sábado, 24 de septiembre de 2011

ALEJANDRO MACIEL



 

Carta a mi prima lucía


Querida prima:
No sé por qué pero cada vez que me siento perdido, te encuentro. Hay cosas que permanecen. Otras se van de nuestras vidas sin que sepamos cómo ni cuándo. ¿Hay belleza en el mundo, Lucía?
Septiembre y los lapachos.
Un balcón de hierro forjado que da a un crepúsculo.
La reunión de amigos, de noche, en la playa: todo es poesía.
¡Cuántas veces te extraño! ¿Por qué tuviste que elegir Buenos Aires para vivir?
Cataclismos de tornados, terremotos, aludes. Gente que aparece en las crónicas periodísticas levantando una mano al cielo mudo.
Las fieras que para sobrevivir, matan a los indefensos en el plan de la madre naturaleza.
La gloria transitoria que enfrenta a los hombres eternamente: nada es poesía.
¿O la poesía es apenas un pretexto para nombrar a la muerte con un seudónimo?
¿O la poesía es un pretexto para no hablar con crueldad de la verdad?
¿Te acordás cuando nos imaginábamos qué sería el amor, en las siestas?
Vos me decías que el amor es lo único que puede hacernos perfectos como los dioses.
¿Perfectos, Lucía?
El amor nos hace mezquinos, violentos, egoístas. Buscamos en otro cuerpo las perfecciones que no encontramos en el nuestro. Me enamoré, pero de algo vacío, sin vida. Me enamoré de una imagen. ¿Acaso amamos otra cosa?  Me enamoré de una fotografía, de un reflejo, de la piel angora de un gato que estaba entre las piernas de una chica en una foto que tenía Almar Torrent.  Intuyo cosas extrañas, que esa piel se purificó al contacto con la húmeda entrada de la muchacha. El sexo  sanea todas las culpas, procura felicidad, otorga éxtasis. El sexo abre las puertas del cielo, expulsa a los ángeles que están blandiendo espadas flamígeras.
Casi todas las noches sueño con el gato, huelo la suavidad de la pelambre angorada, acaricio el color gris plateado donde está impreso el sexo de la mujer perfecta que lo tuvo en su hueco.
El amor puede ser la imagen de un juguete olvidado. Nos enamoramos de una mirada hasta que descubrimos que son dos ojos, nada más.
Pero dos ojos que son capaces de sostenerse solos en el vacío, de sacarnos de la soledad, y seguir mirándonos fijamente, sin parpadear hasta en presencia de la muerte.
Vos me decías que se quiere con el corazón. No es cierto.  Se ama con el cuerpo. La carne poco a poco presiente su decadencia y se enamora de otro cuerpo que no necesita alimentar y cuidar, ni mantener con vida.
Hasta que también descubrimos que le llega la carcoma del tiempo.
¿Y si únicamente amáramos la eternidad? ¿Si sólo quisiésemos estafar al tiempo?
¿Y si únicamente deseáramos la eternidad? Y como todo lo humano sucumbe a la destrucción, ¿por qué no amar lo perpetuo? En vez de besar esa piel de la mujer  que será pasto del estrago, ¿por qué no besar un mechón de cabellos, un zapato, un corpiño para rozar lo indestructible?¿ Aquello  que permanece a pesar de los cambios?
La pasión es un don prohibido porque nos puede hacer iguales a Dios. Tienta a lo absoluto. No tiene medida, no cede, no transige. Con pasión podemos adorar sin saber que odiamos. La pasión es el último don de Dios: una criatura siniestra que sólo vive para combatirlo. La pasión ofusca todo. Confunde. Oscurece la luz que toca; ¿viste alguna vez la mirada de un fanático? Está más allá de cualquier razón. ¿Te acordás de San Miguel Arcángel? En la iglesia nos quedábamos mirándolo. Yo te preguntaba cosas pero nunca desciframos del todo lo que significa el perdón para Dios. ¿Quién es el bueno y quién el malo en la jugada sagrada?
El lancero hunde la jabalina, el herido, aplastado, sufre. El Arcángel está dominado por la pasión, Lucía. No le importaría estar pisoteando al mismo Dios.
¿No se habrá equivocado Dios con la belleza? Satanás fue su obra más hermosa y perfecta. No padeció la tentación de Adán. No fue hecho de barro sino de luz y ya ves, terminó siendo su más encarnizado rival. ¿No lo amaría más que a los demás? ¿Pensaste alguna vez que el amor de Dios puede ser terrible, despótico, criminal, desmedido, terrorífico? El amor nos da o nos devuelve poder. Dios quiso tener esclavizada a la belleza. Y no lo consiguió, pero todo acto de amor insiste, vuelve a intentarlo. A menos que reneguemos de la prisión huyendo de los cuerpos. Tal vez el amor no sea más que un juego para destruirnos unos a otros inocentemente…

Alejandro Maciel
(Fragmento de "La pasión según san ateo")



1 comentario:

  1. Inocentemente el anticristo aflora como la antítesis del amor. Una carta fuera de fecha y de tiempo pero bien escrita.

    Celmiro Koryto

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