OKUPAS
Una casa vive únicamente de hombres,
como
una tumba. Enrique Prochazca.
La casa
estuvo años deshabitada y nos instalamos multiplicándonos como verdaderos
pobres. Cada uno ocupando sus espacios. Por supuesto han ocurrido conflictos
producto de distintas maneras de adecuarse a la situación. Mi familia y yo
pasamos bastante desapercibidos y es que no ocupamos demasiado espacio y
también nos arreglamos con poco. Llevamos una vida metódica, salimos de a
ratos, no hacemos ruido. Otros en cambio gritan de noche o tienen relaciones
sexuales a la vista de todos con una moral que al menos podríamos calificar
como amplia. Existen los pasajeros de tránsito, gente que se queda una noche y
se va u otros que roban lo que pueden, o lo que queda, caños, cables, aberturas
y escapan ante nuestra mirada neutra.
Alrededor
de la casa el tiempo desbordó el progreso y quedamos sumergidos en el fondo del
cielo. De los edificios linderos caen diversos objetos inútiles y pocos pedazos
de sol. Un día llegó la demolición. No pocos murieron. Algunos escapamos.
Yo logré
hacerlo camuflado en un volquete y mi destino de araña seguirá a salvo en otro
sitio.
LA SOLEDAD ES UN
REVÓLVER ARDIENTE
La música
aturdía, el cantor desafinaba al amparo de la impunidad sonora. La cerveza
estaba caliente y el precio exorbitante. Miré a la morocha que reía y
acompañaba el ritmo de la cumbia. Ella me vio, abandonó la sonrisa y el meneo
de caderas. Se mordió el labio inferior. Me acerqué y le dije lo que pensaba
del lugar, de la música, del cantante, de la birra. Nos fuimos. Afuera hacía frío. Ella encerró a las tetas bajo
el cierre de la campera de cuero. Le di opciones, mi casa, un telo o un bar. Se jugó por el telo. Paré un taxi. En el calor del
ambiente calefaccionado volvieron las tetas. Hubo tiempo para algunas mentiras,
después la acción, después el tedio. Para vencerlo se mostró activa pero solo
lo logramos al quedarnos dormidos. Cuando despertamos era domingo igual que
cuando habíamos entrado nada más que ahora se había corporizado con la luz de
un sol pálido. Ella se bañó, yo no. Nos fuimos. La invité a desayunar. Ella un
mate cocido con leche y dos medialunas de manteca. Yo un café con una de grasa.
No hablamos mucho. Nadie lo hacía demasiado, leían el diario. Resistimos poco
sin fumar. La acompañé a tomar el colectivo. En la parada nos abrazamos con
distancia y rozamos nuestros labios. Caminé unos metros y regresé para
preguntarle el nombre. Me lo dijo con una sonrisa y el brazo extendido para
detener al bondi. Subió, no me
preguntó el mío pero se lo grité. Pareció no escucharme. Tampoco tuvo
importancia. Me di vuelta y me fui con medio domingo encima.
Una nostalgia que nos socava el alma...nostalgia por esa identidad que devastan día a día. "Una casa vive únicamente de hombres,
ResponderEliminarcomo una tumba. Enrique Prochazca.
Se te extraña Tri!!
Los nadie, los invisibles, los muertos en vida, cementerios de zombies que se extienden en las grandes ciudades. Hay muchos partidos políticos, casi diría demasiados, con teorías y prácticas a la carta de cada uno de sus miembros. Opinion no les falta; indiferencia, tampoco.
ResponderEliminar¡Bien , Trinelli!
Cristina Pailos
cada uno describe la soledad a su manera y esta esta narrada con mucha ternura.
ResponderEliminarSe extrañaba no leer las ocurrentes historias del autor. Par ami gusto, la primera. hay una original transferencia de sentires humanos a un insecto feo, con un gran sentido real en la forma de fábula.
ResponderEliminarAunque me queda lo de " medio domingo" de la segunda historia.+
Felicitaciones y abrazo.
MARITA RAGOZZA
Esa pregunta del final, que imagino "cómo te llamás?" es para mi el centro del cuento, la búsqueda de algo fijo, algo que rememorar en el reto de ese domingo...Y decir, gritar el propio como una forma de perdurar en el mundo. Muy bueno
ResponderEliminarQué buen narrador, dos relatos tan distintos y atractivos, el primero sorprende con el final y el segundo con gratas descripciones que terminan con una grata y aparente indiferencia. Te felicito, va un abrazo.
ResponderEliminarBetty Badaui
Tal vez, sea la muerte la única forma de transitar y morar los edificios y las calles, siendo la tumba el única lugar de vida, justo allí donde el nombre es lo que cobra valor y desde donde es posible reconstruir la historia personal de cualquier otro que no sea uno mismo: he allí, quizá, nuestras dos existencias: el contar y el ser contado. ElsaJaná.
ResponderEliminarme conmueven tus conceptos sobre la vida y la muerte, búsquedas, sensación de ahondar en lo que no vemos. un gran abrazo. susana zazzetti.
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