sábado, 6 de julio de 2013

ERNESTO RAMÍREZ


mujer paralela

vespertina y total
como la yema del horizonte
tu sonrisa me abarca
en el atardecer rojizo y sin fe
ilusiona en sacudir el sopor nocturno
de hombre menguando el ángulo de sus días,
y estás ahí tan real y tardía
que duele la distancia de una mesa
y de éste océano gregoriano
donde naufraga el bergantín de lo posible
la espuma de la cerveza embelesa al lamer tus labios
augurando a tu boca nuevas certezas
y en la mía el vino se demora
cual placebo inútil de tu saliva viva,
mas el goce de mirarte
tangente mujer nueva y despreocupada
en algo la pena mitiga
que acumula el tacto en su agenda de pieles esquivas
tu aroma no anidará en mi almohada
ni tu carne entre mis huesos
y tus besos, bálsamos de luna llena
eclipsaran de placer a una epidermis menos invernada
pero mientras tanto estás ahí
hipotenusa reticente, musa plástica
implacable hembra en flor,
irreal de tan verdadera a la vera de mi destino
y no atino a otra cosa sino verte
verte sonreír y compartir la voluptuosa luz de tus ojos
y en la victoria de tu camisa, tus pechos
llenándose rítmicamente de vida y de pupilas furtivas
¡y tu pelo y tu boca y tus gestos!
mas no encuentro pretexto ni contexto
donde amalgamar tu reflejo atardecido y este atardecer mío
¡y te vas, claro te vas!
te levantas y te vas mujer paralela
ahuecando de sensualidad la calma de la tarde
exigiendo rienda a la vida para derrocharla desde tu cuerpo
te marchas apagando el día tras de ti
haciendo convexo mi anochecer
urgente mi destino
segando mi hez
agriando mi vino
dejándome a merced de las fauces de la noche
famélico de ti/harto de mí
con el hálito irreversiblemente rancio
y esa suerte de desgano
que siempre
sobreviene al desatino.

2 comentarios:

  1. Ah! la perpetua fantasía masculina que ve en la joven mujer la perfección, la eternidad, el bálsamo del sufrimiento...Hermoso poema, Ernesto. Pero no permitas que nadie "apague tu día"

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  2. Un canto a lo imprevisible un intento por caminar sobre la huella es el principal desatino de este poema, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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