sábado, 12 de junio de 2010

IVAN WIELIKOSIELEK
 
Residencial Mardel
 
  jovenes dream



 La vi en aquel paisaje desolador de verano en la ciudad a través de los ojos enloquecidos de ese tipo en el que me había convertido por aquellos días.  Esos ojos que son el producto directo de la pobreza y la repetición sistemática de la vida inútil que siempre degenera en asco de existir.
   Eran las dos de la tarde y yo tenía mi remera verde sudada como un estropajo sin escurrir, y también eso era un poco mi destrozado corazón de perro.  Y mientras caminaba hacia el centro por Bulevard Guzmán, la crucé en las inmediaciones del Residencial Mardel...
   Tenía una pupera negra de lycra, una minifalda bordó con lentejuelas y unos zapatos negros, y estoy seguro de que esas eran todas sus pertenencias en el mundo.  Diecisiete, dieciocho años.  No más. Entonces la recordé al instante.  Era la misma chica que noches atrás, cuando me volvía por el Bulevard hacia mi tumba, me había mirado con sus ojos verdeazulados desde una ventana del motel.  Y vi que tenía sus pómulos indios y su piel blanquísima y su pelo castaño recién lavado que le llegaba peinado hasta la cola y vi que tenía su risa de mujer acuchillada y redimida por la noche.  Y aquella siesta había vuelto a clavarme sus ojos en la sangre y por un segundo sentí en mis testículos el vértigo del infinito.
   Y nadie caminaba por ahí ni era testigo de nada, sencillamente porque nadie, excepto nosotros
dos, estaba siendo escupido a la calle por la desesperación, el tedio o la indiferencia del mundo.  Y entonces supe que ella y yo teníamos teníamos muchas cosas en común.  Sobre todo ese impulso oscuro que era mucho más fuerte que el desértico verano.  Porque ella, que desagotaba  los hombres viviendo de su belleza de veinticinco pesos el polvo, también podía salir a la siesta de azufre a buscar una lata helada de gaseosa o algún cliente a la "Esso" de la esquina.  Porque ella, usada, redimida y luego olvidada, era la mujer que más se parecía a mí en el mundo.
   Durante un momento me pregunté si en lo que iba de aquel verano habría habido en la city semejante reunión cumbre de " prostitutas del sentimienmto".  Me lamenté otra vez por ser un pordiosero, un escritor en la mala y no tener la costumbre de los prostíbulos para firmar con carne cruda, semen y sangre aquel encuentro.  Pero los dos pasamos de largo.
   Sólo la vi dos noches después desde lejos, asomada como un ángel en la ventana del " residencial".  Después desapareció para siempre de la ciudad.
   La reconocería en cualquier parte por sus ojos que se clavan en la sangre y por su minifalda bordó con lentejuelas, única en el universo.
 
  de  "Los ojos de Sharon Tate"
 
     corresponsal Susana Zazzetti

4 comentarios:

  1. Todo un alegato existencial. Muy bueno. Gracias Su, por traerlo.
    Yo , amelia , la desaparecida, entre otras cosas por mi salud.

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  2. Hay cierta similitud de estilo y una consecuencia de juventud que enlaza ( a mi parecer) la narrativa de Ivan centro Argentina y Etgar Keret Oriente Medio en la forma de ver y relatar su mundo."Los ojos de Sahron Tate" con "Extrañando a Kissiinger"
    Ivan se acopla a la lista de mis preferidos.

    Celmiro Koryto

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  3. Iván es un prosista cuyo "lápiz" tiene punta y está muy afilado. Dura lucha en una revista "bitextual", en la que se comparten poesía y relatos, para ser entendido por poetas a pesar de la calidad del modelo. Comparto las palabras de Amelia: "todo un alegato existencial".

    Felicitaciones. Andrés

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  4. Mis saludos y felicitaciones por la revista. Me gustaria conseguir un mail o contacto con Ivan, desde ya estoy muy agradecida. Mi mail es brendabajo@hotmail.com

    Brenda

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