jueves, 8 de septiembre de 2011

JAIME KOGAN: UN HOMBRE DEL TEATRO (por José Judkovski)


JAIME KOGAN


Dedicado  a dos Maestros:
José María Monner Sans y Luis Ordaz


Nos preguntamos: ¿qué es un director de teatro? ¿Cuál su rol? Su trabajo “no se ve”.  Mas aun, finaliza cuando se levanta el telón, se inicia la representación y ocurre el esperado encuentro entre público y escenario, generando emociones diversas.

Para respondernos, recurrimos a la claridad del teórico y maestro ruso Naftole Bujvald : “ la tarea de un director teatral consiste en transformar la letra muerta de una obra escrita en una representación viva”

Entonces podemos apreciar el enorme trabajo del director teatral, desentrañando el espíritu de la época, los caracteres de los personajes, planificando puestas, “corrigiendo” el texto del autor, si fuere necesario, asumiendo la máxima de Pedro Henriquez Ureña: “Cada generación debe traducir su Homero”, transcreándolo a su tiempo y espacio. Sin evitar “oir” al autor dentro del entorno en el que creó su narrativa para conservar vivo el alma del texto original.

¡Qué enorme tarea!  ¡Tamaña responsabilidad!
¡Así fue Jaime Kogan!

Luis Ordaz lo recordaba como dueño de una demoledora capacidad creativa, asediando a actores, escenógrafos, músicos, coreógrafos; provocándolos con nuevas informaciones, incluso periodísticas, con el firme propósito de integrarlas a la representación.

Así ocurrió en su genial puesta de la obra de Megan Terry: “Viet-Rock” procesando informaciones de periódicos y revistas de la época referidas a la guerra de Vietnam y a las repercusiones en el  pueblo norteamericano. Pero no solo resultó su primera puesta en su querido Teatro Payró (1968) desde que asumió la dirección artística  de esa mítica Institución teatral, sino quizás la primera propuesta teatral de vanguardia en nuestro País. Junto al descarnado alegato, adoptó el vodevil y la música sincopada, música creada y dirigida por Jorge Schussheim e interpretada por un joven conjunto de rock: “Manal”, logrando con ello una inigualable imagen visual del antibelicismo.
Idéntico resultado logró con la puesta de la obra de Eduardo Pavlovsky: “El Sr. Galíndez”, donde con extraordinaria maestría no muestra la tortura vívida, pero sobrevuela  durante la representación  la amenaza de la tortura en toda su perversión, convirtiendo  la muestra en un clásico internacional.

¿Quién y cómo era Jaime Kogan?
Pantalón y camisa “Coppa y Chego”, alpargatas, trepando y bajando del escenario con felina agilidad, creando y recreando, sin pausa ni pudor alguno, todas las opciones posibles de la futura representación.  sin temor a equivocaciones y errores.

Creía firmemente en la absoluta  autoridad del director, convencido que el teatro es un arte que fusiona distintas disciplinas artísticas: literatura, plástica, música, danza, escenografía, iluminación, periodismo, siendo tarea indelegable del director, presentar al actor desentrañando los caracteres esenciales del personaje y su entorno.

Cuando  en el año 1967, asume la dirección artística del Teatro Payró, reemplazando a su fundador: Onofre Lovero, lo precedía una sólida experiencia obtenida en una gran Escuela: el Teatro IFT, formándose junto a figuras señeras: Saulo Benavente, Carlos Gandolfo, Hedy Crilla, Atahualpa Del Cioppo, con quienes aprendió que el Teatro no es solo un simple entretenimiento sino que es un arte provocador, amenazador. No por casualidad  hombres como Sófocles y Moliere fueron perseguidos en sus épocas.

Ya en su primer año de dirección, concretó ocho puestas: siete de autor nacional y la mencionada “Viet-Rock”.

Director y alma mater del Payró durante tres décadas, hizo que Buenos Aires conozca junto a Ibsen, Brecht, Chejov, Pirandello, a notables autores argentinos hasta entonces no reconocidos: Ricardo Monti, Agustín Cuzzani, Enrique Silberstein, Mauricio Kartún, Roberto Arlt, solo por nombrar algunos. Siempre ajustándose estrictamente a la sentencia del inolvidable cineasta: Luis Simón Saslavsky: “lo popular no debe jamás estar exento de rigurosos valores estéticos y emocionales”.

Por ello, nunca aceptó que el Teatro se dirija solo a elites intelectuales sino al pueblo en general.

En 1987 presentó,  en su carácter de “regisseur operístico” , la obra de Bertold Brech y Kurt Waill: “Ascenso y caída de Mahagony”, considerada la puesta mas importante ocurrida hasta entonces en la historia del teatro de nuestro Pais y Latinoamérica.

No descansaba nunca. No soportaba la idea del “franco” de una sala teatral. Fue así que decidió utilizar el espacio Payró los días lunes, creando el famoso “Encuentro con la nueva  canción”, dedicado exclusivamente  a : tango, folklore, jazz, rock. Allí actuaron personalidades como: Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, el dúo Federico-Grela, el “Mono” Villegas, la “Porteña Jazz Band”, una jovencita Mercedes Sosa y tantos otros, logrando con ello, un extraordinario aporte para la música popular.

Jaime Kogan había nacido en Buenos Aires el 5 de noviembre de 1937 en el seno de una muy humilde familia, donde su padre: Don Abraham Kogan, un sastre “remendón” de profesión, lo inició en la lectura de los clásicos de la literatura universal, libros que obtenía para su hijo en la Biblioteca Popular de Nazca y César Díaz .

Luis Ordaz, su gran admirador, lo recordaba como un hombre valiente, donde en periodos duros y violentos en el País, jamás aceptó la autocensura.

Falleció el 31 de julio de 1996. Se cumplieron 15 años.

En el diario “Clarín” del siguiente día, Gerardo Fernandez firma una nota bajo el título: “Final de partida” diciendo: “La muerte de Jaime Kogan adquiere para el Teatro en particular y para el Arte y la Cultura en general, las proporciones de una catástrofe nacional…”

Quizás Fernandez, al escribir estas palabras parafraseaba a Aníbal Troilo quien al ocurrir el fallecimiento de Homero Manzi dijo: “Fue mas que un poeta, fue un acontecimiento”
Nuestro respeto y agradecimiento permanentes.

Buenos Aires,  3 de septiembre de 2011

José Judkovski
Académico de Número
Sillón “Angel G. Villoldo

1 comentario:

  1. Nuestro respeto y agradecimiento permanentes son las últimas palabras de este justo y sentido artículo. Mientras lo iba leyendo , sentía exactamente respeto, agradecimiento y el recuerdo de mis puntuales asistencias al Pairó, al Ift como de tantos otros nombres. Creo haber visto todas las obras dirigidas por Kogan. Aquello era también una verdadera escuela del espectador.
    Gracias por este texto
    Cristina

    ResponderEliminar