martes, 19 de abril de 2011

ESTER MANN - un vivo de todos los tiempos




Subió al primer colectivo que iba en esa dirección, pagó y se sentó atrás, lejos del conductor, donde no había otros pasajeros, para no ceder a esa necesidad de hablar, de reírse, de recibir simpatía humana. 
Cuando el vehículo dobló, se bajó por la puerta trasera y se dispuso a caminar las siete u ocho cuadras que lo separaban de la pensión. La piecita la había alquilado hacía ya dos semanas y tenía allí algunas pocas cosas, lo que pensaba llevar.
Podía obligarse a callar, a caminar normalmente, como cualquiera de las personas que andaban a a su alrededor, pero no podía evitar pensar y repensar en lo que había pasado.
Tenía que tener cuidado, en estos casos siempre el amigo, el novio o el marido son los primeros sospechosos. No pudo reprimir una carcajada y la mujer que caminaba atrás suyo apuró el paso para mirarle la cara. El le hizo una mueca y la mujer –bastante joven- miró para otro lado y lo adelantó. Es que era cómico, el cliché de las psicólogas, trabajadoras sociales y  feministas de todo tipo era cierto: el culpable, el violador, golpeador e incluso asesino siempre era alguien conocido, el marido, el novio, el amigo. –Yo entro en la categoría de amante amigo, pensó, -pero bueno, por lo menos no la maté, sólo unos golpecitos, unos dientitos perdidos, un ojito negro, ja, ja, tal vez hasta le rompí algun huesito a mi amor.
Entró a la pieza y se cambió, guardó el dinero que esa mañana había retirado del banco,  puso en el bolso la ropa más nueva, sus documentos, pasaporte incluido –qué inteligente había sido al sacar el pasaporte hace unos meses, se dijo- y ya estaba listo. La ropa que había usado la puso en una bolsita de nylon para tirarla.

Se sentía bien consigo mismo, había actuado como un lince, todo previsto y solucionado y a iniciar una nueva vida en cualquier lugar del planeta. Brasil por ahora estaba bien, ya había reflexionado en el asunto, nada de grandes ciudades, alguno de los pueblitos perdidos en el que se necesite un maestro. No le importaba volver a enseñar a leer y escribir. De todas formas la literatura lo tenía podrido, le había traído solo malasangre. Y todo por esas guachitas que lo provocaban…Pero ésta pagó por todas, no era tan necio como para matarla, pero esta paliza no se la iba a olvidar asi nomás; toda la vida la recordaría, y cada vez que conociera a un tipo se preguntaría si también resultaría pegador.
¡Mocosa imbécil, creyó que iba a llevar a un hombre de 40 años por la nariz!¡Pensó que ella con sus 16 pirulos iba a estipular las reglas del juego…!
No era la primera mocita que él se tiraba ni sería la última, ya las tenía caladas desde el primer día de clase. Iba tejiendo su red y para semana santa ya había volteado a la elegida de ese año. Ah! Eso sí, tenía una norma: nunca más de una por curso, había que cuidarse de los chimentos como del diablo.
Pero ésta le salió rebelde, la muy estúpida quería casarse con él. Y no quería atender razones, lo amenazó con denunciarlo. ¡ Necia, gansa, chiquilina!
Primero, mientras preparaba el camino de la huida, le siguió la corriente y hoy, cuando ya tenía todo preparado, le dijo que no pensaba casarse ni con ella ni con nadie. Que si creía que esta relación había sido algo serio para él, estaba loca. Y cuando se puso pesada la empezó a cascar, no con rabia ni odio, sino con método, rápido y contundente, hasta que la nena perdió el conocimiento. La dejó en la pieza del hotel y se fue. A las dos horas la van a encontrar, pero hasta que pueda hablar él estará volando sobre Buenos Aires.
Así eran las mujeres, era parte de su herencia genética: atrapar un macho para que las fecunde y repetirse  hasta el infinito. Pero no con él, que se buscaran a otro tarado…

Salió y cerró con llave. Aunque no había dejado adentro casi nada, no quería facilitarle las cosas al gallego roñoso que dirigía la pensión.
Se abstuvo de viajar en taxi, no quería dejar hilos sueltos. Se tomó el colectivo a Nuñez; primero volaría a Montevideo, después de allí adonde la inspiración lo llevara.  Seguramente sería Brasil, pero también podría viajar a Venezuela, Perú…Toda América Latina estaba ante él, la veía como en una maqueta desplegándose ante sus ojos.

El dinero que hace unos años había comenzado a ahorrar, sin saber exactamente con qué finalidad, ahora se revelaba como una pegada: otro de sus aciertos. Sonrió y pensó con satisfacción que entre sus cualidades no figuraba la modestia; no.
Se puso en la cola para comprar el pasaje, había un avión dentro de 80 minutos, ¡otro golpe de suerte! Mientras esperaba se sentó en la confiteria, comió con gusto un triple tostado y se tomó una cervecita. Bueno, hora de abrir las alas y empezar a volar...

No vió a los dos canas que entraron en el recinto en ese momento, ni se dio cuenta que estaban pidiendo documentos a los  dos o tres hombres jóvenes que esperaban el vuelo, como él.
Cuando ya estaban a su lado y uno le extendía la mano pidiendo los documentos, cayó en la cuenta que le estaban quebrando las alas antes que atinara a desplegarlas.
Despues de todo, la minita no había sido una paloma…

Ester Mann

8 comentarios:

  1. Ester, me encanta como te "calzas " el personaje. Me encanta tu narrativa , siempre se saca un aprendizaje de ella.
    Abrazo.
    amelia

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  2. Como una flecha directa al centro del blanco, al decir de Horacio Quiroga, se desarrolla este cuento económico en descripciones pero en constante movimiento hasta el final, Carlos Arturo Trinelli

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  3. Siempre admiro tus textos Ester, también esta vez, sólo que en mi deseo íntimo esperaba algo más fuerte para el final...para ese personaje que como dice Amelia lograste calzarte tan bien. Un abrazo. Siempre tus escritos son bienvenidos

    Lily Chavez

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  4. LOS NÚMEROS DEL HORROR

    Treinta y dos mujeres fueron asesinadas en los primeros tres meses del año en todo el país, en la mayoría de los casos por sus parejas o familiares, de acuerdo con un relevamiento del portal Artemisa.
    El relevamiento determinó que en enero ocurrieron ocho homicidios, en tanto que en febrero y marzo fueron muertas 12 mujeres, respectivamente. Según el informe, nueve mujeres fueron asesinadas con armas de fuego, ocho rociadas con alcohol y quemadas, seis a golpes, una asfixiada y ocho apuñaladas. Además, de las 32 víctimas fatales cuatro eran adolescentes de entre 16 y 17 años. Las cifras fueron difundidas por el portal de noticias con perspectiva de género Artemisa y surgieron de las informaciones publicadas en los principales diarios y agencias de noticias nacionales.

    Esta nota apareció en Página12 del día de hoy. Ester fue benigna con los cobardes y frustrados golpeadores de mujeres, pero no es ella la que debe dar pautas de justicia. El relato denuncia a este gravísimo delito machista.
    el editor

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  5. Ester este relato casi manso esconde el desequilibrio machista pasional malvado de la fiera humana que como una peste se esparce por el mundo.
    Me gusto el texto rápido de léxico claro y porteño pulido y con una mayor madurez en la letra.

    Celmiro Koryto

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  6. Me impresionó lo bien que te metiste en un personaje nada fácil y te pudiste mantener ahí hasta el final.
    Me gustó
    Cristina

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  7. Desde el vamos y sin titubear, no le perdes pisada al personaje: lo patentás de inmediato con esa característica del golpeador que busca tras su simpatía la aceptación social. Y sos una maga, envolviendo la atención detrás del pañuelo debajo del cual aparecerá la paloma junto a la cana. Dotás al relato de una justicia que tan pocas veces llega. Me hizo pensar en esos autos que arrancaban a manija ¿te acordás? Parecía que no pasaba nada y de golpe, arrancaban a todo motor. El paseo por tu relato doloroso de colección ha sido muy placentero. Abrazo. ElsaJaná.

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  8. HOLA ESTER, muy buen relato, yo a veces me canso cuando son muy largos, será que no tengo pasta, espalda o tranquilidad como para leer desde la compu. En este caso me atrajo el tema''los derechos maltratados de las mujeres, mas aún de una adolescente ''. La continuidad de este relato simple va atrapando y uno quiere más, esta vez me resultó corto. Felicitaciones. marta comelli

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