lunes, 1 de abril de 2013

Sonia Figueras




SUERTE

La palabra suerte es una de las primeras que conoce de pequeño. “Qué suerte tiene este niño, tan lindo, blanquito y gordo, come bien, ¿no? Con nueve meses camina, qué suerte”. Y la incorpora a su vida. Dionisito tiene suerte. Así dijeron.
Detenta la suerte de haber nacido en una familia acomodada, habitar una casa lujosa, tener padres que lo quieren y miman, hermanas para quienes es un chiche más entre la inmensa cantidad de juguetes que disfrutan. Crece único varón en medio de hermanas y primas. ¡Todas mujeres! dice orondo constantemente. Desde niño veranea en la quinta La Mare, propiedad de los abuelos.
 Ya adolescente, en vacaciones, son continuas las fiestas de disfraces, disputado por las chicas para bailar con él o imaginar en secreto la idea de ser la preferida o la noviecita. Pasea en la berlina ataviada de flores por esas niñas ricas vestidas de encajes y moños para los carnavales, mientras, Dionisio alterna el año con la escuela secundaria y esos veraneos en la quinta, por lo que sus compañeros le hablan también de su suerte en gozar de vacaciones. Suerte también arguyen al recibirse de contador y trabajar en la empresa familiar. Incursiona en el deporte, y sus éxitos con medallas le confieren la exclamación repetida por años, ¡qué suerte tiene este hombre!.
A él le cabe argumentar que su vida cuenta con sucesos afortunados y otros desafortunados. Con eso trata de dar por terminado el tema de esa suerte que se le adjudica desde cualquier ámbito.
 Comienza a declinar su suerte acostumbrada, con el matrimonio que no coincide con ésa, su suerte. Aburrido y sin salidas que le importaran se, hace amigo de un empleado llamado Rolando Conte en la empresa, y Rolo de entrecasa. Empieza a frecuentarlo. La  primera salida es una copa en un boliche. Dionisio no sabe de boliches.
Cafés, restoranes, confiterías, sí. Boliches, no. Le gusta la compañía  de este amigo y acepta su invitación de ir a bailar.
- Mirá que sos suertudo, Dionisio. Mis amigas Margarita y Estela quieren ir a la academia y no tengo quien me haga gamba.                                                                                                                                    
-  ¿Gamba? ¿Academia? ¿cuál?  pregunta Dionisio.
-  Me olvido que sos un fifí. No conocés nada. Sos medio abacanado, ¿eh?
- Abacanado no, Rolo. Me asombra lo de gamba y te pregunto qué Academia. Me hablás raro. En la oficina no conversás así. Gambas sé que se les dice a las piernas, Por Academia, no sé a qué te referís.
- Un bailongo, pibe Y gambas… se dice que son gamba, cuando te hacen compañía. ¡Mirá que sos un iniciado! Vamos a ir a un bailongo que ni te imaginás. Es un lugar medio canyengue, pero te va a gustar. Por lo menos como novedad. Vos no estás al tanto de la noche de Buenos Aires.
Y así fue. Se reúnen con las dos mujeres en Corrientes y Reconquista. Dionisio se encuentra medio estúpido, fuera de lugar y bastante desubicado. Es evidente que no sabe cómo salir del paso. Pero sale. Guarda silencio. Y el asunto le gusta.
Deja pasar quince días y retoma las salidas que se hacen quincenales, con la mirada reprobatoria de su mujer que no cree los pretextos  elaborados para cada salida.
El caso es que el fifí de Dionisio se va convirtiendo en un calavera que se banca batifondos y lunfardo.
Se enamora de Margarita. Todos en el bailongo empiezan a considerarlo suertudo, porque dicen, Margarita es una chirusita de diez y pensamos que le caés bien.
Se enamora de tal manera que su vida toma otro cariz. A veces se pregunta dónde estuvo metido que no descubrió la magia con que lo atrapa el tango. Ese milagro del dos por cuatro que lo emociona.
Se va separando de su mujer hasta la definición en un divorcio, aunque continúa en la empresa, con la aceptación y presencia permanente de su padre que sabe cómo entenderlo. Dionisio puede contarle el placer que siente cuando baila con Margarita y cuánto  la ama. Le confiesa que es una muy buena muchacha, distinguida por su gracia, hermosura, excelente compañera de baile y que la ama profundamente.
La noche en que en la academia de San Telmo apareció en la tanguería un chamuyeta, personaje nuevo, comienza a cambiar la suerte de Dionisio. El individuo cabecea a Margarita, cosa a lo que ella se hace la distraída. Se considera la mujer de Dionisio. El taita, porque lo era, se le va encima a Dionisio que no lo ve venir.
De ahí, la cana.
.- Confesá te digo. Es la voz imperiosa de un cana. Un cachiporrazo y queda adentro hasta que aparece su padre.
 Sale de la comisaría, magullado, lastimado en el cuerpo y el honor.                                                                                                                                      
Se pregunta si para defender su amor, debe ser a fuerza de golpes. El amor que ya tiene por Margarita, le da un valor que jamás pensó que pudiera tener.
 Pasaje Chávez. Voy bien, dijo. Zona de conventillo. No hay un alma, se dice Dionisio. Camina con pasos que le suenan extraños. Invierno crudo. Le arden las mejillas por el frío. Es como si todo el invierno le pasara por dentro.
 Voy bien, repite. Este es el barrio. No creo equivocarme
 Un tipo en la esquina, contra un farol, un ejemplar delgado como junco flexible de pajonal, lo mira desde lejos, al final de la calle. Es el chamuyeta del bailongo, con su pantalón ceñido que tornea sus piernas medio chuecas y su parada petulante. El sombrero de ala tapa la cara al esquive del tiempo y la vida.


Fisgoneo desde la esquina de enfrente. Soplón experimentado, espío. Digamos que como al descuido. No sé bien qué me llevó hasta allí. Serán las ganas de escribir este cuento.
Diviso bigotes, las caras, no. Imposible desde la distancia. Me atrapan estas situaciones misteriosas. Si son en noches sin luna, me embaucan.
 En esas noches, veo árboles de formas inimaginables, sombras que escapan de las paredes, volutas de humo que acaparan el espacio. Personajes que son sólo míos y forman parte de las noches de mi insomnio y de mis cuentos..
Dionisio calcula el trecho hasta el final de la calle de reojo, y lo cala bien calado. El otro le echa un vistazo con mirada sobradora. Al novato le da inquietud… y toma coraje. Ahora o nunca, se dice, mientras entra en el cuerpo del otro la faca como céfiro, la que aprendió a llevar consigo.
Un cuerpo que cae, otro que queda inmóvil, faca en mano y ropa ensangrentada.
Vocinglería, corridas, ruido de persianas se abren, cierran y se hace mutismo total.
 Con la sirena viene el móvil policial. Un concierto disparatado. Uniformados que vienen y van. Órdenes y contraórdenes. Papeleos. Documentos. Tironeos. Manos atrás. Esposas en las muñecas. Cabeza gacha.
 Entre en el coche…
Ese día se le termina el tarro, la suerte, al suertudo de Dionisio Peñalba.
      Me voy silbando bajito.


      “Suerte” obtuvo Mención de Honor en el VIII Certamen de Cuento “El lunfardo”, en  el “Centro Cultural del Tango Zona Norte” – 15 / 12 / 2012

4 comentarios:

  1. Gracias, Ester, porque este cuento lunfardesco esté en Artesanías. Pero soy Sonia, no Silvia. No tendría importancia...empiezan con S.
    Sonia Figueras

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  2. Me gusta mucho no solo la historia, pero la capacidad de la autora por mantener un lenguaje coherente al personaje, una habilidad que no todos los escritores tienen/nemos, eso agrega, trabajo, esfuerzo y logro. Felicitaciones. marta comelli

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  3. Sonia: Me encantó!!!...el lunfardo de dos por cuatro!! Abrazo!!!

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  4. Historia popular, orillera, suburbana que logra captar la autora con talento y filosofía a partir de la engañosa palabra " suerte".
    Gráfico en toda su estructura.
    Felicitaciones y saludos.
    MARITA RAGOZZA

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