Crítica de ‘Midnight in Paris’: agradable y ligera comedia romántica con sabor al Woody Allen de siempre
Hace tiempo que Nueva York dejó de ser el escenario exclusivo de las historias de Woody Allen, aunque eso no quita que vuelva a él reiteradamente y que siga siendo ese su lugar predilecto (a fin de cuentas, nació allí).
En los últimos años, el director ha puesto la mirada en Europa, y si en ‘Scoop’ viajó a Londres y en ‘Vicky Cristina Barcelona’ a Barcelona (como su ¿título? bien indica), esta vez con ‘Midnight in Paris’ le ha tocado el turno a ‘la ciudad de las luces’, es decir, París, a la que Allen regresa tras ‘Todos dicen I Love You’.
A la capital francesa llegan Gil (Owen Wilson), un escritor norteamericano algo bohemio; su novia y prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta. Mientras hacen un poco de turismo, Gil se siente cada vez más desplazado.
El encuentro con un viejo amigo de Inez le hace sentirse inferior, su suegro lo menosprecia constantemente y sin ningún tipo de pudor e incluso su propia futura esposa parece ignorarlo e infravalorarlo.
Para colmo de males, Gil está algo desencantado con su primera novela. Sin embargo, todo esto queda de alguna forma compensando gracias a la magia de París. Una magia que en esta ocasión, se sentirá más viva que nunca…
Harto de escribir guiones para Hollywood, Gil decide ponerse manos a la obra con su primera novela y convertirse, de una vez por todas, en el escritor serio que antaño aspiró a ser.
Su novia Inez le apoya y le aprecia tanto como persona como en su faceta de escritor, aunque en el fondo espera que la comodidad y estabilidad que les ofrece su trabajo como guionista siga siendo su principal dedicación y fuente de ingresos.
Al viajar a París acompañando a sus suegros por motivos de trabajo (él es un empresario conservador que ha venido a cerrar un importante negocio), despiertan en Gil viejos sueños y sensaciones.
Adora París y siempre ha querido vivir en esta ciudad, una idea que insta a considerar a Inez cara a un futuro, cuando ya estén casados. Y es que Gil no sólo tiene la firme convicción de que aquí podrá terminar su novela sino de que es el sitio ideal para desarrollarse como escritor.
Por supuesto, ni ella ni sus padres contemplan esa posibilidad, y las dudas sobre lo que él verdaderamente quiere y lo que los demás quieren para ellos empiezan a surgir.
Además, esas diferencias se incrementan o, mejor dicho, se hacen más evidentes cuando aparece en escena Paul, un viejo amigo y amor platónico de Inez; un intelectual presuntuoso y sabiondo al que Gil no soporta. Precisamente con él pasa la mayor del tiempo Inez, mientras que Paul intenta pulir su novela o vaga por las calles de París soñando con la década de 1920.
Y es en uno de sus paseos nocturnos cuando ocurre un hecho insólito. A media noche, y como por arte de magia, Gil viaja atrás en el tiempo, en algún lugar del barrio Latino, y allí conoce a sus admirados escritores, Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald; y a artistas como Dalí y Picasso, entre otros.
Cada noche, Gil vive un sueño hecho ¿realidad? Disfruta de tan buena compañía mientras se plantea no sólo su profesión sino también su relación con Inez.
Allen utiliza este viaje al pasado como terapia para su protagonista, un escritor en plena crisis profesional y personal (personaje habitual en la filmografía del director).
Gil necesita huir de la realidad y refugiarse en un mundo en el que sentirse cómodo, seguro, confiado… Y qué mejor que el París de la década de los 20, una época en la que hubiera deseado vivir compartiendo ideas y charlas con Hemingway, por ejemplo.
Allí se codea con grandes escritores y artistas de la época. No se siente ni desplazado ni rechazado, e incluso utiliza estos encuentros para pulir su novela.
Pero en este viaje al pasado no sólo existe una mejoría personal a nivel intelectual sino también a nivel emocional, pues llega a establecer una relación especial con Adriana (Marion Cotillard), una aspirante a diseñadora de moda que, como él, sueña con un pasado mejor.
Sin embargo, uno no puede vivir eternamente en el pasado y tarde o temprano Gil deberá afrontar el presente tal cual es, con lo bueno y lo malo.
De esta forma, y como iremos viendo en el transcurso de la película, estos viajes en el tiempo servirán para sacar a relucir la moraleja de la historia que Allen nos está contando.
Y todo ello convirtiendo su último trabajo en una carta de amor a París. Un París que el director muestra de la forma más idílica/platónica posible, como si de un anuncio para una agencia de viajes se tratara.
Todo muy mágico, muy romántico, muy… artificial. Un París de postalcon el que más de un espectador quedará encandilado deseando, a la salida del cine, ir corriendo a comprar un billete de avión directo a la capital francesa.
Peloteo (o no) a parte, hay que destacar esos momentos del París de los años 20 y cómo Allen construye dicha fábula sin necesidad de darle una explicación lógica. Es más, hacia el final se permite el lujo de rizar el rizo con una última mofa.
Pero como ya es costumbre, lo mejor siguen siendo los ácidos diálogos marca de casa, muchos de los cuales tiene que ver con el pedante (y odioso) personaje interpretado por Michael Sheen.
Muy curioso resulta también algún que otro cameo como el de Adrien Brody, aunque lo más destacado es toda esa trupe de artistazos de principios del siglo XX que Allen aglutina en cada viajecito de Gil; algunos más conocidos y/o reconocibles que otros. Con ellos como protagonistas, me quedo (por aquello de ser la referencia más cinéfila -y jocosa- de toda la película) con el momento en el que Gil sugiere una idea Buñuel.
En líneas generales, ‘Medianoche en París’ es una agradable y ligera comedia romántica con sabor al Woody Allen de siempre, para bien y para mal.
Para bien porque da lo que cualquier seguidor del director estará esperando; mal porque no ofrece prácticamente nada novedoso y sigue encallada en los personajes y traumas de siempre. Allen no cuenta nada nuevo, y puede que algunos no se lo exijan.
Sin embargo, ese relajamiento, esa sensación a trabajo rutinario o incluso a encargo turístico, hacen pensar que quizás el propio Allen debería exigirse más a sí mismo y, más importante aún, tomarse más tiempo para hacer sus guiones y no ir a película por año.
Es evidente que Allen ya no tiene nada que demostrarnos, y con buena parte de esa filmografía que tiene a sus espaldas ya se ha ganado el cielo.
Y muy mal tiene que hacerlo para que lo critiquen (su estatus de intocable es cada día más palpable) o no le aplaudan en festivales como Cannes, pero obras como ‘Medianoche en París’, tan simpática e inofensiva como intrascendente y olvidable, suenan a acomodamiento.
Tengo urgencia por ver esta película que no fue bien recibida por la crítica especializada. Los actores prometen, el entorno en París fascina, los personajes que trae Allen también cautivan.
ResponderEliminarLa última película que vi de Allen fue " Vicki Cristina Barcelona " con un mayúsculo elenco , la cual me aburrió y desilusionó. Pero también Match Point fue desmerecida y yo le encontré su encanto.
MARITA RAGOZZA