jueves, 29 de abril de 2010

PABLO URBANYI - Ciudad; problemas con el decorado

The Funnel



Pablo Urbanyi es novelista y actualmente reside en Canadá. Nació 
en Hungría en 1939 y emigró a la Argentina a la edad de 7 años. Allí se crió, se educó y adoptó la nacionalidad de ese país. Su primer libro de cuentos, con el título de Noche de revolucionarios, apareció en 1972, (Centro Editor, Buenos Aires). Su segundo libro, Un revólver para Mack, una novela policial de tono paródico, en 1975, (Edit. Corregidor, Buenos Aires). En 1975 entró a trabajar como redactor en el Suplemento Cultural del diario "La Opinión" de Buenos Aires. Allí hizo reportajes, entrevistas, notas sobre diferentes temas, crítica de libros, hasta 1977, año en que los acontecimientos políticos, o más bien militares, lo obligaron a emigrar. En Canadá escribió su tercer libro, otra novela, En ninguna parte, que se publicó en 1981 (Edit. Fundación de Belgrano, Buenos Aires) y que también se publicó en inglés en 1982 con el nombre de The Nowhere Idea, (William-Wallace, Toronto) y en francés, en 1988, como L'ideé fixe, (V.L.B., Montreal). Su libro De todo un poco, de nada mucho, una trilogía, se publicó en 1988, (Legasa, Buenos Aires). En mayo de 1992, publicó en Hungría una selección de cuentos con el nombre de A hagyaték (El legado). Ese mismo año, en octubre, apareció Nacer de nuevo, otra selección de cuentos (Girol-Books, Ottawa). En noviembre de 1992, publicó Un revólver para Mack, en francés, (V.L.B. Montreal). En 1993 fue finalista del Premio Planeta Argentino con una novela Silver, la que publicó Atlántida, Buenos Aires, julio de 1994. La misma se publicó en francés por Balzac-Le Griot éditeur en Québec y Francia, diciembre 1999. Sus últimas publicaciones son, la novela Puesta de sol, Girol Books, Ottawa, julio, 1997 y 2058, en la Corte de Eutopía, Catálogos, Buenos Aires, agosto 1999 (Segunda edición de ésta, enero 2001). Además de conferencias y lecturas en Hungría, Estados Unidos, España, Argentina, Canadá y Alemania, publicó cuentos, artículos y comentarios críticos en diferentes medios de los países mencionados. Vive en Ottawa y se gana la vida con alguna que otra beca y con la enseñanza del español.


Ciudad; problemas con el decorado
   
 La ciudad de Ottawa, Capital de la Nación Canadá, una ciudad puritana, como un escenario, funciona desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde.
    Como suele suceder con estas ciudades, por la noche, mientras los actores de la ética del trabajo duermen el sueño de los justos en los suburbios, alguna que otra calle sólo se anima con el vicio, vicio que, como debe ser, también se rige por un horario marcado por la ley.
    Entrada la noche, por una calle llamada Bank, a cuatro o cinco cuadras del centro, en las tabernas de mala muerte, alguna con música country, en los locales de juegos electrónicos, en los espectáculos destriptease, se mueven, entran y salen, se demoran en la calle, marcan el pulso de la zona, los borrachos, alguna que otra prostituta, los muchachos de pelo largo, o los cabezas rapadas, camperas de cuero con incrustaciones de metal, crestas de colores, botas militares, buscando sus destinos, que no son otros que entrar en la página de una novela postmoderna, un artículo periodístico con una foto si es posible, o en un hospital por sobredosis de alguna droga.
    A la una de la mañana, sin que nadie se haya transformado en un zapallo a las doce, esa animación se evapora. Los policías que patrullan la zona, en autos durante el invierno, a pie durante el verano, luego de haber comprobado que se cumplió la ley de Ontario que no permite vender alcohol más allá de la una, se retiran para un merecido descanso. Quizás en algún portal o rincón, se halla quedado durmiendo algún borracho o drogado.
    Y una vez más, las 9 de la mañana, la ciudad vuelve a vivir, pero a esa hora, su vida real, febril, útil, de los que trabajan y producen; los oficinistas con saco y corbata, las secretarias bien vestidas, los ejecutivos yuppis con sus portafolios que con sus tics nerviosos, aunque duden, creen saber de donde vienen y a donde van, los clientes que entran y salen de los negocios, los discapacitados en sillas de ruedas, alguna madre empujando un carrito, una escena tierna que recuerda que todavía la familia existe o por lo menos que el género humano se perpetua aunque sea con una madre soltera o divorciada, ancianos y ancianas que cumplieron su misión sobre esta tierra y que se pasean sin motivo o con la ilusión de estar vivos, ilusión que les refuerzas los cantos de los pájaros que apenas oyen, o la contemplación del bellos paisaje y el decorado que apenas ven.
    "Something is wrong, my dear", oí el comentario con un fuerte acento británico. Detenerme y mirarlas fue simultáneo. ) Qué estaba mal? Dos viejas, con vestidos claros, era verano, sombreros de paja con flores y cintas, con las carteras debajo del brazo, observaban a un borracho que con las manos debajo de la mejilla, dormía sobre un escalón de una casa antigua, reformada para una taberna striptease, cerrada a esa hora. Me pregunté si era un resto de vida de la noche anterior, una muestra desagradable, un reproche. No; la botella de ron de los baratos vacía y volcada en el suelo, hablaba de una borrachera fresca y matinal, fuera de lugar y de la hora.
    El espectáculo era lamentable, triste e indecoroso; las viejas bamboleaban la cabeza ante la travesura de ese niño y comentaban: "This is bad", "Very bad", "Really bad". Una de ellas, como por una inspiración súbita, después de dar un paso atrás y de acomodarse los anteojos, estudiar las escena con los ojos entrecerrados como un experto a una pintura, se sacó uno de sus finos guantes blancos, avanzó, y cerca del borracho, tomó la botella y la paró.
    Volvió al lado de la otra.
    "Now is better", ""Good idea", "Of, course. That bottle", comentaron y contemplaron con satisfacción el cuadro, profundamente realista, tal vez un poco tardío, gastado y fuera de moda. El pelo mugriento, revuelto, la barba roja del borracho, su camisa de leñador, también roja, era más bien una pintura para un museo.
    Sin embargo, les di la razón, ahora la botella, en su posición vertical, natural, estaba en armonía con los edificios, los rascacielos, todas las botellas y edificios del mundo que se erigían hacia el cielo, hacia Dios. Pero una pintura realista también posee su leyes propias de proporción y de equilibrio; el borracho quedó fuera, más fuera de foco que antes y se acentuó la desarmonía.
    Las viejas, pasos hacia adelante y atrás, con los ojos entrecerrados, siguieron estudiando esa pintura. Finalmente intercambiaron algunas palabras y se pusieron a la tarea.
    El peso de un borracho es casi tanto como el de un cadáver. Con un esfuerzo entre las dos, lo levantaron y lo apoyaron contra la puerta; gracias a la falta del rigor mortis, sus brazos cayeron a los costados de su cuerpo y lo equilibraron. Su cabeza quedó ligeramente ladeada con los ojos cerrados. Un hilo de baba de su boca de la que sale una voz ronca, un murmullo, "Live me alone", dos o tres veces, como un ruego o rezo.
    Una de las viejas hurga en su cartera y saca un Kleenex. Le seca la baba, unos toques más para limpiarle la barba. La otra abotona la camisa roja y que dejaba al descubierto una camiseta sucia hinchada por la barriga. Dos o tres pasos atrás y contemplaron su obra, obra que, suavemente al principio, se deslizó acelerando hacia el lado opuesto con el peligro de rodar a la vereda.
    Decir que las viejas se abalanzaron, sería exagerado; sus huesos no daban para tanto. Lo retaron cariñosamente, "Bad boy", "You are not a bam", y nuevamente pusieron manos a la obra. Contar las veces que volvió a caerse y lo volvieron a acomodar, sería inútil.
    Intercambiaron opiniones. Por fin, mientras una lo sujetaba, la otra, sacando unas chinches de la cartera, por los hombros, clavó la camisa contra la puerta: el borracho, una mariposa diurna en el laboratorio que es el mundo, se quedó quieto.
    Un último vistazo al cuadro; la camisa estirada, dejó al aire la camiseta a la altura del ombligo. Mientras se limpiaban las manos con Kleenex y se alejaban, decían: "It is not perfect but now is nice", "Really nice".
    El borracho entreabrió uno de los ojos, bostezó, estiró los brazos, saltaron las chinches, un violento corte de manga y lentamente se acomodó en la posición original.
    Antes de cerrar el ojo, intencional o no, con un manotazo volcó la botella.
    Y yo continué mi paseo en el mejor de los mundos posibles. O por lo menos el más bonito. ■


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MERCEDES SÁENZ

La Ultima Ciudad

Poema De Mirarte

El vino busca en la boca inclinada
un beso de vidrio
color ébano.
no recuerda el verso
confunde las lunas
los pies no alcanzan la rueca.
la ira no es ya
tormenta brutal
queriendo verse cómo el hombre
que –yo- sigo viendo.
un estilete cortés marcó los
hilos en el tapiz de su cara
dibujó su tierra en dónde palidecen
sus dioses oscuros en una blancura
desmedida.
Será su último día.
No existirá mañana.
Y yo lo miro…
tiemblo, también en mi copa
-creo que quiso mirar allí sus propios latidos-


me pidió que no lo toque
hasta que la muerte lo toque primero.


MÓNICA LÓPEZ BORDÓN 


Sombra Y Pájaros 

tristeza interior

Estás atada al ruiseñor de las lunas
que tiene un ritual sagrado en la garganta
Vicente Huidobro 
Escapó un pájaro prolongando su vuelo
en el peso justo de las palabras.
Desnudó cada estrella dejando
toda proeza a la piel del olvido.
En el roce del cielo
devoraba la sombra el final del camino
palpitando y dispersa
en la sentencia del encuentro. 
Atada al ruiseñor de las lunas
y dejando mis ojos en el mundo
hice de aquel pequeño hallazgo con la muerte
una liviana frase, suelta, inscrita,
por si sueño alguna vez en sus brazos. 
Sombra y pájaros escaparon de mis heridas. 
Me encontré de golpe en el intento


La aurora llega y nadie la recibe en su boca

Tristeza

Desprendida de su piel
la aurora llega
como preludio del día
hundido,
en las hojas del tiempo. 
Tiene sed de labios nuevos,
de enigmas y misterios intactos
en el pentagrama de la noche. 
Estaba la luna menguante. 
Miraba.
Miraba con los párpados de su viento
la desnudez del camino
y las bocas entreabiertas. 
-Nadie la esperaba- 
Apacible y eterna
clavó su espada, dos veces,
en los cuerpos de sangre herida.
Derramó la lluvia de todo lo vivido. 
Llegó con paso tranquilo.
Nadie la esperaba. 
EDUARDO MILEO.

 TRISTEZA

( Buenos Aires- 1953)  Libros: "Quítame estas cruces" " Tiendas de campaña" " Poemas del amor" y otros.
 
        Paisaje con pescadores
 
Mediodía de lunes.
En la costanera los
pescadores disfrutan
del sosiego.
Soleado como Dios
el día los arrulla.
Les da la bienvenida.
Nada desafuera pues
nadie canta.
 
Los diamantes del sol
caídos en el agua
reflejan el deseo
del sin trabajo.
El hilo de su luz lo va llevando.
Lo aleja de la costa.
Lo marea.
Lo tumba boca a bajo.
Zamarrea
su ebria lucidez.
El gran desocupado toca tierra.
 
         Paisaje del desamparo
 
Baja el dolor como del cielo
llega desde el mar
la sombra.
Clama como un árbol,
contra el viento.
Se levanta sin dios,
amanece sin tiempo.
Es una gota de barro
en el desierto.
 
El que está sin amor
camina lentamente.
Hasta el aire lo hiende
de astillas y plumas.
Muerde la verguenza,
mastica la desdicha,
y es la comida que rumia lentamente.
 
El que está sin trabajo
camina lentamente.
Y mira al sin amor
y lo cree sin trabajo.
"somos como dos gotas
- dice 
de sangre"
y el dolor baja del cielo
y clava su estalactita.
 
    "Poemas del sin trabajo"
 
   corresponsal Susana Zazzetti
YUTAKA HOSONO.(Japón.  1936).  

 tristeza

Escribe sin cánones, sin restricciones de ninguna índole, en absoluta libertad temática y linguística.  Anida en su expresión la palabra acompasada de ternura, aún cuando hable de rebeldías o de guerras, el poeta no abandona su sutileza.  Conserva el tono delicado, milenario de su tierra, de la cultura japonesa, que persiste a través de los siglos "como un arbolejo en tierra devastada." Obras: "En donde se agote la tristeza"  "La máscara sonriente". Susana Zazzetti
 
       Como un arbolejo en tierra devastada
 
Como un arbolejo
en tierra devastada
quiero estarme inmóvil y sentado.
Desechadas las palabras
como hojas caídas en el suelo,/
quiero quedarme sentado
aún de noche cuando corre a velocidad
un caballo bañado en las ancas
con luz de luna.
Sin embargo, aquí no llega el invierno.
Por más que las desheche, las palabras surgen sucesivas
y agitadamente,
y con un baile radiante de luciérnagas,
hacen palidecer todo a mi alrededor.
¿quién es
quién hace crecer frondosas las palabras
aunque estén rotos los troncos
y me inclina hacia los otros?
 
         El rencor
 
El soldado murió golpeado.
Murió golpeado por el cabo
que lo tiró a puñetazos,
lo forzó a levantarse
y lo siguió golpeando.
 
Finalmente, el soldado cayó de bruces
y murió.
 
Detrás de la cerca
brillaron los ojos de unos niños
entre los cuales siguen brillando
los míos.
 
El soldado murió callado,
respirando su cólera, su terror, su reclamo.
¿Cuántos soldados vivieron así?
 
Que no sea la muerte nada más que una pérdida;
que se llene el mundo con las almas
de los que mueren oprimidos.
‘’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’

martes, 27 de abril de 2010

ANDRÉS ALDAO
Historia Universal De La Bronca. Sí.

Big Bang Miedo
¿Te creés que al mundo lo vas a arreglar vos? Discepolín

En las siguientes páginas, mis queridos hermanos, seguiré buceando en el túnel fangoso de la sociedad opulenta. Y quienes van a enfrascarse en la lectura de este broncotexto, les recuerdo la inscripción en la puerta del Infierno: “Dejad toda esperanza vosotros los que entráis”. (Dante, La Divina Comedia –Infierno, III

H
ay cosas que te dan bronca. Mucha o poca, pero te dan. La gente no puede vivir sin embroncarse, sin agarrarse una bronca de órdago. En el mundo añejo de las horas lerdas, en que la siesta era una cuestión de principio, y levantarse tempranito para ir al laburo era cuestión de ética, ya existían las broncas. Pero eran distintas, más razonables. Menos complicadas, comprensibles incluso. La bronca ha ido cambiando con los tiempos. Aunque se trate de la misma piedra sin pulir que se aloja en la boca del estómago, o cerrándote la garganta, o a la salida del esfínter, las broncas posmodernas están muy extendidas. .
La gente que hace mucho tiempo no trabaja siempre anda con bronca. Las mujeres de los desocupados, a diferencia de las hembras heroicas que sabían poner linda cara al mal tiempo, tienen la bronca pintada en la facha convertida en un vergel de arrugas prematuras. Los hijos de los embroncados también arrastran la bronca despertada al ver a otros pibes y adolescentes engullirse hamburguesas de varios pisos, ir al cine cuando se les canta, comprarse adidas, bermudas, helados en verano, chocolate con churros en invierno.. .
¿Y los otros? ¿Los pibes con bronca? Se dedican a contemplar con bronca acumulada el placer gozozo de los otros, cuyas bronquitas capitales son ¿Nos llevan a Londres o a Miami? ¿A la Costa de Sol o a Mallorca? Los broncosos, por su lado, patean la redonda con furia redoblada, reventando pelotas porque la bronca se va concentrando en el dedo gordo del pie. Sí.
Los comprendo. Cuando yo nací, dicen que mi primera aparición en este valle de lágrimas la hice rojo de ira y gritando como un desaforado. Buscaron cientos de explicaciones a mi bronca precoz, a una bronca que supuestamente no tenía razones valederas, ni científicas, ni puntuales ni casuales, ni causales. ¡Cuán equivocados estaban todos, qué ciegos, madre mía! .
Un día de noviembre, en el año 1929, se me ocurrió escurrirme del vientre de mi vieja. Durante años buscaron la clave del enigma en los horóscopos, en las más estrambóticas combinaciones astrológicas. Y nada. Aunque la respuesta estaba a la vuelta de la esquina. El 24 octubre de aquel extravagante año ocurrió un hecho que nadie enhebró con la bronca visceral de quien esto escribe: el hundimiento de la bolsa en Wall Street, la gran recesión estadounidense y la crisis económica mundial.
¿Cómo un tipo normal, sensible, hijo de inmigrantes proles, que nace rojo de ira no iba a emerger embroncado en un mundo que desparramaba broncas y hambres hacia los cuatro puntos cardinales? Porque El que no llora no mama, como muy bien escribió uno de los más preclaros filósofos de la bronca, don Enrique Santos Discépolo. Sí.
¿Ahora comprenden por qué soy un experto, un perito, un desheredado de la fortuna con una bronca que podría denominar, incluso, congénita, genética, cinética? Ser un tipo atacado por la bronca me trae problemas, pero tiene sus ventajas, sobre todo en este feliz mundo posmoderno y globalizado.
La bronca puede ser causada por una úlcera (efecto) o, asimismo, puede provocar una  –o varias – úlceras (causa). Algunos dicen que es un sentimiento (como el peronismo). Otros afirman que se trata de un estado de ánimo; hay quienes recurrieron a la teoría psicoanalítica, una melange de complejo de Edipo y efluvios de Medea. Los freudianos ortodoxos explican la bronca como un fenómeno general de la raza humana, provocada por la salida de los fetos a través de la vagina de las santas madres. Sí.
No respeta raza, religión, sexo, color de la piel, ojos y pelo, estado civil, edad. Y existen numerosos tipos y clases de bronca. Tenemos la bronca familiar y la bronca entre familias (un ejemplo famoso: capuletos y montescos); o la bronca que divide a un país (Braden o Perón -antaño-; Lilita Carrió, Duhalde y Pino Solanas -los "puros"-,o la Presidenta y su marido -la "parejita impura", al decir gorila); está la bronca entre vecinos o tanos y gallegos, entre porteños y provincianos, y la del barrio norte y los de piel oscura  –cabecitas negras, bolivianos, paraguayos, descendientes de los indios¡(estos sí que tienen una bronca de siglos) –, prostitutas y travestis, gringos y marginados, charlatanes y chorritos al paso. Broncas, broncas para todos los gustos! Sí.
La lista de broncas y derivados es más larga que la guía de teléfonos de Tokio, Madrid o Buenos Aires. Incluso en el menú gastronómico hallamos broncas célebres: está la bronca calabresa, la bronca medio caballo y la bronca completa, la bronca a la parrilla o las broncas a la Rossini, el omelete de bronca y bronquitis, y broncas fritas o pasadas por agua. Repito: es un fenómeno multisectorial, universal y global. Sí.
 En todas las áreas del planeta los papeleos parasitarios del estado y las empresas, y la burocracia de cualquier cosa te toma de gil, de punto, de víctima. Te originan la bronca, o la chispa que la enciende. El verso de los que venden, cobran, amenazan, demandan; la procacidad de los políticos, los jueces, los abogados, los representantes del poder; la necedad bravucona del botón rata miserable y de toda la institución yutera; la viveza dos dedos de frente del tendero de barrio, la cajera del supermercado, el taxista, el colectivero, los que venden diarios y los que escriben en ellos, los papanatas de la televisión, los locutores de la radio y la TV, todo ese mundo adornado con lentejuelas y cintitas macramé está hecho para engrupirte, para venderte la droga globalizada, mucho más potente que la otra y para la cual no existen antídotos ni tratamientos que ayuden a superar la globadicción. Sí.
Este período, que algunos idiotas califican como  “el fin de la historia”, es una gran bronca, una bronca millonaria porque te comprime, te exprime y te revienta. Y luego te arroja a una alcantarilla denominada el hospital de alienados. Pero hay más piante afuera que adentro. Esta posmodernidad del fin de la historia te estruja, no te deja cavilar y te demuestra que pensar es un acto estúpido, porque los inteligentes del planeta globalizado elucubran todas las soluciones imposibles para todos los problemas posibles. E imposibles. ¿Y esto no te da bronca? A la larga o la corta, broncás. Broncás como un loco furioso. Sí.
Por eso la gente anda con bronca. Porque no sabe cómo salir del pozo, dar un portazo y cerrarle el paso a los que deciden por la gente; que le indican qué comer, cómo masticar, cuando ir al cine, qué programas imbéciles debe ver en la televisión, cuántas cervezas puede tomar diariamente, sistemas sórdidos para fornicar. Lo más importante es no pensar –exclaman –: deje que la XX Company se rompa el coco por usted y le diga lo que tiene que hacer. Y entonces nosotros, que muchas veces nos hacemos los giles porque no nos queda otra, nos agarramos una flor de bronca, una bronca de la gran puta  mientras la sarta de eunucos mafiosos sigue lo más campante, chapando a diestra y siniestra. Si.
¿Y saben como terminan esas broncas? En infartos, cánceres, trombosis cerebrales, separaciones, crímenes, mujeres y chicos golpeados hasta matarlos, incestos, violaciones, delirium tremens, drogas, locura, evasiones, vivir en la calle. morirse de bronca. O a veces, agarrando un bufoso calibre 45 cargándose algún reptil degenerado, que ya no le va a hacer agarrar bronca a nadie. Sí.
Y allí, en la vereda de enfrente, están los que ganan con nuestra bronca, los que la provocan, los lúbricos bastardos que sólo piensan en sus beneficios, que explotan a chicos que a gatas levantan una cuarta del suelo, que invierten en prostíbulos infantiles, que dirigen la industria multinacional de la pornografía y estimulan los más bajos instintos de la criatura humana, estrangulados por la bronca, por la bronca universal que resume la indignación, la ignorancia, la ingenuidad, el dolor y las lágrimas del mundo posmoderno. Sí.
¿Pero saben qué? La bronca es como la lava de un volcán que aparenta estar apagado, inactivo e inocente. hasta que entra en actividad. Y entonces, mis queridos hermanos, desde las entrañas embroncadas de la tierra, la lava, hirviente, ciega y furiosa, en nombre de todos los marginados y excluidos que sobreviven con su bronca a cuestas, se esparcirá, iracunda y didáctica, sobre las laderas del planeta globalizado moldeado por las multinacionales, mientras allá arriba, en el cielo celeste,  gracias a un milagro reo y prepotente se izará una bandera manuscrita con una ternura que de tan ardiente llegará a los cien grados Farenheit: «Broncudos y broncudas de todo el mundo, uníos!».  Ese día, por supuesto, va a ser declarado el día universal de la bronca, libre y soberana.
Y todos los broncudos del mundo, pues, liberados de esa piedra que nos acompaña desde que nacemos hasta que la parca nos engancha, vamos a vivir sin bronca, y la categoría bronca va a cambiar de bando: todos los que nos jodieron desde la edad de piedra hasta nuestros días van a saber qué mierda es la bronca, qué joda es la vida de los embroncados. Sí. Sí. Sí...
***

escrito hace una década, y cada día más vigente




                       ERNESTO RAMÍREZ - Autodestrato 

Calle de Mura_Barcelona
calle de Mura - Barcelona

Con el sigilo del espía
a sol y a luna
me bosqueja en la omisión de su silencio
en plena ebriedad o de resaca
le da lo mismo
el whisky a veces le intimida
pero en las resacas se agiganta
se place cual burlón mimo
y a pesar de su levedad
me tumba en la autocompasión
no dice, lo que es peor
no escucha, pues nada le conmueve
penumbrosa capacidad de no ser
y sin embargo de estar
de opacidad rellena este contorno
y asisto apagado a su desprecio
al impasible destrato
de mi espejo anochecido
de ella
turbio fiscal
yo
su reo umbrío.  
 CELMIRO KORYTO
Vista de Jerusalem
existe un punto solitario
en el pueril espacio
para detenerse
en que el cuerpo cae
y resuena
* * * * * 
antes de irme
besé tus labios
ahora
la fría piedra de agua
es rigor que me cubre
en el último golpe
de tu mirada
* * * * * 
ciegamente pisan
buscando luz
no senderos
desde el umbral
todo es desagüe
pero se adiestran a caer
y en vuelo
descubren la ausencia
 * * * * *
abrazo el cuerpo
cercado de límite
y bordo los bordes
del vacío
a mi lado
alguien respira el sueño
que enmudece mi corazón
las manos
acunan gotas
brotan sangrientas
fusiladas de herida
son lluvia rojiza
de pétalos agitados
por vientos de indiferencia
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
del llbro inédito “A Manos Llenas”

lunes, 26 de abril de 2010

ANTONIO DEL MASSETTO - Pulpo (1)

Calles de mi Ciudad

El hombre se entera que esta noche, en el Verde, hay cazuela de pulpo, así que decide no perdérsela y ahí está acodado a la barra, esperando y dispuesto a disfrutar de una buena cena ya que se trata de uno de sus platos favoritos. Aparece Romero, un carpintero del barrio. Saluda y se le sienta al lado. El hombre contesta amablemente, aunque este encuentro no lo haga feliz. Pensaba comer en paz y sabe que Romero tiene el vicio de la comunicación, práctica que el hombre no reprueba, salvo cuando intentan experimentarla con él. Efectivamente, Romero se larga a hablar y a contarle de su vida. Está realizando un trabajo importante, en la casa de una turca, viuda, que vive con tres hijas cuyas edades oscilan entre los veinte y los treinta años.
   Mientras escucha, el hombre advierte que alguien se ha sentado del otro lado, a su izquierda. Reconoce a Pierre Fontenelle, el Exorcista. Lo ha visto una sola vez, pero es inconfundible con su sobretodo negro y la polera blanca en la noche calurosa. El hombre se pregunta si volverá a repetir la ceremonia de la hostia.
   Romero, mientras tanto, sigue con su historia: teniendo en cuenta que el trabajo encomendado se prolongará bastante tiempo y que él vive solo, un mediodía la turca mayor le propone que ocupe momentáneamente una piecita en la terraza de la casa. Romero acepta. Por lo tanto se muda, trabaja, almuerza y cena con las mujeres. Una noche, tarde, se abre la puerta de la pieza donde duerme y en la claridad lunar advierte que está recibiendo la visita de la turca mayor. Tienen un encuentro muy acalorado, después la turca se va y sigue la rutina de siempre.
   A la noche siguiente, vuelve a abrirse la puerta. Romero piensa que se trata nuevamente de la turca mayor, pero esta vez la que acude es una de las turquitas. Posteriormente aparece la segunda turquita y luego la tercera. Durante el día nadie habla del asunto y es como si se tratara de un gran secreto. Romero trabaja duro, se alimenta bien, se acuesta y espera.
   El hombre oye, a su izquierda, la voz del Exorcista que recita: "La amada se desliza a través de la noche con andar de gacela y sus labios son dulces como el néctar de las flores". Aclara: "Cantar de los Cantares."
   Pide perdón por la interrupción, estira la mano por delante del hombre y se presenta a Romero: "Pierre Fontenelle." Inmediatamente pregunta si las cuatro mujeres son lindas. Romero contesta que son ardientes y que según su modesta opinión, en cuanto a mujeres fogosas, no hay nada que supere a una turca fogosa, no importa la edad que tenga. El hombre percibe que hacia la izquierda, por el lado del Exorcista, acaba de aumentar considerablemente la temperatura ambiente. Por fin llega la cazuela.
   Apresado entre dos fuegos, el hombre se resigna y empieza a comer. De pronto advierte que el Exorcista extrae una hostia del bolsillo, la sostiene en la mano y la aprieta un poco con el pulgar en la parte superior, de manera que se ahueque y tome forma de cuchara. Después introduce la hostia en la cazuela, la maneja con habilidad y consigue llevarse un buen trozo de pulpo. Se chorrea salsa sobre la solapa del sobretodo y se limpia con una servilleta de papel. Al hombre esto no le gusta nada y está a punto de ponerse un poco maleducado. Pero recapacita y se dice que nada ni nadie conseguirá arruinarle la cena, así que se dirige al Exorcista y solamente pregunta: "¿Ya no las come con vinagre?" "Según la hora", contesta Pierre Fontenelle.
   Mientras tanto, Romero sigue con su historia y confiesa que si bien la situación con las turcas le agrada, está comenzando a sentirse un poco raro, como si se encontrase apresado en una tela de araña y se lo estuviesen devorando lentamente. El Exorcista vuelve a interrumpirlo y, disculpándose, opina que en esa casa reina una enorme confusión, un gran extravío y que esas mujeres, sin duda, necesitan un guía espiritual. Por lo tanto se ofrece para efectuar una visita desinteresada a las turcas, esa misma noche si Romero lo desea. Ahí nomás le pide la dirección. Romero se hace el tonto y no contesta. El Exorcista declama: "Si entras en casa de mujer sola y esa mujer se enseñorea sobre tu cuerpo y espíritu, no deseches la ayuda del hombre sabio. Agustín, Confesiones." Vuelve a pedir la dirección de las turcas y Romero sigue haciéndose el distraído.
   El hombre, de reojo, ve que en la mano del Exorcista acaba de aparecer una cosa blanca y redonda que pretende avanzar hacia el pulpo. Entonces toma rápidamente la cazuela y se muda a una mesa. Automáticamente, el Exorcista y Romero se sientan con él. El hombre se corre hasta quedar arrinconado contra la pared. Protege la cazuela con la mano izquierda, mientras come con la derecha.
   El Exorcista insiste: "Cuando tropieces con cuatro mujeres y adviertas que sus almas están muy confundidas, acude inmediatamente a un hombre del Señor, porque él, sólo él y únicamente él podrá aportar ayuda a las extraviadas hijas del Levante. Pablo, Epístola a los Corintios."
   Romero sigue sin largar prenda. El hombre, siempre en la posición de defender su pulpo, oye la última frase de Pierre Fontenelle y se dice que esa carta, seguramente, los Corintios no la recibieron nunca. (seguirá) ●
Poemas - MARGALIT MATITIAHU


Poemas escritas en Ladino publicadas en el libro: "Asiguiendo al esfuenio", Editorial - Linteo

Enflamada

Enflamada de palabras
que suben del abismo,
que se plantan en la tierra
y llevan sinieficaciones
A lo desconosido,

Me vo ande la endevina,

Por entender ruidos de paredes,
por descubrir muvimientos
basho tejados transparantes,
por llevar a mis entranias
la sabiduria de la mente,

Por llenar mis manos vacias,
y desbrochar dolor
cubierta con vozes
de otros mundos.


Las Palabras

Las palabras
devienen madeshas
las vo despiegando
las vo rodeando
hasta que piedren su senso
locas de no ser.
Yo las amaso de muevo
y les do vivenza,
nacen a ser mi pan,
nacen a ser mi vino,
no se arugan
en el tiempo
de la zona eternel.

La Casa De La Noche

1
Son las tres despues de media noche,
los dientes van mashcando palabras
que destorban el selencio.

El tiempo se trespisa.

Un temblor pasa entre las parparas.

La noche es un gobernante misterioso
que aposa su puerpo pesgado
hasta que lo sigue el ruido de la luz.

2
En mis oidos suben ruidos de vagones corriendo,
en mis ojos cerados aparecen fachas
cayendo en un abismo lleno de demandas.

La noche se hinche de solombras diferentes
que van descubriendo
la desnudez de mis penserios.

yo arecojo las cinteas del tiempo
y las guadro dientro los vidros
de mis entranias.
 ''''''''''''''''''''''''''''
Las poetas de Artesanías literarias escriben, escriben y presentan sus libros...

JOSE EMILIO TALLARICO

Serie Símbolos de espiritualidad (33880)
 
        El loco y la hamaca
 
Uno hace como que no mira al loco,
el loco, por instantes, simula mirar.
Sobre ese acuerdo imaginario,
hamaca y loco trazan un balanceo victorioso,
enorme, contra el vacío de la tarde.
( Si bien había ojos, ojos/
que rondaban la emoción de vivir,
también la imagen que los dispersaba
rehusaba diluirse en movimientos).
Es entonces cuando el loco ríe
casi al ritmo de su cosmogonía solitaria.
Y resopla en el viento su belleza,
sus harapos contra el vacío de la tarde.
 
********
 
        El personaje
 
Arrastraba
la pena
de un escándalo
 
lo vi pasar
con manos curvas
 
sombras
que en el gabán dormían
a carencia viva
 
sin adiós
sin ganas de volar
el vuelo
habitable
de su nombre
 
con paso lúgubre
era fiel todavía.
 
   de"Ese espacio que tiembla"
 
   corresponsal Susana Zazzetti