ILDA MISTRALETTI
Revelación
Revelación
El día, lento de luz, asoma entre las picudas cortaderas. Llueve. Grandes gotas caen sobre el pequeño pueblo. El agua también se escurre entre las cañas que sirven de techos a las angostas galerías de las casas. Gotas pesadas resbalan por las descascaradas paredes. El agua todo lo limpia; hasta deja al descubierto el alma de las piedras.
Sobre el recuesto de la calle sólo se ve una huella en el fango. Un niño camina trabajosamente. El río ensancha su cintura de llanto; el niño reduce su caudal de pena. A él le gusta la lluvia. Le gusta mucho... Camina en dirección al río. Se sienta en la arena todavía tibia.
El agua fresca plancha aún más sus cabellos lacios y enfría su cuerpo escuálido. Da un capirotazo a un jején que se empeña en molestarlo. Mira el horizonte, al otro lado del río, tras una cortina de agua. Le gusta el río, confidente de sus sueños.
De pronto, oye un rumor sordo entre la enramada. Voltea. Ve un yacaré deslizarse , primero en el barro, luego en el agua. No se asusta. Espera un momento y se desplaza sigilosamente al lugar donde salió el animal.
.¡Allí están! ¡Son preciosos! - grita.
Despliega dos bolsas de arpillera que trae bajo el brazo. En una acomoda los huevos del yacaré. Dobla la tela, y al vital envoltorio lo introduce suavemente por la abertura de la otra.
Emprende el regreso. Las gotas caen ralas, ahora.
En el recodo del camino aparece don juan Forrer, alemán el hombre, rubicundo de ojos claros y de andar muy pausado.
-¡Dónde vas, Rengo, con este tiempo'-dice.
-Vengo, vengo -contesta el niño.
( A lo lejos se oye ladrar un perro. La lluvia merma. El sol espía tibio entre el desparramo rápido de las nubes.)
- ¡ Se puede saber de dónde vienes? ¿ qué traes en esa bolsa?
El niño sonríe y contesta:
- Son huevos de yacaré.
Don Juan, riendo, dice:
-¡ Acaso piensas comerlos!
- ¡ Oh, no! ¡ Por favor! Se los llevo a mi amigo, él sabe qué hacer con ellos.
-¡ Bah!- dice el viejo, rascándose una oreja y pasando la mano por su incipiente barba.
- ¿Por qué no dejan tranquilos a esos bichos? ¡Caramba!
- Escuche- argumenta el niño- éstos están a punto de romperse. ¿Oye?- y estirando su mano le acerca el huevo al oído del viejo.
-¡Escuche! ¡ Escuche ese ruidito! Es el "Coco", está murmurando; si los dejo aquí se mueren, seguro que se mueren. Se los comen los caranchos, las ciguëñas y qué se yo, hay tantos bichos - sigue explicando - ¡ Y son tan pequeños cuando nacen! Don Alejandro tiene una incubadora, después que nacen los deja crecer un poco y ¡zás! al agua.
- Bah! Pamplinas -contesta, intentando encender un cigarrillo-. Lo que pasa es que la gente odia a las palometas y cuida al yacaré con la única idea de que terminen con ellas. Pero es mentira, ¡mentira!- dice el viejo, refunfuñando- ¡ Qué tanto amor a los yacarés, Rengo! Piensa, piensa un poco, ¿ por qué crees que te falta medio pie? Por favor, Rengo,acaba de hablar tonterías.
Don Juan sigue su camino como si nada.
Pero al Rengo, que todavía no cumplió oho años, las palabras de aquel hombre no le suenan crueles; sólo incomprensibles. A él siempre le dijeron el Rengo, el hijo dela Juana , no conoce otro nombre.
Tiene una idea vaga, que una vez el río tuvo agua coor sangre y que su madre ese día lloró mucho.
de "La espera"
Corresponsal Susana Zazzetti
Sobre el recuesto de la calle sólo se ve una huella en el fango. Un niño camina trabajosamente. El río ensancha su cintura de llanto; el niño reduce su caudal de pena. A él le gusta la lluvia. Le gusta mucho... Camina en dirección al río. Se sienta en la arena todavía tibia.
El agua fresca plancha aún más sus cabellos lacios y enfría su cuerpo escuálido. Da un capirotazo a un jején que se empeña en molestarlo. Mira el horizonte, al otro lado del río, tras una cortina de agua. Le gusta el río, confidente de sus sueños.
De pronto, oye un rumor sordo entre la enramada. Voltea. Ve un yacaré deslizarse , primero en el barro, luego en el agua. No se asusta. Espera un momento y se desplaza sigilosamente al lugar donde salió el animal.
.¡Allí están! ¡Son preciosos! - grita.
Despliega dos bolsas de arpillera que trae bajo el brazo. En una acomoda los huevos del yacaré. Dobla la tela, y al vital envoltorio lo introduce suavemente por la abertura de la otra.
Emprende el regreso. Las gotas caen ralas, ahora.
En el recodo del camino aparece don juan Forrer, alemán el hombre, rubicundo de ojos claros y de andar muy pausado.
-¡Dónde vas, Rengo, con este tiempo'-dice.
-Vengo, vengo -contesta el niño.
( A lo lejos se oye ladrar un perro. La lluvia merma. El sol espía tibio entre el desparramo rápido de las nubes.)
- ¡ Se puede saber de dónde vienes? ¿ qué traes en esa bolsa?
El niño sonríe y contesta:
- Son huevos de yacaré.
Don Juan, riendo, dice:
-¡ Acaso piensas comerlos!
- ¡ Oh, no! ¡ Por favor! Se los llevo a mi amigo, él sabe qué hacer con ellos.
-¡ Bah!- dice el viejo, rascándose una oreja y pasando la mano por su incipiente barba.
- ¿Por qué no dejan tranquilos a esos bichos? ¡Caramba!
- Escuche- argumenta el niño- éstos están a punto de romperse. ¿Oye?- y estirando su mano le acerca el huevo al oído del viejo.
-¡Escuche! ¡ Escuche ese ruidito! Es el "Coco", está murmurando; si los dejo aquí se mueren, seguro que se mueren. Se los comen los caranchos, las ciguëñas y qué se yo, hay tantos bichos - sigue explicando - ¡ Y son tan pequeños cuando nacen! Don Alejandro tiene una incubadora, después que nacen los deja crecer un poco y ¡zás! al agua.
- Bah! Pamplinas -contesta, intentando encender un cigarrillo-. Lo que pasa es que la gente odia a las palometas y cuida al yacaré con la única idea de que terminen con ellas. Pero es mentira, ¡mentira!- dice el viejo, refunfuñando- ¡ Qué tanto amor a los yacarés, Rengo! Piensa, piensa un poco, ¿ por qué crees que te falta medio pie? Por favor, Rengo,acaba de hablar tonterías.
Don Juan sigue su camino como si nada.
Pero al Rengo, que todavía no cumplió oho años, las palabras de aquel hombre no le suenan crueles; sólo incomprensibles. A él siempre le dijeron el Rengo, el hijo de
Tiene una idea vaga, que una vez el río tuvo agua coor sangre y que su madre ese día lloró mucho.
de "La espera"
Corresponsal Susana Zazzetti
Que bien escrito por todos los cielos de palabras!
ResponderEliminarAbrazos azules
Un cuento breve en el que el lenguaje cotidiano y el final sugerido hacen de este texto una obra de merecimiento.
ResponderEliminarAndrés
Hermoso ambiente descriptivo en sus detalles se palpa toda la naturaleza y lo natural de lo humano. Final muy conseguido.
ResponderEliminarCelmiro Koryto
El niño: un ejemplo de valor humano y solidaridad para los adultos. muy bueno. Gladys
ResponderEliminarBuenísimo. Norma Evaristti.
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