domingo, 27 de abril de 2014

Xafier Leib´s

Identidad

La muerte de su mejor amigo lo tomó totalmente desprevenido. Estaba sentado en un café, mirando un cuadro en la pared. En el cuadro se veía una pareja de contextura algo robusta. La mujer llevaba un vestido rojo y el hombre estaba de traje y corbata. Ambos miraban hacia un rincón que quedaba fuera del cuadro. Tal vez hacia una pareja asiática que estaba sentada inmediatamente a la derecha de la obra.
Pietro, el hombre sentado en el café y cuyo mejor amigo acababa de morir pero él aun no lo sabía, intentaba seguir la mirada de la pareja pintada para ver si se dirigía hacia la pareja sentada. No estaba muy convencido a causa de la perspectiva algo extraña de la pintura.
Entonces sonó su teléfono.
La noticia lo dejó pálido. Sin aire. Tanta fue su conmoción que sintió, por primera vez en su vida, las ganas de fumar un cigarrillo. Pidió prestado uno a la pareja asiática, bajo la mirada de la pareja pintada – o no (aun seguía sin poder tomar una decisión al respecto) – y salió a la calle. Parado, cigarrillo sin encender en la boca, observaba un punto perdido en dirección de la avenida. Una niña que caminaba por la acera de enfrente con un globo azul en la mano intentó seguir la mirada del hombre para comprender qué era aquello que le llamaba tanto la atención, pero no lo supo a ciencia cierta. Esa mirada extraña, tan cargada y al mismo tiempo vacía, quedaría grabada en la mente de la pequeña y muchos años mas tarde influiría de manera inconsciente en la toma de algunas decisiones importantes en su vida.
Regresó al café, pagó la cuenta y salió. Los días siguientes fueron una secuencia de llamados telefónicos, visitas, abrazos, palabras que intentaron consolar, lágrimas y un entierro bastante emotivo. Luego siguieron otros días más tranquilos, que permitieron una toma de conciencia paulatina al final de la cual comenzó a sentir ese cálido abrazo que otorga la aceptación.
La primer piedrita que vino a levantar olas en aquella laguna serena que había vuelto a ser su vida cayó al cumplirse un mes de la muerte. Estaba sentado en aquel mismo café, intentando terminar rápidamente un correo electrónico redactado en su teléfono celular, para luego poder continuar con su actividad favorita – aquella de desenmascarar la mirada misteriosa del cuadro colgado en la pared. Firmó y presionó “enviar”. Entonces se sintió algo molesto. Volvió a mirar el mail que acababa de mandar y se asustó al constatar que en lugar de firmar Pietro Stronzinari lo hizo con el nombre de Ubaldo Martino Perez. El nombre de su amigo fallecido.
Inmediatamente sintió la urgente necesidad de escribir otro correo explicando el error y cuidándose, esta vez, de firmar correctamente. Pero en el transcurso de los días que siguieron, estos errores fueron en aumento, produciéndose no solamente al escrito, sino que también cuando hablaba con alguien y debía presentarse, llegando al extremo de no responder a veces cuando alguien pronunciaba su verdadero nombre.
Este problema le hacía más de una vez pasar malos momentos, sobre todo aquella tarde en la que se presentó ante unos conocidos de la viuda de su amigo, con quien estaba empezando a tener un romance. Ante la mirada incrédula de la pareja amiga, la viuda estalló en un inconsolable llanto y se fue a su dormitorio. Aquella vez logró excusarse, explicando que aquel deceso lo había afectado enormemente. Pero cuando a la semana siguiente este pequeño error volvió a repetirse, supo que el corto romance había llegado a su fin.
Esta separación fue seguida de un largo periodo durante el cual se sintió muy perdido y confuso. Ya no estaba seguro de su verdadera identidad. Notaba que había adoptado muchas de las costumbres de su difunto amigo e incluso estaba mudando su ideología de centro-izquierda hacia una de centro-derecha, al igual que Ubaldo. De más está decir que la gente que conocía a Ubaldo no quiso tener ningún contacto con él. Lo tomaron como una falta de respeto e incluso fue agredido físicamente por un primo lejano del finado. Los que lo conocían, o mejor dicho los que conocieron a Pietro, tampoco quisieron seguir relacionándose con él, ya que estaban seguros que había perdido la cabeza y que sería prudente mantener cierta distancia.
Hubo un tercer grupo compuesto por personas que fue conociendo a medida que iba tomando su nueva identidad y quienes no sospecharon en ningún momento que de alguna manera estaban relacionándose con un muerto resucitado.
Con el tiempo olvidó por completo su identidad anterior y junto con ella, aquel enigma irresuelto de las miradas misteriosas de la pintura del café.

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1 comentario:

  1. Una constante en la prosa de Xafier, la identidad...quién es quién, disfrazado en el absurdo de la existencia.

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