viernes, 28 de mayo de 2010

ANDRÉS ALDAO

Durmiente

¿Adónde te fuiste, Pajarito? 
(dedicado a L.M.)

La angustia de la muerte y la certeza
del cuerpo desmembrado...
Hebe Solves

Ya he escrito sobre él... Era nuestro amigo y lo llamábamos “Pajarito”. Me daba pena. Cuando nos veía jugar, la envidia, el saberse distinto, lo ponían serio. Tenía la cara flaca y estirada, con arrugas de jovato en las mejillas y las sienes. Los ojos celestes, aguachentos, como si los hubieran puesto a remojar en lavandina. La nariz delgada, todo tabique y un poco de yapa a los lados. El pelo era rubio amarillento y agresivo, que contrastaba con la blancura de la piel. Todo en “Pajarito” era módico, endeble y crujiente. Igual a la madre, una hija de tanos que vivía en un sucucho con Emilio (Pajarito), y la hermana, Elenita, un poco mayor. Nunca vimos al padre y jamás se habló del tema.
El pie derecho estaba a escuadra en relación a la pierna: una moto le pasó encima y en el Pirovano le hicieron una “cura” fiera, pobre Pajarito. Por eso rengueaba. Cuando corría daba la impresión de que saltaba sobre un pie. Siempre que jugábamos a la pelota nos miraba. Si alguien la tiraba adentro de la casa de alguna vecina cabrera, lo mandábamos a que diese la cara. Los gritos y los insultos eran todos para Pajarito. Nosotros, un poco alejados de la trifulca y formados en semicírculo, poníamos cara de circunstancias.
La calle Figueroa, en Caballito, tenía un encanto especial: en todas las primaveras aparecían bandadas de mariposas multicolores. Diariamente, alguno de nosotros se trepaba a los paraísos y cortaba ramas. Nosotros las pelábamos, pues sin las hojas el zamarrazo era fatal. Estábamos al acecho y ¡¡záz! las bajábamos de un certero y fulminante golpe. Era uno de nuestros juegos de “azar” preferidos; todavía no captábamos la crueldad de ese solaz.
Pajarito nos observaba y a veces alguien la daba una rama pelada. Él las perseguía con la piernita enclenque y casi siempre la pifiaba. Entonces se iba, ovillado en la vergüenza de ser menos.
Una mañana, Pajarito nos dijo que quería subir al árbol para cortarnos las ramas. Nos miramos: Osvaldo “el Peluca” propuso que lo dejáramos... Nos acercamos a uno de los ejemplares más frondosos: lo izamos, se tomó de una rama y fue trepando hasta pararse en ella. Comenzó a cortar ramas pequeñas y las iba tirando.
¡Dale Pajarito, dale!”, lo alentábamos. Una sonrisa le pintaba el rostro. No recordaba haberlo visto tan alegre y satisfecho, tan compinche nuestro.
Los que ya teníamos ramas nos fuimos yendo. Ubicándonos en lugares estratégicos, esperábamos las oleadas de mariposas. Hacía calor. y a Pajarito lo olvidamos.
De pronto un alarido nos aterró: corrimos hacia el árbol y allí, tirado sobre los adoquines, yacía nuestro amigo en medio de un charco de sangre. El miedo y el horror de la caída no le borraron la sonrisa. La última sonrisa de Pajarito en su primer y postrer vuelo.

No quiero volver la cabeza ni constatar, azorado, cuán rápido el sombrío garfio de la muerte se alarga, cuán pronto los pálidos cirios se multiplican... Mas la vida continua luego de la muerte, y el vaivén de lo nuevo, a despecho de esas sensaciones, se abre para los otros niños el mundo aún ignoto del placer...

Vuelto a publicar en Aserrín...Aserrán... (2008)

7 comentarios:

  1. Muchas cosas me despertó esta narrativa, una mirada desde diferentes ángulos: aquel que un tiene un problema físico y que debe convivir con él en una mundo difícil, pensé también en aquellas pequeñas cosas que pueden hacer feliz a alguien y esa ternura que resbaló por mí, a medida que leía el texto. Insisto Andrés, de tu eximia capacidad narrativa, siento que hacés lo que cada narrador debiera, estar por el tiempo que dure escribir el texto, instalado, en el personaje. Un abrazo y gracias por esta belleza.

    LIly Chavez

    ResponderEliminar
  2. !Ay , por favor, que poemazo, Dioses! La imágen me remite a un niño durmiendo sobre un pájaro azul. Toda la vergueza y la lluvia del mundo me recorre el rostro.Pajarito, cuántos pajaritos?
    Un abrazo, capitán . amelia

    ResponderEliminar
  3. Andrés, la descripción del personaje es magistral; se ve, se siente, casi se toca al transcurrir la lectura.
    Queda tristeza porque la realidad también se siente.
    Mi admiración
    Betty Badaui

    ResponderEliminar
  4. Quiero agradecer las buenas palabras de los lectores, a Liliana, a Amelia, a Betty por la sensibilidad de los comentarios. Escritoras y poetas, sus opiniones tienen un valor muy particular. Muchas gracias.
    Andrés

    ResponderEliminar
  5. Andrés me tomé el atrevimiento de escribir un poema a Pajarito. Aunque ya lo conocía, el leer el capítulo en forma aislada, como si fuese un cuento, me produjo una emoción que no me permitió expresarme de otra manera. De paso me di cuenta de que cada capítulo de sus novelas puede constituir un cuento, o una pequeña narración en sí misma. Cariños,
    Ofelia

    PAJARITO

    Sobre fragmentos de piedra
    miraba correr un río

    Sobre débil barcaza
    con sus pequeños huesitos
    pretendió a la mariposa

    aferrado a su costado
    sintió el vuelo de los pájaros

    Que pena tiene el jardín
    de marchitas alegrías
    cuando devela los sueños
    junto al camino del mirto.

    Que pena tiene el verano cuando adormece su canto
    entre fragmentos de piedra donde se filtran historias
    y se escapa el alma mía.

    ResponderEliminar
  6. Ofelia: te has tomado un "atrevimiento" muy ponderable y grato. No se trata de atreverte si no de compartir una sensación, una tristeza, un sentimiento que has transformado en poema...
    Te lo agradezco desde el fondo del alma.
    afectuosamente, Andrés

    ResponderEliminar
  7. Loco, el primer "Pajarito" renquea, vuela, cae y sangra en las retinas de mi memoria, con su virtuosismo todavía no tan pulido, pero a pesar de eso y tal vez, justamente por eso, emocionado y emocionante como las bandadas de pajaritos de barrio.
    Abrazo,
    Sañoram.

    ResponderEliminar