viernes, 20 de abril de 2012



Barrio de Sarria en Barcelona 


Sonia Figueras

y “esa cosa”

Cosa. Cosa. Vocablo tan objetado por los que bien escriben. No puedo reemplazarlo por ente, entidad, ser, elemento, objeto, asunto, cuestión, tema, esencia. Tiene que ser, cosa. Fue esa cosa la que tuve ya de muy chica. Una cosa acompañada de sensaciones.
En la Escuela Normal  Nº 7 era una más a no ser por el deporte en el que me destacaba, la copa de voley, la de pelota al cesto, “1 2 3 1 como el 7 no hay ninguno”, y era feliz. La barra de los cinco años que entonces pasaron lentos y hoy tan efímeros. La barra, el grupo cuyas caras no olvido, Edith S, Rita E, Esther G, Martha T. y yo.
Después vino la Facultad. Me pasó igual. Era nadie. Pero estaban Ruth S. y Berta M.
En el Hospital fue diferente, era útil. Estaban mi jefa Sara E, Reneé B. y Sarita W. Pero “la cosa” rondaba el aire.
Siguieron cursos disímiles, el arte, la plástica, la cosmética, la estética, la jardinería. Presente en toda actividad el denominador común y no me daba cuenta. Al cumplir casi 50 años de egresada de la Escuela Normal me uní al grupo de ex alumnas y entrando en al comisión hice migas con quien aún es mi amiga, Diana B.
¿Cuál era el común que utilizaba en la elección de las compañeras o amigas? ¿Qué motivaba mi empatía en la adopción? Después, cuando los años negros, a la otra, a ella no la elegí. Ella vino a mí. Deborah se me acercó una tarde lluviosa para decirme que tenía la
cartera abierta y me traería complicaciones. Se lo agradecí y ella hizo un mohín tan femenino, tan dulce, que me quedó grabado.
La encontré tiempo más tarde. Era la misma y no. La invité a un café en plena calle Corrientes, en La Paz. Un minuto, dijo. Miró hacia todos lados y me pidió la disculpara, debía encontrarse con su mamá. Dudé de su veracidad. Presentí que no quería presentaciones. No me dio opción alguna. Quedé disimulada mirando la calle. Pasaron por mi lado decepcionándome y saqué un pucho y me quedé pensando. Una mano tocó mi hombro y una rubia mujer, cincuentona, crespa, ojiazules, clavó los suyos en los míos. ¿Usted es la amiga de Clari? Le sonreí con un ademán para un café. Se disculpó. Hoy no. Hoy no. ¿Podríamos tomar un café otro día? Tan extraño todo. Y sí, cómo no. Será un placer. Mi nombre es Sofía, usted es…   la mamá de Clari.
Volví el día que fijamos. Esperé hasta el cansancio. La rubia ojiazul no vino. Pasó el tiempo como pasa siempre.
La beca que conseguí en la Facultad me llevó a  Barcelona, premio por destacarme en pintura y me volvía loca por conocer el museo de Dalí e intentar llegar a Madrid para recorrer el del Prado.
En una noche de tascas en Barcelona la encontré. ¡Era Clara!  Más mujer, pelo corto, muy señora. No la había olvidado. Y la encuentro lejos. Maravillosos los giros de la vida. Entre una que otra copa supe.. De sus ideales, sus dolores, vejaciones y el reconocer bajo la
capucha insalvable a quienes todavía están vivos y a la espera. Yo no dejo de pensar que esperan.
                   Nos despedimos con la promesa de un reencuentro.
Por la mañana me senté en un banco de una plaza del barrio de Sarria. Se abrió el cielo de Barcelona con Edith, Rita, Esther, Ruth, Berta, René, Sara, Déborah y esta Clari. Y descubrí “la cosa”.
Todas eran judías. ..y esa cosa de tener siempre amigas judías a mi lado. Ese furor que me atacaba ante el antisemitismo, como hoy con la portación de cara oscura, que me lleva al porqué de la búsqueda del origen de mis ancestros, hija de porteños, con mi apellido paterno catalán, céltico y probablemente judío. Buscar…buscar…
       Ahí estaba “la cosa “.■

4 comentarios:

  1. Y esa "cosa" estuvo y seguramente estará en muchas sensibilidades, fantasías o intuición de realidades desconocidas u ocultas voluntariamente en alguna rama del árbol genealógico. Mi padre era español y siempre había algún misterio, algún silencio. No llegué a ninguna conclusión pero me vino muy bien leer Los Muertos mandan de Vicente Blasco Ibañez. En algún lugar de la novela dice algo así como: el español que no proviene de judíos, viene de moros y lo peor de todo es que si no son esos sus ancestros, entonces es probable que descienda de frailes.
    Fue un impacto. Quedé en la duda : si no desciendo de judíos, bueno, de moros también está bien. Me gustó el relato
    Cristina

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  2. Hermoso e inquietante relato, Sonia, la "cosa", siempre impregnada po

    Hermoso e inquietante relato, Sonia, "LA COSA", por tu interés en la vida, en los derechos humanos y por tu compromiso constante, gracias por escribir y mantener la memoria. Viviana

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  3. Esa " cosa " es nuestra identidad y nuestra pertenencia que nos llevará a tomar posiciones ante la vida. Duele, muchas veces.
    Un cuento que llega a lo más íntimo.
    Felicitaciones, Sonia.
    MARITA RAGOZZA

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  4. Pienso, que la Cosa es la búsqueda de identidad...ese algo que no nos conforma, que nos obliga que no nos cierra.
    Lo interesante es el periplo que el relato hace y que nos hace compartir lo intimo de la autora.
    Muy bueno

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