jueves, 17 de junio de 2010

BRACELI, RODOLFO 
Tristeza


(La Raulito) Balada para decir adiós



Todas las cosas y todos los seres la besan a una cuando una está enamorada.
Todas la muerden cuando está desolada. La muerden o peor, pasan de largo.
Yo vengo olvidada del sol, desolada.
Hace hoy diecisiete años que me miré en un espejo por última vez.
Encontré entonces a una mujer con el semblante agrio, con demasiada tristeza en los párpados, con callos de rencor entre ceja y ceja.
Vi eso y me dije adiós. Adiós, en voz alta.
No quise romper el espejo para no agregarle más mala suerte a la suerte ya echada desde el día que fui parida; parida y arrojada. Lo guardé al espejo envuelto en una media en ese baúl en el que amontono las esquirlas y jirones cansados de mi vida.

Pero hoy de pronto
mi mano izquierda buscó el espejo.
Rápido lo encontró; demasiado rápido. 
Aquélla soy. Ésta soy.
¿Qué ha hecho, Dios, el tiempo con mi espalda?
¿Qué ha hecho el dolor y el dolor y el dolor?
Si me cruzara conmigo en la vereda no me reconocería.
Pero no voy a huir de este rostro que ahora
insiste en mirarme desde un cansancio sin retorno.
Me escucho decir, otra vez en voz alta:
–No me espera nadie hacia adelante. Me espera Nada.
Mis hijos no tendrán hijos. Porque hijos no tuve.
Hombre no me queda.
¿Se posó en mí alguna vez un hombre?
Nada vivo tengo
para desear para hostigar para envidiar para llorar;
nada vivo para soñar.
¿Tiene sentido que extrañe lo que no tuve?
¿Vale la pena que llore con lágrimas
por lo irreparable que me sucedió?
¿Que llore por mi piel desgarrada y gris y mustia?
¿Por mi carne fracasada?

A nadie espero; a nadie.
Nadie me espera; nadie.
El Tiempo me traspapeló en la Vida.
La Vida me gastó en el Tiempo.

¿Y si busco el rostro de mi madre?
Ay, no lo encuentro. Sólo escucho
su tos con quejido y sangre.
¿Y si voy por mi padre?
Lo único que rescato
es su mano alcohólica
soltándome en un reformatorio.

Esto es lo que queda de mí:
mis uñas no asoman, ni mis pestañas.
Estoy sola, sin estar en mi pozo.
Nadie, nadie para mirar mi soledad.
Nadie cuando aquí yo no respire.
Pero.
Pero mañana será domingo: iré, iré al partido.

Después, cuando vuelva,
¿qué haré con el silencio de mi soledad?
No importa:
pero mañana será domingo: iré al partido.

(Espejo, escucháme: después de mañana sucederá el lunes. Mi nuca ya no se alzará de la almohada. A la persona casual que le toque bajarme los párpados encarecidamente le pido que no pronuncie que en paz descanse. Mejor diga: que en gol descanse.)

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1 comentario:

  1. Crudo el texto, pero hay tantas raulitos diseminadas por el mundo que bien se merecen esta hermosa balada.

    Celmiro Koryto

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