SONIA FIGUERAS
fue en buenos aires
a mi amiga Renée en nuestro paso por el hospital
Y el cielo se puso azul negro. Ella hubiera dicho lapislázuli, y él, qué oscuro está. Corrieron tomados de la mano como hacía tantos años atrás lo hicieran. Esta vez ella no llevaba la pollera ajustada, mas bien por el largo parecía una zíngara y él no tenía los botines con cordones, lucía zapatillas deportivas modernas.
Al llegar bajo el algarrobo, ella, rubita, ahora gordita, ojos zarcos, bajó la cabeza. Él tomó su mentón, lo alzó, la miró fijamente…y el cielo se aclaró. Ella se extasió con la hermosa noche transformada. Él disimuló el temblor de sus manos. Alcanzar el algarrobo los fatigó. Fue una carrera cargada de emociones.
Treblinka y Aushwitz los había separado. Hoy Argentina los unía, ¿para no separarse? No. Ya no más.
Hasta la liberación de Aushwitz en enero del 45, soñaba el muchacho con los ojos de ella cuando apenas dormitaba. Soportó lo indecible, pero cuando se dio la orden, corrió durante horas llevando aún en el pecho el triángulo rojo de prisionero político. Jana en cambio, pobrecita Jana, hermosa Jana, apretando su violín contra el pecho arrastraba todavía consigo la cabeza rapada, apretujada entre los que no cabían en el tren de la muerte, del que zaf, por estar desmayada debajo de otra.
Una mano generosa los instaló en Buenos Aires sin saber uno del otro hasta que la casualidad hizo que se encontraran y el algarrobo fue testigo del abrazo y del temblor del muchacho hecho hombre que se debían, fuera uno sólo, interminable.
En el encuentro dijeron al unísono jamás olvidaremos los horrores del campo, la miseria humana a la que fuimos sometidos por la caterva de “privilegiados”. Habían perdido todo, casa, dinero, familia, por la locura de un fanático y sus sumisos cómplices de las aberraciones. Perdieron todo. Todo, menos el honor. Comenzaron una nueva vida. Bela vendía camisetas por la calle en el barrio del Once. Jana cosía vestidos para las mujeres adineradas de “la cole”,
¿Y René? ¿Y los cinco añitos de René?
Otra mano bienhechora ignorante del destino de ambos, la trajo a Buenos Aires desde un convento italiano, arrancada de los tentáculos nazis, recogida en las sombras entre el miedo, los gritos y amenazas. “La cole” los reencontró. Ahora estaba René.
Los tres fueron uno.
Los tres Brunn en Buenos Aires.
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Sonia Figueras acaba de editar su nuevo libro En jeans y zapatillas, cuya síntesis publicaremos en breves días
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Sonia Figueras acaba de editar su nuevo libro En jeans y zapatillas, cuya síntesis publicaremos en breves días
Bellísimo Sonia. Felicitaciones!!!
ResponderEliminarEl libro debe ser buenísimo. Abrazo.
María
Gracias María
ResponderEliminarGracias por tus palabras de aliento. Este cuento dedicado a los padres de Reneé, tiene su continuación en un segundo, a pedido de alguien que una vez lo encontró en mi blog y me sugirió que contara sobre ella. Y lo hice.
Y muchas gracias por la oportunidad que Ester Mann y el profe Andrés El Aldao le han dado a este sencillo y doloroso cuento.
El re-encuentro signado apueta a la esperanza por la injusticia que los había separado. Al terminar de leer el cuento, la figura de Jana entra a mí con música de violín. Felicitaciones.
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