domingo, 27 de abril de 2014

Carmen Passano

 La tormenta

Las melenas lacias y despeinadas de las palmeras, se agitaban anunciando la tormenta. La playa desierta, en esa noche sin luna y sin estrellas, le parecía a Aminis, un interminable pozo hundiéndose en las tinieblas.
No, no podía dormir, todo volvía a su memoria haciéndole recordar el caos en que se había convertido su vida. Al viejo marino esa noche, la mezcla de alcohol y la falta de sueño, le hacían imaginar que miles de ojos lo miraban desde el fondo de ese mar, donde había barcos hundidos, monstruos rugientes y todo un mundo que su afiebrada imaginación creaba noche tras noche.

Había llegado a las costas de Estados Unidos, con un barco de carga, cuando era muy joven, desde su Grecia natal, hizo un curso de Capitán empleándose en compañías de turismo, se sentía feliz y adopto ese país como suyo. Entre viaje y viaje, paso algunos años, disfrutando con libertad de su juventud, y de amoríos pasajeros.
Fue en aquel viaje, donde una veintena de veraneantes, querían pasar el fin de semana en aquellas islas tropicales, cuando de pronto se encontró frente a una fuerte tormenta.
Con osadía, ignoro las recomendaciones que se transmitían por la radio y se empeño en llegar como fuera, confiando en su experiencia y bríos juveniles No pudo dominar el velero, que como un barquito de papel se dio vuelta. Sintió un fuerte golpe en todo su cuerpo y no recordó nada más.
Al amanecer el canto de los pájaros en esa pequeña isla le llegaba lejano, como desde un túnel, donde el eco le repercutía en la cabeza. Poco a poco recordó… El temporal… Solo recordaba los gritos de esa pobre gente, que él arriesgo en un acto de soberbia.
La corte de las leyes marinas lo declararon culpable, le retiraron la licencia de Capitán, y desde entonces, todo fue un caos en su vida, esa vida que ya no tenia sentido.
Estuvo un tiempo perdido, vagando por los puertos, buscando trabajo de cualquier cosa. Y termino comprando y vendiendo partes de barcos viejos que muchos coleccionaban, y así reconstruyo su vida. Alquilo un cuarto en la playa, dedicando su tiempo libre en mirar su mar, fumando su pipa y bebiendo por las noches, cuando no podía dormir
Se sentía atado a cadenas que no podía romper, un gran rencor hacia ese país llamado de la libertad, rencor nacido de sus frustraciones, le hizo encerrarse en si mismo y en el alcohol.
Añoraba a su país, a su pueblo como un sueño lejano que ya no podía ser, ni el era el mismo que se fue, ni la gente que se recuerda es igual.
Miami la capital del mundo soñada, anhelada, era para Aminis un lugar igual a cualquiera.

Amira era una joven mejicana bellísima, de piel trigueña, su larga y renegrida cabellera, hacia resaltar como en un marco a un rostro perfecto. Sus ojos oscuros y brillantes, miraban con la bravura de la raza de su tierra. A los quince años decidió que se iría a Holliwood, despreciando esa fiestita de las niñas tontas, decidida a ser actriz, segura de su talento y belleza.
La bella mejicanita, se escapo una noche de la finca de sus padres, ayudada por un joven que se ofreció en pasarla por la frontera, presentándola a un personaje que se dedicaba a descubrir talentos para el cine. Así la pobre Amira, se encontró abandonada a su suerte, en un país desconocido. Sin embargo la suerte no l a abandono, una buena mujer le dio protección. y un cuarto a cambio del cuidado de sus hijos. La orgullosa muchacha, no quería volver a su casa y a su país por temor y vergüenza. Los días transcurrían tristes y aburridos y sus sueños de gloria parecían muy lejanos.
Finalmente, se las ingenio para llegar a la ciudad de sus sueños, nada le fue fácil, solamente encontró discriminación y desencantos, algunos papelitos de extra, teniendo que adaptarse finalmente a los trabajos de limpieza o cuidado de niños cualquier cosa menos perder sus principios y su orgullo.
Al poco tiempo se caso con un buen hombre mayor por los papeles, una modesta pero confortable casa, pero falto el amor, ese amor apasionado y romántico, que algún día tendría que sentir. En un accidente, dos años más tarde perdió a su marido. Destruida, sintiendo el fracaso y la angustia de la soledad, decidió volver a Méjico. Tomo un avión a Miami para pasar unos días en la playa para darse el coraje que necesitaba para volver…

Esa madrugada Aminis un poco más sobrio, pensaba que había perdido su lugar en la vida, transformándose en un paria del destino, imaginando enemigos ocultos, confabulados para que los hombres pierdan la felicidad, cuando se alejan del lugar donde nacieron. Miro, sus tesoros, chatarra acumulada en tantos años y decidió volver a ser libre y sin culpas.
El hombre no debe tener ataduras, - pensó –caminando por la playa y mirando el mar que entre la niebla, salía airoso de la tormenta.
Un reflejo de sol rojizo, se mecía entre las olas acunando un nuevo día. Prendió un cigarro, y fue arrojando uno a uno, todos sus tesoros, donde tantas cosas materiales se unían con anhelos, esperanzas y recuerdos. Cuando termino se sentó en la arena mirando ir y venir, su tiempo, su vida
Amira miraba extrañada a ese hombre con estampa de Dios griego, su corazón empezó a latir, y se sintió atraída por el desconocido, tal vez fuera su soledad; pero esa tarde tendría el vuelo a su patria y una sensación de desgano y de irrealidad, le hacían imaginar que ese desconocido la tomaría de la mano y le pediría que se quede con el.
Aminis, la vio morena, bella caminando lentamente hacia el, pensó que le hubiera gustado enamorarse de una mujer así, y terminar con su soledad.. Se imagino tomándola de la mano y sin palabras caminar, por la playa junto a ella.
Amira se acercaba, en sus cabellos morenos, el sol se reflejaba en las gotas de rocío. Se detuvo un instante, ya había cometido muchas locuras en su vida, se acordó del vuelo de esa tarde y siguió de largo.
Aminis quiso seguirla. Que podría ofrecerle el a una mujer?
 Además ya había decidido volver a Grecia; eran una locura esos pensamientos descabellados
Amira se dio vuelta, dudo, pensó en volver sobre sus pasos, pero el seguía su camino, se alejaba… Miro su reloj, ya era tarde. Lentamente el agua del mar borro sus huellas…
La tormenta estaba lejos. Sobre la playa desierta hacia unas horas, los turistas volvían con sus colores, sus risas, sus ilusiones.

carmen passano

2 comentarios:

  1. Querida Carmen un relato con pletóricas imágenes. Muchas gracias!

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  2. El destino les resulta esquivo a los protagonistas y en eso se juega la trama del relato, Carlos Arturo Trinelli

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