lunes, 1 de abril de 2013

Ester Mann






¡HOMBRES!...

Estaba con mi amigo en el bar. Hablando con propiedad no es un amigo, sólo un compañero de trabajo: compañía de seguros, horas sentados frente a la máquina viendo cifras, cuando salimos los ojos tiemblan, desenfocados.
Como decía estábamos en el bar de la esquina del trabajo, serían las siete, siete y media, algo así. De repente el polaco (así lo llamábamos y aunque solo su tatarabuelo lo era, el apellido seguía siendo difícil) me señaló a dos chicas sentadas bien atrás y tomando bebidas sin alcohol y me dijo "cómo están esas minitas, para bajarles la caña!!". Las chicas en serio eran muy lindas, vestían polleras cortitas que dejaban ver el comienzo de las medias negras  resaltando bajo el fondo blanco de sus largas piernas. Los escotes generosos me sugerían blusas del ropero de sus mamás… Se nos hizo agua la boca, y aunque yo no soy  así, es decir le soy fiel a mi mujer,  reconozco que eran muy atractivas.
Tampoco el polaco era así, pero le gustaba farolear y para un hombre, farolear es hacerse pasar por conquistador. Cuánto más éxito con las mujeres, más hombre…Y aunque el polaco era más bien feo, flaco raquítico, dientes de conejo y hombritos de adolescente, le gustaba intentar y sobre todo tomar la iniciativa.
Reinaldo, que era buen mozo y aunque no tenía interés ellas se le pegaban como moscas,  era feminista militante y declarado.Cosa que le traía no pocos problemas: los compañeros de trabajo lo volvían  loco y  cuando hablaban de mujeres, exageraban los calificativos usando los apropiados para  bombones o caballos.
En fin, contaba lo del bar. Nosotros, dos cuarentones casados y con hijas mujeres, mirando a las hermosas chicas, frescas, jóvenes, que veian todo con esa expresión de "a mi no me puede pasar nada malo". Vestidas como si buscaran hombres –pensamiento típico de la mente masculina, pero seguramente jugando a la mujer fatal. Yo tengo una hija de diez años, y ya puedo imaginarla dentro de algún tiempo vistiéndose así cuando ni yo ni la madre la veamos y queriendo salir a la calle a ver qué pasa, calibrando la fuerza de su femineidad.

Cuando el polaco se quiso acercar ("solo para charlar", me dijo), yo me puse en guardia, me conozco y por eso conozco a los demás miembros de mi género. Charlita de aquí, flirteo de allí y terminamos invitándolas a un guiski. "Pero, flaco –le contesté- podrían ser nuestras hijas". El flaco me miró con esa expresión ofendida que sabe poner, como cuando le dicen que se pasó las últimas dos horas hablando por teléfono y no adelantó el laburo, y me contestó: "no seas aguafiestas, boludo, solo me voy a imaginar por media hora que tengo otra vez veinte pirulos…"

Me callé, pero para mis adentros pensé que en cuanto se pase de la raya lo pongo en su lugar y me las pico. Recordé los rumores que corrían en la oficina sobre su viaje a Thailanda con el gerente –el polaco consiguió el paquete a buen precio-. Turismo sexual, se comentaba. Nunca lo confirmé pero no me extrañaría….

Nos acercamos a las chicas, empezamos a charlar sobre el tiempo –si, total ellas eran fresquitas y sin experiencia- y cuando me quise acordar el polaco ya les estaba preguntando si tenían novio. Y aunque era obvio que eran menores, el cretino les ofrecio un cóctel, que por suerte no aceptaron.

Por dentro yo me sentía como un cruzado, pero sentado allí junto a mi detestado compañero –había entre nosotros una vieja historia de lapiceras que ahora no viene al caso- nadie podría haber notado diferencias entre nosotros. Él seductor, yo presunto defensor, pero claro, eso no se veía…  
Después de pedir las bebidas: cerveza para nosotros, refrescos para las niñas y una picadita, el polaco las invitó al cine, termina a las diez, dijo, después las acompañamos a casa. Yo puse cara de protestar y el desgraciado me pegó una patada en el tobillo que me dejó mudo.
Las chicas rieron, pidieron unos bocaditos que fueron en realidad una docena de mixtos de miga y después te con unas masas. A esta altura yo le había aclarado al polaco que no tenía un mango. El se mufó pero se la tuvo que aguantar.
Después de las masas, el polaco pagó y nos levantamos para ir al cine. Yo siempre en calidad de observador y defensor de menores llegado el caso.
Las chicas se fueron al baño y bueno, parece que la juventud, que creció mientras yo me convertía en cuarentón, es más viva de lo que yo creía. Si, todavía las estamos esperando: había otra salida... Y en cuanto al polaco, desde entonces vuelve al boliche todas las tardes para ver si las pesca.

Y yo me pregunto, ¿porqué se siente estafado? ¿Qué pensó? ¿Supuso en algún momento que yo lo iba a acompañar? Incluso se lo pregunté a él exhibiendo una sonrisa más bien sardónica; el bruto no me contestó, se enfureció, me agarró la única lapicera que tengo en el escritorio y se fue a charlar con el gerente. 

  

6 comentarios:

  1. En fin, ante tanto machismo miitante era hora de que la falsa hombría sea puesta en el altar del ridículo. Bravo, Ester, nos hacías falta a nosotras tu "hombres!".
    Mally (de Gedera)

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  2. El humor usado como herramienta en el relato desnuda la falta de ubicación del Polaco y la pasividad del compañero como siempre la autora logra ser amena y ofrece una grata lectura, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  3. El uso del humor, de la ironía, así como la calidez y la ternura, son una mezcla exquisita en tu escritura Ester. Felicitaciones

    Lily Chavez

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  4. MUy bueno este relato. Muestra en lenguaje corriente que el hombre no ha perdido su afán de conquista fácil; que se las sabe todas, pero, a veces, no todas. A no engañarse!!!!!!!! Las chicas, por suerte, bien avispadas. Ellas, no se engañaron y aprocecharon de la ingenuidad de su ocasionales conquistadores. Felicitaciones. Ángeles

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  5. Hola Ester, despejando la sonrisa, para pensar bien el texto. Me encantaron tanto lenguaje como contenido. Machistas en fin los muchachos cuarentones estafados, haciendo gala de sus estrategias sin conocer el avance con que los jóvenes hoy que se nos adelantan en la vida a paso acelerado e inteligente, buen lenguaje insisto, texto adecuado a los personajes, y risa, hoy nos reimos de estos dos hombres, ellos lo harán sobre nosotras en su momento. Felicitaciones. marta comelli.

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  6. ¡Ay los hombres! A decir verdad " algunos ( y bastantes " hombres no se pueden desprender del absurdo machismo que acosa y lo muestran absurdo y muchas veces patético.
    ¡Qué tema, Ester ! Logras con sobriedad desenmascarar esa inmadurez peligrosa a través del espejo exacto de tus letras.
    Excelente. Felicitaciones y cariños.
    MARITA RAGOZZA

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