sábado, 6 de julio de 2013

GRITOS Y SUSURROS / INGMAR BERGMAN,

Alejo Urdaneta



GRITOS Y SUSURROS / INGMAR BERGMAN, 1973

De todas las películas del sueco Ingmar Bergman, quizás GRITOS Y SUSURROS sea la más impactante, por su tema de dura humanidad, por su planteamiento formal. El cineasta tenía el método de escribir el argumento en forma de relato, para luego desarrollar los diversos temas en busca de la unidad o totalidad. Al principio surge como una oscura corriente de agua con caras, movimientos, voces, exclamaciones... Y cuando tiene el tema ya planeado, comienza la formación del film.
Toda la producción cinematográfica de Ingmar Berman muestra un trabajo de exhausta elaboración tanto visual como temática, con el objetivo de explorar la naturaleza de la condición humana. La mayoría de sus películas se ocupa de  la soledad, la esterilidad y la angustia del alma. Sin embargo, pese a tales temas, y gracias a una acertada fotografía, las películas de Bergman capturan imágenes dramáticas de una inmensa belleza. GRITOS Y SUSURROS es una de las mejores obras del director, por su presentación visual impresionante, destinada a mostrar con profundidad psicológica el dolor tanto físico como emocional de los protagonistas.
 Ha sido altamente elogiada y admirada, y probablemente sea uno de los trabajos cinematográficos más destacados en la carrera de Bergman.
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La muerte es el centro del movimiento de los personajes. Son cuatro mujeres: tres hermanas y una criada.
 Una de las hermanas, Agnes, está en trance de morir de cáncer y es cuidada por las otras dos: Karin  y María, y especialmente por la criada, Anna.
Agnes, la muriente (representada de modo extraordinario por Harriet Anderson), es la propietaria de la finca. Aquí ha nacido y su vida ha sido un transcurso tranquilo, sin emociones intensas y sin el amor de una pareja. Ahora padece de un cáncer y espera la muerte con serenidad. Durante el desarrollo del drama pasa en la cama la mayor parte del día. Reza a un Dios que puede aliviarla, sin mucha convicción.
Karin (Ingrid Thulin) es la hermana mayor de las tres. Se ha casado con un hombre de edad y con buena posición económica y se fue a vivir lejos de la casa paterna. El matrimonio ha sido un fracaso, pero subsiste por conveniencia. Es madre de algunos hijos y no parece haber sentido la maternidad. Es una mujer controlada en sus emociones y no expresa el odio que siente por su marido. En ella se nota una nostalgia de intimidad.
La menor de las hermanas es María (Liv Ullmann), está casada con un hombre rico de la sociedad burguesa destacada en la película. Tiene una hija pequeña, mimada como la madre. María ama el placer, sin consideraciones morales.
Como soporte espiritual de las tres hermanas, está Anna (Kary Sywan), la criada de la casa. Tuvo una hija y ambas fueron recibidas por Agnes, la muriente. Entre ellas se ha establecido una amistad tácita para enfrentar la soledad. Al morir la hija de la criada, la relación entre las dos mujeres se hace más estrecha. Anna es protección y vigilancia, de cuerpo pesado y sensualidad latente.
El escenario tiene un estilo que se asemeja a lo que se nos presenta en sueños. Muebles y accesorios  de gran belleza, relojes que suenan en el amanecer, algunos mezclan sus sonidos. El único reloj que no funciona es el del dormitorio de Agnes, que enfrenta la agonía rodeada de lujos inútiles ya para ella: las cosas están allí aunque ya no las deseamos o necesitamos.
Todo se propone en el color rojo de diversos tonos. La agonía de Agnes es retratada en combinación con recuerdos de los personajes. María recuerda cómo engaña a su marido con el médico; Karin evoca el momento de la cena con su esposo, a solas, cuando se corta la vagina con un vaso roto, para evitar que el marido la busque sexualmente. También Anna, la criada,  despierta sus recuerdos de la relación amorosa que ha tenido con la enferma Agnes.

Es una película cruel y sublime. En una escena al final de la obra, la criada toma en sus brazos a la muriente Agnes, en una posición que imita La Piedad, de Miguel Ángel. El cruce de las imágenes es muy característico de Bergman: luces y sombras se alternan para crear una iluminación indirecta, como en los días nevados.
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 La escena final nos muestra a las dos hermanas y a la criada (después de la muerte de Agnes), vestidas ahora de blanco, en un paseo por el parque soleado de verano. La imagen, idílica, es una evocación del diario de Agnes, abandonado después de su muerte:
“Un día de verano. Hace fresco, como un anuncio del otoño, pero luce el sol. Mis hermanas, Karin y María, han venido a visitarme. Es maravilloso volver a estar juntas como antes, como en la infancia…”
Bergman retiene en toda su obra los recuerdos de la infancia, sometida al rigor religioso de la familia. Pareciera que en este final de la película se reconciliara con el tiempo vivido en la niñez, como para dejarnos  la frase final del diario de Agnes:
“Esto es la felicidad. No puedo desear nada mejor. Ahora, durante unos minutos, conozco la perfección…”
El tema de la película pudiera ser banal si no estuviese planteado con la complejidad psicológica del autor sueco. Un sueño, una esperanza, el temor ante la muerte de Agnes, sufrido por todas y padecido por la hermana en trance de morir, se expresan en cuadros de rojo diverso, yuxtapuestos con el juego de la memoria de los protagonistas: Esa memoria que son las grietas del olvido y dan paso al remordimiento.
Bergman dijo que el interior del alma es una membrana húmeda de matices rojos.
La música de Bach y de Chopin ofrece, alternativamente, la trágica densidad del tema y el romanticismo implícito en la piedad que merecen los personajes.
La actuación de las cuatro mujeres está a cargo de actrices amadas por Bergman, y que nos ofrecen una soberbia representación de las pasiones humanas en torno a la felicidad y la muerte.
Una gran película que destaca la presencia de la mujer, con sus matices de entrega amorosa, duda y capacidad de odio.
George Steiner dijo en una entrevista no haber comprendido a tiempo que la gran poética de la segunda mitad del siglo XX sería la del cine.


3 comentarios:

  1. Muy bueno comentario de Alejo. Un digno homenaje a la estética que enriqueció el romanticismo y donde las luces y las sombras aparecen siempre conviviendo de una manera que el realismo nunca pudo alcanzar.Gracias
    Cristina Pailos

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  2. Un artista que enriqueció mis años adolescentes y juveniles. Gracias Alejo por recordarlo.

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  3. Sería magnífico volver a ver " Gritos y susurros", ya que Alejo Urdaneta nos orienta sobre la estética de su gran director, el simbolismo del color, la música, la interioridad femenina.
    Una película opresiva, con una estética de la cual el autor de este artículo es especialista.
    Gracias Alejo. Un abrazo.
    MARITA RAGOZZA

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