martes, 14 de junio de 2011

Sylvia Plath




Poeta y ensayista norteamericana nacida en Jamaica Plain, suburbio de Boston, Massachusetts, en 1932.
Procedente de una familia de ascendencia alemana, mostró desde pequeña un gran talento para la poesía, escribiendo sus primeros poemas a la edad de ocho años. Sin embargo, muy pronto presentó un severo trastorno bipolar que la condujo al primer intento de suicidio antes de los diecisiete años.  Sometida a un intenso tratamiento psiquiátrico, pudo graduarse con honores en 1955 en el prestigioso Smith College. Obtuvo una beca Fulbright para la Universidad de Cambridge, donde  continuó escribiendo poesía y conoció al poeta Ted Hughes, con quien se casó en 1956.
Su menguada salud, sumada al divorcio en 1962, la llevaron a quitarse la vida un año después.
Su obra fue reconocida posteriormente, gracias  al impulso recibido por parte de Hughes,  quien se encargó de promoverla. Fue la primera poeta en recibir post-mortem el Premio Pulitzer por el conjunto de su obra.       

De "El Coloso" 1960

Canción putesca

La blanca helada se acabó,
los sueños verdes nada valen,
tras un mal día de trabajo
llega el momento de la sucia puta:
su simple fama llena nuestra calle.
Todos los hombres:
blancos, rubicundos, negros
derivan hacia su forma desmañanada.

Fijaos, os pido, en esa boca
hecha para bofetadas
en ese rostro costuroso
sesgado a fuerza de pintarrajos, hondones, marcas,
violado por cada hosco año.
Ningún hombre se le acerca
que sea capaz de concentrar aliento
con que corcusir fuego de amor en tan fétida mueca
como apuntan
mis castísimos ojos
saliendo de charco, zanja, trago.

 Espejo

Soy de plata y exacto. Sin prejuicios.
Y cuanto veo trago sin tardanza
tal y como es, intacto de amor u odio.
No soy cruel, solamente veraz:
ojo cuadrangular de un diosecillo.
En la pared opuesta paso el tiempo
meditando: rosa, moteada. Tanto ha que la miro
que es parte de mi corazón. Pero se mueve.
Rostros y oscuridad nos separan

sin cesar. Ahora soy un lago. Ciérnese
sobre mí una mujer, busca mi alcance.
Vuélvese a esos falaces, las luciérnagas
de la luna. Su espalda veo, fielmente
la reflejo. Ella me paga con lágrimas
y ademanes. Le importa. Ella va y viene.
Su rostro con la noche sustituye
las mañanas. Me ahogó niña y vieja


Aparición

La sonrisa de las neveras me aniquila.
¡Qué corrientes por las venas de mi amada!
Oigo ronronear su gran corazón.

Conjunciones y signos de porcentaje
exhalan sus labios, como besos.
En su mente hoy es lunes: la moral

se lava y se presenta ante mis ojos.
¿Cómo interpretar tales contradicciones?
Llevo puños blancos, me inclino.

O sea: ¿es amor esta roja tela
que fluye de la acerina aguja y vuela tan cegadoramente?
Con ella haré vestiditos y abrigos,

y vestiré a una dinastía entera.
Cómo se abre y ciérrase su cuerpo:
¡un reloj suizo, y con rubíes en los goznes!

¡Ay, corazón, qué desbarajuste!
Las estrellas pasan centelleantes como agoreros números.
ABC, dicen sus párpados.
* * * * * 

1 comentario:

  1. He leído tantas veces la obra de la Plath, tantas veces me pregunté sobre ese dolor ajeno, de esos pájaros agoreros que rondaron su vida, de ese padre que la marcó tanto, de esa soledad que no podía acallar pese a sus hijos. Me da gusto encontrarla aquí, en la revista y la vuelvo a leer, una vez más para que siga impregnado su palabra en mí.

    Lily Chavez

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