miércoles, 4 de junio de 2014

Ester Mann


TERCERA EDAD

Vivo en una sociedad, en un país y en una época en que se idolatra a la juventud, a la juventud que trabaja, gana y consume, sí, consume. En las propagandas de la televisión emplean a viejos para recomendar médicos, seguros, hogares para la tercera edad (¿cuál será la cuarta, la de los pañales o la de la tumba?) o artículos que demostraron su bondad a lo largo de decenios, porque se acepta que los viejos son rectos, no mienten, si ellos lo dicen así será.  Nadie piensa en que un hombre mentiroso se convertirá con los años en un viejo mentiroso, que una mujer tramposa seguirá siendolo también a los 90 años.
Este prólogo viene a cuento porque hace un tiempo una chica muy mona me chocó el auto por detrás,  en una calle en la que no había ningún otro vehículo.  ¿no estaba atenta al guiño de mi coche que indicaba que iba a doblar? ¿No sabía el significado del guiño? ¿Estaba hablando por teléfono? No lo sé. Pero de la nada aparecieron dos testigos entrados en años, 50 o más, tipos que pasaban por la calle y que aseguraban que ella no era culpable.  Aunque la ley es clara con respecto a estos casos, pues se debe guardar distancia del vehículo que va adelante, ellos trataron de convencerme de que no me convenía exigir una reparación. ¿Porqué? ¿qué iban a obtener al ponerse de su lado? ¡¡¡nada!!!! Solo que era más agradable apoyar a una mujer linda y joven y ganar su sonrisa que discutir con ella y apoyarme a mi, una vulgar vieja que seguramente ya ni sabe manejar un auto….
La indignación que experimenté venía de lejos y nada tuvo que ver con ese incidente: en definitiva yo tenía razón y la niña tuvo que pagar el arreglo. Mi rabia por la deslealtad de esos dos desconocidos que no volví a ver,  surge en fantasías de venganza incluso en mis sueños.

Tengo muchos ejemplos de la injusticia que se comete a diario: cuando voy a comprar algo y sin respetar mi lugar en la cola,  atienden primero a las mujeres jóvenes, siento deseos de abofetear al vendedor.
En el consultorio médico he observado con frecuencia que si un joven acompaña a su abuelo, tío o padre, el profesional se dirije al joven, como si el viejo, que es el que se presentó a la consulta, fuera mudo, tonto o no existiera.
También me saca de quicio cuando por ejemplo en la plaza  me trepo al tobogán para ayudar a mi nieto, o corro con él para jugar, las madres jóvenes me miran admiradas y suelen expresar su asombro con un: "Qué bien!" O sea: para ellas yo ya estoy fuera de circulación, no puedo hacer gimnasia, correr, treparme o sentarme en el suelo. Debo tejer y quedarme quietita en mi silla de ruedas pizpeando de reojo la telenovela…
Muchos dirán que no es más que envidia; y tal vez tengan razón. Pero por lo menos en el nivel consciente no añoro mis 30 o 40 años. Tuve mis satisfacciones y ahora tengo otras, tuve mis tristezas y ahora  las angustias asumen otra vestidura.

Tal vez esto haya ocurrido siempre y no sea una novedad, aunque  lo es para mí porque llegué a esa edad en que uno desaparece, no existe, no tiene voz ni intereses ni capacidades.  Al fin y al cabo nunca fui de las que se callan y por eso, siendo toda mi vida una mujer metereta y cargosa, me he convertido ahora en una vieja insoportable…

                         Ester Mann

6 comentarios:

  1. "asumen otra vestidura." Tu lo has dicho!

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  2. Una problemática seria has planteado Nurit. La Guerra del Cerdo ( Así era el titulo?) deja de ser fantasía , gracias por pintar tan fielmente la realidad. Abrazo.

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  3. Esther, muy buenos los comentarios, dichos como al pasar, acerca de las tortuosas relaciones que tendemos hacia aquello que rechazamos; en el fondo, los más jóvenes, temblamos de terror pensando en la vejez porque el consumismo decidió arrumbar a la gente mayor que al ser reflexiva, les arruina el mercadito. Ellos necesitan adolescentes inconscientes que actúen por reflejos y así los atiborran de chucherías. Es verdad todo cuando has dicho. La juventud gana por los ojos y somo seres visuales. Eso del médico (soy médico) es estrictamente cierto. Trataré de no volver a caer en ese error aunque todos los pacientes de la "tercera edad" que tengo son absolutamente simpáticos y ya me tienen comprado el cariño hace tiempo. Un beso enorme, gracias por publicar mi trabajo.

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  4. Tontos los habrá a cualquier edad y no todo viejo se acuerda de cuando fue joven quizá un secreto sea el de conservar una discreta rebeldía. Lo que es maravilloso es como siempre Ester con sus agudas observaciones consigue movilizarnos, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  5. Ester: gracias por este texto de rebeldía generacional, me uno a sus filas, no hay que dejarse llevar ¡aún vivimos!. De todas maneras hay que entender que hoy día se vive más tiempo y se está notando un espacio franco para nuestra ubicación. Tendremos que hacernos valer.
    Roberto

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  6. '' Al fin y al cabo nunca fui de las que se callan y por eso, siendo toda mi vida una mujer metereta y cargosa, me he convertido ahora en una vieja insoportable…'' me copio Ester, es tan real lo que contas, con una mamá de 89 años me pasan con ella y ya comenzaron a pasar conmigo, muchas de las menciones resumidas.
    Sobrevivir en sociedades donde sólo los jóvenes brillan, y la experiencia se desconoce es dura tarea. Gracias Ester. un abrazo. marta comelli

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