viernes, 9 de abril de 2010

Marcelo Silvera












 Sin Título

El héroe en una caja
   
Una fría mañana, sorprendió ver el vehículo verde estacionado en la puerta de al lado.  Salir a comprar el pan como cada día se había convertido en un misterio.
  Era temprano. Ocho, ocho y media.  La vecina salió en bata a responder el llamado, ni bien abrió la puerta soltó un grito que resonó en cada rincón de la Avenida Juan Bautista Alberdi.  Los pichones que aún descansaban en los árboles de la cuadra salieron presurosos por el gutural sonido.  El más veterano de los dos visitantes extendió sus manos y le entregó una caja, dijo algo en voz baja, alzó su mano derecha hasta la altura de la frente, dio media vuelta y subió al manchado jeep.
 
  El hijo más pequeño de los Urbituria, Cristian, solía jugar en la vereda a la hora de la siesta, allí nos juntábamos cada tarde para compartir alegrías los chicos del barrio. Esa tarde él no salió.  Tampoco la siguiente, ni la otra.  Pasaron casi dos semanas desde la última vez que habíamos visto a Cristian y nadie se animaba a tocar el timbre de su casa para preguntar por él.  Los rumores paseaban por las cuadras del barrio como el aroma a embutidos.  Ese día salió.  Como si nada.  Como si el tiempo jamás hubiese pasado, saludó y pateó  la pelota como hacía cada día, el puntapie inicial.  Aunque dejó por unos segundos sin aliento a todos, largó el picadito.
 
  Fueron quince o veinte minutos de balompie sobre la "vedera", como decía el Chito.  En la esquina estaban reacondicionando una casona para convertirla en concesionaria y las chapas que cercaban la obra hacían las veces de arco visitante.  Entre el paraíso y las rejitas del cantero pasó la pelota. ¡ Un golazo!. El de oro.  Final del partido y los "Toritos" de la cuadra ganaban otra vez.  La redonda seguía girando mientras  el eterno abrazo hacía pensar que se trataba de la final del Campeonato Mundial.  Cristian salió a buscarla, callado, desde que había salido de su casa no había dicho nada, sólo jugó y metió ese zurdazo mortal.  Continuaban los cánticos y Cristian, parado sobre Alberdi, con la pelota en las manos.  No se corrió, se quedó mirando hacia adelante, ni pestañeó. El ruido de las ruedas del camión intentando frenar hizo que todos giraran hacia él.
 
  Desde que aquel militar había traído a su casa aquella caja que contenía una bandera doblada en triángulo y las condolencias, informando que su hermano mayor y único, había muerto " defendiendo la Patria", Cristian no estaba bien.
 
  Lo último que dijo fue el nombre de su hermano y sonrió.
 
    de "Monitor interior" - Villa María.
 
    corresponsal Susana Zazzetti.
 

3 comentarios:

  1. El dolor del niño trabajado en una narrativa con economía de efectos y que da justo en el blanco. Carlos Arturo Trinelli

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  2. Héroes tejidos en la trama narrativa donde los puntos se unen perfectos a una muerte común.
    Celmiro Koryto

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  3. Navegando la web encontré esto, gracias Susana por dedicarme tiempo y espacio y a quienes comentaron por sus palabras.

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