sábado, 9 de abril de 2011

CARLOS ARTURO TRINELLI – la quimera del oro – 10 de abril



Estas ficciones referidas al oro fueron escritas cuando en Esquel el pueblo jugaba su futuro. Parecía una lucha desigual entre el gigante minero Meridian Gold y los pobladores organizados en asamblea permanente. La lucha devino en un plebiscito no vinculante en marzo de 2003. El NO a la mina  se impuso por el 80%. Entre las formas de lucha se crearon páginas de Internet con información ignorada por los medios cómplices, en una de ellas, Oro Sucio de Puerto Madryn fueron publicados éstos relatos como una humilde contribución a la causa en contra de la minería a cielo abierto


Por Carlos Arturo Trinelli
Boulogne, Buenos Aires

I: El extremo opuesto del Arco Iris

Jeremías Gold es mi amigo. Prueba de ello es que aún me reconoce a pesar de los años que lleva internado en el hospicio. La familia lo abandonó allí. Cada tanto lo visito en tributo a un pasado común y regreso con el ánimo alumbrado por su mirada gris que resplandece al verme.
En esta oportunidad, lo hallé preocupado, - Tengo una colección de oro, me dijo al oído con un susurro cómplice. Enseguida sacó de entre sus ropas un cuaderno y ordenó: - Mirá...
Abrí el cuaderno en tanto él escrutaba en todas direcciones. La Quimera del Oro, decía a modo de carátula escrito en letras góticas. "Compro Oro" rezaba un volante pegado en la segunda página y así, en hojas sucesivas, distintos recortes hablaban del tema: "Con gol de oro se definió el ascenso a la C", "Fue apresado un integrante de la mafia del oro", "No a la mina de oro en Esquel", "Bodas de oro con el espéctaculo", "La azul y oro ganó en Colombia", "Libro de Oro de Patoruzú", "¡Con éste negocio te llenas de oro", "Oro 24k, oro 18k, oro bajo, pago más".
Seguían varias páginas en blanco y en el final una foto de él con el epígrafe "el oro" y al lado, separado por una i griega, una del ex presidente Menem con la inscripción "el moro".
Apenas terminé de ver me arrebató el cuaderno y lo escondió entre sus ropas. - Cuando lo complete, se refería al cuaderno, - lo voy a enterrar.
Dudé en contradecirlo pero siguió: - Voy a ir al extremo opuesto del arco iris para que haya oro en los dos extremos. Tragó saliva, respiró hondo y agregó: - Para que nadie camine al pedo de un extremo al otro.
Se incorporó, me palmeó un hombro y me dio un beso en la cabeza. Lo vi alejarse desconfiado, portando su tesoro y concluí que el oro juega con la locura, el oro enloquece a los locos, el oro es cosa de locos.

 

II: El Oro nazi


En los comienzos del nuevo milenio, la banca suiza informó al mundo que parte de la fortuna nazi se hallaba en sus bóvedas. Allí dormían, fundidos en lingotes, el oro de una alianza, la funda de una muela, la caja de un reloj de pulsera e innumerables pequeños objetos que homogeneizaban sus historias inconclusas por el horror. La hipócrita neutralidad de los negocios quedaba en evidencia.
En el siglo anterior, cuando la democracia "posible" renacía en Argentina después de un grotesco de nazismo criollo, yo frecuentaba el Bar  Baviera, en Villa Adelina. Quedaba en el paso obligado hacia la estación y luego del trabajo me sentaba a beber un café.
En las paredes, surcadas por mapas de humedad, se entrelazaban banderas argentinas con alemanas. En esos tiempos, alimentada por best-sellers como El Archivo de Odessa y otros escritos menos conocidos, el oro nazi era una leyenda urbana.
En el bar se reunían ex combatientes alemanes de la Segunda Guarra. Sentados en distintas mesas, algunos con sus mujeres, bebían tan duro como la guerra.
Los combates individuales, fogoneados por el alcohol, disparaban cataratas de gritos en la jerigonza tajante del idioma alemán. Yo no entendía nada. Confieso que, la primera vez, me asusté. Como vi al mozo sonreir, lo llamé y le pregunté qué sucedía. El mozo era el hijo del dueño, un alemán que asistía impávido a los debates. Me contó que un grupo perteneció al acorazado Admiral Graf Spee, hundido por su capitán Hans Langsdorff en la Batalla del Río de la Plata, luego de desembarcar a toda la tripulación. Lo hundió para impedir que los aliados estudiaran la nave, concluyó el mozo. Otro grupo perteneció a la tripulación de un submarino nazi rendido en el puerto de Mar del Plata tras la caída de Berlín, y algunos otros sólo habían sido simples soldados. Discutían quién había sido más o menos valiente, cuarenta años después de los hechos.
Día a día bebían y bebían hasta instalar la misma polémica. Buscaban lo imposible a través de lo inútil que resultaba colocar el pasado en el lugar del futuro. Pensé que, suceda lo que suceda, estemos donde estemos, nunca salimos de nuestras sensaciones.
En una de las discusiones más acaloradas que presencié, el mozo me tradujo que acusaban a los tripulantes del submarino de no haber presentado batalla porque habían descargado el oro del Tercer Reich en la costa cercana a Camarones, provincia de Chubut. El acusador sostenía que no sólo conocía esto: sabía dónde se hallaba escondido el oro. El hombre había sido jefe de máquinas del Graf Spee y siempre estaba acompañado por su mujer. Los acusados se mofaban entre sorbos de cerveza.
Una mañana, alteré mi rutina y entré en el bar. La pareja acusadora se hallaba sola en una mesa. Me saludaron y me animé: ¿hoy no hay discusiones? - Por la tarde, me contestó el hombre arrastrando las erres. Bajé el tono de voz para preguntar: ¿es cierto lo del oro?
Señaló una silla y me senté con ellos. Las caras abotagadas y rojas, la mirada encendida en el gesto adusto y unos pocos cabellos hirsutos de un rubio ceniciento, le daban al viejo un aspecto mefistofélico. Ella, la mirada vacía y celeste recorrida por el silencio. Plutón y Proserpina devaluados, bebían gin con cerveza a las diez de la mañana y se aprestaban a develarme un secreto:
- En el año 1946 desaparecieron más de quinientos idiotas en todo el país ¡averíguelo! ordenó como un úkase. Continuó: - Fue mi amigo Cristhofer, los compraba o los secuestraba, no había controles en aquel territorio.
El sol desbordaba el friso de la ventana y Proserpina, ausente, se encogió en la silla. Plutón agregó: - Los usó para transportar y esconder el oro, bien al oeste, en las afueras de un pueblo... dudó, - ¿cómo se llamaba? le preguntó a la mujer.
Ella sacudió la cabeza varias veces como tomando envión para responder, y contestó con un tartamudeo: - es... EEE... Esquel.
- ¡Ahí! Ja, ja, ja. rió con el acierto y agregó: - sólo yo se dónde.
Ahora los tres mirábamos cualquier cosa, hasta que él me sonrió y dijo: - Se viene el cuarto Reich.
Yo me encogí de hombros, los saludé y me fuí. En la calle pensé: puede ser, después de todo, el oro amplía la existencia de la verdad.

(en el `próximo número de Artesanías publicaremos el texto final)

10 comentarios:

  1. Querido narrador, a pesar que, todo lo que brilla no es oro, el efluvio de él deslumbra en este nuevo relato que me deja famélico y ansioso por leer su final.

    Celmiro Koryto

    ResponderEliminar
  2. Todo un tema , el oro en la historia de la humanidad. Relato fluido , magistralmente narrado, como siempre, por este autor. Mi afecto.
    amelia

    ResponderEliminar
  3. Se me ocurrió abrir un paréntesis, dejar un capítulo final navegando entre la impaciencia de los lectores y darles la sorpresa final dentro de diez días, hasta el 19 de abril, en que aparecerá ARTESANÍAS. La pluma de Trinelli nos preparó un final de fiesta aurífero... Tengamos paciencia y llegará la recompensa...
    Andrés

    ResponderEliminar
  4. Oh! El oro! Oh! Arturo Trinelli, pluma dorada e ideas auríferas! Qué esta mina nunca se seque!

    ResponderEliminar
  5. Varias cosas querido amigo: Cristina Bajo,una reconocida escritora cordobesa me dijo una vez, los dos primeros renglones de una narrativa tienen que ser el anzuelo para interesar al lector. Y a mí el inicio del texto me encantó, tiene una parte emotiva, la del amigo, del abandono en un hospicio que ya me genera ansiedad por saber más. Y que encima uses el misterio de lo que él tiene guardado en su cuaderno, me pareció un buen recurso.
    Mencionar nuevamente el Bar Baviera, "oficina" de Trinelli y a la vez incluir en el texto información real incrementa el valor del escrito. En Córdoba, más precisamente en Villa General Belgrano se instalaron muchos de los marinos del Graf Spee, entonces la historia se me hace más interesante todavía. Espero acordarme de leer la segunda parte de esta narrativa. Ahora que el sistema de la revista es otro, aunque los textos sean largos, no hay problemas....usted me avisa don Trinelli.
    Y repito Trinelli, no solo te quiero como persona, tu narrativa me puede desde aquel día en Bialet Massé, donde tu narrativa "osada" despabiló a muchos de los que escuchábamos. Un abrazo

    Lily Chavez

    ResponderEliminar
  6. Este Trinelli se las trae, siempre su narrativa es interesante y uno como lector puede disfrutar sinceramente. Los temas son como historias de vida , con continuidad, como en los trabajos que he leído.
    Yo también espero que no se me pase la segunda entrega.

    Pedro Altamirano

    ResponderEliminar
  7. El oro guarda muchas historias de encandilamientos y explotaciones además de servir de inspiración a otras tantas, pero me encantó esta narración. Los fans de Trinelli tendríamos que organizar un tour para conocer ese famoso bar Baviera, si todavía existe.Y a Lily , siempre con su palabra estimulante, le digo que acá en Mar del Plata también tuvimos marinos del Graf Spee y aquí se instalaron.
    Gracias
    Cristina

    ResponderEliminar
  8. Cómo me gusta seguir el hilo a tu narrativa, las descripciones que muestran como una foto y coincido con Lily, esa atracción del amigo en el hospicio ya se te prende, luego la trama que nos tiene pendiente, no decae en ningún momento.
    Y... Bueno, habrá que esperar el final, así será mayor el suepenso. Un abrazo,Trinelli.
    Betty Badaui

    ResponderEliminar
  9. Dejé un mensaje hace dos días pero no aparece, así que insisto.
    Que sigan esas historias de vida tan bien contadas que las podemos sentir e involucrarnos con ellas.
    Parece que a muchos acá nos gustaría sentarnos un rato en el Bar Baviera. Muchas gracias
    Cristina

    ResponderEliminar
  10. Artesanías es una revista literaria y cultural, no un divertimento semanal, un pasatiempo: con Arturo Trinelli acordamos que los cuentos, cortos o largos, son una de las expresiones literarias con más posibilidades de concentrar los temas que, para la novela, necesitan doscientas, trescientas o mil páginas, no acortan la narrativa, y los cuentos son la expresión concentrada que no siempre pueden reducirse. Hay cuentos breves, microcuentos y...EL PERSEGUIDOR, de Julio Cortázar, o los cuentos de Onetti, o los de Felisberto Hernández, o El Jorobadito de Arlt, o los cuentos de Saer...
    Andrés

    ResponderEliminar