo
    Betty

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