lunes, 9 de abril de 2012

Ester Mann




Todo tiene un límite                 


Vivían en una linda casita: un coqueto dormitorio y la cocina-comedor, muy arregladitos. Las cortinas con flores rosas y azules y el jarrón de crisantemos sobre la mesa revelaban las manos femeninas. El jardín era minúsculo, pero estaba bien cuidado. Ordenados canteros de flores, hierbas aromáticas y algunos frutales daban una impresión de orden y limpieza. La paz se respiraba en el aire de la mañana...   

 La tenía harta. Todo en ella le molestaba: cómo revolvía el café, dale que te dale, en amplios circulos que amenazaban hacer desbordar la taza; los golpes que daba al cerrar las puertas de la alacena; los cajones de los cubiertos, y la puerta del baño que siempre dejaba abiertos. Nunca reponía el azucar o el café cuando los tarros se vaciaban. Siempre se acordaba qué faltaba en la casa después que ella terminaba de hacer las compras. Nunca guardaba la ropa limpia en su lugar (podía estar una semana sobre la mesa del comedor). Pero el televisor la volvía loca: siempre sintonizado en estúpidos programas humorísticos, de esos que tienen las risas grabadas, y que, además, ni miraba.
Su eterno resfrío, que colmaba la casa de restos de papel higiénico, la fastidiaba hasta la locura, y su desodorante le producía alergia.
Había días en que no podía soportar la rabia, entonces se vestía y salía a la calle. Caminar la calmaba y cuando volvía estaba más tranquila por algunas horas.
Pero después que la espalda la obligó a guardar cama durante diez largos días, ya no soportaba más... Intentó algunos trucos, sin resultado. La semana anterior le metió cinco pildoritas de tranquilizante en el café. Sólo consiguó escucharla roncar durante toda la tarde.

Ahora debía tomar una determinación. Separarse era imposible, las pequeñas asignaciones mensuales que recibían lo convertía en un sueño.
Pero Eva estaba sana, era fuerte y no se iba a morir así no más. Era como si hubieran hecho una apuesta a ver quén de las dos duraba más.
Volvió de la calle y enseguida notó que faltaba su lámpara de vitrage. En su lugar había un armatoste de bronce con forma de ánfora griega. Eva estaba sentada frente al televisor a todo volumen. La llamó pero no la escuchó. Tomó el jarrón en la mano y se acercó a ella. La interpeló una vez más.
Se dio vuelta y mirándola con sus ojos de vaca le respondió:
- Hizo un corto circuito y la tiré a la basura...
No vaciló, el ánfora le partió la cabeza limpiamente, como si hubiera sido una sandía. Cuando llegó la policía, ella todavía se estaba riendo. -¡Te gané, Eva, te gané!

“A los 75 años asesina a su hermana mayor: “Me quería ganar”, declaró (Crónica completa en página 5)
Ester Mann

8 comentarios:

  1. Ester ¡Como decir que es perfectito. Hermoso en toda su crueldad proyectada, predeterminada y elaborada. Como tu cuento, elaborado con justeza muy propia de tu literatura. JUSTEZA Y PROPIEDAD. Muy lindo. Gracias, Ester.
    Sonia

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  2. La tensión del relato prepara el clima para un mal final, con el mérito de la brevedad el retrato de las protagonistas surge nítido, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  3. ¡Que buen relato! Como si no pasara nada y zás, el/la asesina mata. Están pasando en Argentina un caso de un asesino que primero vióló salió de prisiòn y se casó con la violada. Luego la mató de tantísimass puñaladas. Lo que dice luego es: "La volvería a matar". No importa su discurso de justificacionesun asesino es un asesino (Aunque esto sea una perogrullada).
    Me dejaste fria como siempre el asesino deja, frìa/o. Felicitaciones Esther.
    Gra Ur
    Gra Ur

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  4. Por el disparador de una noticia real, la autora pone a su servicio la imaginación y describe una relación ajada, decaída,crispada. . . que termina en fatalidad y con una expresión patética:" Te gané , te gané. . ."
    Excelente, Ester.
    MARITA RAGOZZA

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  5. Partir la cabeza como una sandía, imposible no imaginarla estallando y pedazos rojos esparcidos por allí. Acostumbrada a tus relatos cortos, imaginaba un rotundo e impresionante final mientras leía la primera parte. No pude dejar de pensar en la descripción del jardincito inicial, tan escondedor de lo que se venía. Breve, descriptivo y los personajes tratados con rigor y certeza. Me impresionó. Un abrazo Ester. marta comelli

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  6. Hay una edad donde la mínima palabra puede desencadenar la tormenta entre el afán de superarse una a otra y ese deterioro en años de convivencia. Los personajes de las hermanas están calcados de la vida y se definen con agilidad y elocuencia.
    Me pareció un relato muy acorde a tu estilo pero donde se perfila la mena de los mínimos detalles que hacen a un relato importante.

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  7. Ay Nurit! Primero me dije , es la casa de Susanita . Luego todo el horror de la cotidianidad en un estilo estrictamente realista.
    Es verdad lo que dice Gra Ur , es increíble lo que está pasando en el mundo.
    Muy bueno nurit. muy bueno . Abrazo.
    amelia

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  8. Qué bueno, ese comienzo con cortinas floreadas y coqueto dormitorio, y el final sorpresivo y trágico; es breve y atrayente, no decae en ninguna parte del relato. Un abrazo, Ester.
    Betty Badaui

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