Astor Piazzolla: balada para un genio
Por Diego Jemio
A veinte años de
su muerte, su nieto Daniel y su última mujer, Laura Escalada, recuerdan esa
última época de enfermedad, desafíos y obsesiones. Un recuerdo de un amigo, el
diplomático Albino Gómez y una opinión de su último pianista, Gerardo Gandini.
“Tuve un infarto y lo que más me
gusta es pescar tiburones. Tiburones bien grandes. Esos que te ofrecen lucha,
que tardás varias horas en sacar. Yo me vuelvo loco con un bicho de 140 kilos
tirando mar adentro. Sos vos y él solos. Y el peligro de caerte al mar. Voy
metido adentro de un corsé porque siempre pienso que algún día uno bien grande
me va a arrastrar. Es un desafío, como el arte: pescás o no pescás nada”.
La entrevista salió en el diario La Razón en 1985.
Astor Pantaleón Piazzolla hablaba de música, de García Márquez y de Dalí, de
sus ganas de intentar con la ópera y de lo “patético” que le resultaba oír a
tipos cantando tangos de hace cien años. Pero también mostraba, con ese relato
digno de la novela El viejo y el mar , su personalidad
desafiante. Y el efecto narcótico que le provocaba su pasión por los escualos y
por la música.
El hombre se enfrentó a la enfermedad que
lo llevó a la muerte con la misma fuerza que se necesita para darle pelea a un
tiburón. Murió hace 20 años, el 4 de julio de 1992, a los 71 años (había nacido
el 11 de marzo de 1921), pero su salud comenzó a debilitarse algunos años
antes. En agosto de 1988, tras algunos problemas cardíacos, le aplicaron cuatro
by-pass. La operación no logró disminuir la incesante rutina de ensayos,
actuaciones y giras. A los pocos meses de presentar su Sexteto Nuevo Tango, en
agosto de 1990, Piazzolla sufrió un derrame cerebral en París.
Laura Escalada, la última esposa de
Piazzolla, estuvo con él cuando ocurrió el accidente. Y lo acompañó, al igual
que los hijos del músico Daniel y Diana, en los últimos años de vida. “Cuando
lo traje de París, no sabía si iba a seguir viviendo, tanto es así que decidí
darle la extremaunción antes de partir. El voló desde Francia en una camilla,
con un pulmotor y un médico. Nunca más pudo comer por sus medios, ni hablar, ni
nada…”, cuenta a Clarín la mujer, residencia aquí y en Italia
y dirige la Fundación
Astor Piazzolla.
Los médicos le diagnosticaron lesiones
cerebrales irreversibles. A partir de ahí, fueron 23 meses durísimos, con leves
mejorías y recaídas, con una veintena de neumonías y con internaciones de
urgencia, una de ellas por atragantarse con un hueso de pollo, una de sus
comidas favoritas. Aun en esa situación de fragilidad, el músico al que algunos
colegas apodaban “El Coronel” (“porque soy un dictador trabajando”) jamás fue
un paciente manso.
Las crónicas de esos años cuentan que era
implacable con los gestos y en el uso de los pocos dedos en los que conservaba
movilidad. Los usaba para expresar su conformidad con la música que le ponían
de fondo en su habitación. O también para repudiar algunos programas de
televisión con los que querían distraerlo. No podía escuchar sus grabaciones
porque le daba mucha tristeza e impotencia no poder tocar el bandoneón.
“Fue muy terrible que le haya pasado eso a
un tipo tan genio y tan activo como él. Quedó postrado en una cama, sin poder
hacer nada. Lo visitaba una o dos veces por semana. Mi viejo iba todos los
días. Fueron dos años que nos destruyeron. Recuerdo que, cuando estaba haciendo
la rehabilitación, se miraba al espejo y se ponía a llorar”, recuerda Daniel
“Pipi” Piazzolla, músico y nieto del compositor. En una entrevista que le
hicieron en los años ‘90, cuando la agonía del maestro se extendía, su hijo
Daniel decía impotente: “Dios fue muy injusto con él. Lo de mi papá es
terrible”.
Antes del accidente, Piazzolla planeaba
giras por Río de Janeiro y San Pablo con su nueva formación, además de un
concierto como solista en el Teatro Colón, acompañado por la Orquesta del Banco Mayo.
Meses después de la trombosis, comenzaron a llegar los homenajes. En las viejas
entrevistas y en las biografías que se escribieron sobre el músico aparece, una
y otra vez, la valentía del que lucha contra un tiburón. De una personalidad
que no toleraba eufemismos ni tibieza en los juicios.
“Para dar el salto, más que estudio y
contracción al trabajo, lo que hace falta es coraje”, había dicho en el
libro Astor Piazzolla. A manera de memorias , de Natalio
Gorin. En alguna entrevista, se definió así: “Hice toda la vida lo que yo
quise, estoy bien espiritualmente, estoy mejor económicamente. Y allá están mis
ex amigos. Bueno, no ex amigos, yo los quiero, pero son tan distintos. Ellos
han tenido que seguir tocando La cumparsita . No aguantaron
sin trabajar y trabajaron de músicos, sin grandeza. Y eso es la muerte, pero
peor”.
A 20 años de su muerte, Escalada y
“Pipi” Piazzolla hablan del legado personal y musical del “Gato”. Y aparece un
gran anecdotario, que se mezcla con la historia oficial. Están los veraneos en
Mar del Plata, la infancia en Nueva York, la película que filmó con Carlos
Gardel, su fama –falsa, aseguran- de tipo irascible, la vocación de ruptura con
las rígidas pautas del tango, el quinteto consagratorio de los años 60, el
tango, la música clásica, el jazz, las películas… “En Buenos Aires, hay una
visión distinta de Astor. Piensan que tenía mal carácter y no era así. A lo
mejor, se enojaba cuando la gente lo combatía y decía que lo que él hacía no
era tango. Pero era un tipo muy niño, encantador y puritano. Así fue él
conmigo, es mi versión de Astor”, lo define Escalada. “En cuanto a su música
–agrega- nunca deja de sorprenderme. A veces, pienso en la belleza de una
armonía y en la riqueza de su composición. En Europa, se lo toca cada vez más.
Y en muchos casos con acordeón porque el bandoneón no es popular. El escribió y
trabajó para ustedes, para la gente joven. Su misión está cumplida”.
“Pipi” cuenta que no deja de sorprenderse
cada vez que viaja por el mundo. “Astor era un genio y hoy es uno de los
músicos más tocados del mundo. El mes pasado, fui a actuar a Rusia y me enteré
que allí Libertango es más popular que el Arroz con
leche . El tipo fue una pata fundamental en la música popular, la
clásica y el jazz. Y cada día es más grande”.
Piazzolla murió entronizado como el músico
de Buenos Aires por antonomasia. Pero antes, fue muchas cosas. Discípulo
indisciplinado de Ginastera, el creador incansable, el tipo que pensó que el
tango no era sólo para bailar, el que no creó escuela porque rompió el molde,
el que tuvo que escuchar que en Buenos Aires le digan “Tomátela, loco”… Es
lógico que aparezca el tiburón como metáfora de esa lucha. “Entre los grandes
me gusta encontrar el más difícil, el que no quiere salir del agua y al final
sale. Pero no le tengo miedo al mar, ni a la tierra ni a nada. Sé que me voy a
morir cuando me muera. Con el bandoneón”.
Muy triste, pero esclarecedor y que enternece. Adonde yo vivo, apenas pasa un día en que en medio otras cotidinidades, como la lluvia y los huracanes, las inundaciones y el avance de las voces fascistas, en que no salga de repente el inesperado sonido de la maravillosa música de Piazzolla.LARGA VIDA AL TANGO, VIVA TAMBIEN EL TANGO DE ASTOR PIAZZOLLA.
ResponderEliminarExtraordinario texto con el perfil más profundo, quizás menos conocido, de este genial músico de todos los tiempos. Su música y su vida entrelazada aumentó más mi admiración.
ResponderEliminarGracias, Artesanías.
MARITA RAGOZZA
Una semblanza de un grande, un innovador con talento, estudio, trabajo y auto exigencia cualidades que le aseguraron la inmortalidad, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarCada dìa es màs reconocido Piazzolla como genio musical, como renovador y conversor de la mùsica de tango en mùsica universal que se ejecuta en todo el mundo. A la música de Astor no se la puede encasillar en ningùn estilo mezquino y minimizar su resonancia y pluralidad. Fue un genio que no se pudo encerrar en ninguna jaula estilìstica.
ResponderEliminarAndrès