viernes, 14 de junio de 2013

Marta Comelli

Marta Comelli






CORONA DE AVIÓN

Hundidas en el barrunto mar las barcazas son sospecha de definitiva pérdida, sus navegantes seres traslúcidos de mar adentro, ahora lejanos a la costa, hurgan con manos y cañas ese inmenso suelo marino que la marea dejó libre a sus delirios de  pesca irrefrenable. Cargan cangrejos y otras especies de mar,  de todas las maneras posibles en las barcas multicolores y se movilizan hombres y mujeres, como animales transparentes  atravesados por el sol. Ellos esperan el agua después del fruto para desenterrar sus barcas y volver a la costa, al mercado, al hogar.
En la otra orilla se divisa una figura de mujer alta y cristalina, tan azul como las aguas de este mar que se acerca, se aleja y moja sus pies y vuelve a su interior blanquecino, espumoso. Y se acerca, se aleja y moja nuestros pies  y vuelve, retrocede y vuelve. El mar juega con la isla. La isla espera. La isla  despojada, incierta de tiempos.

Mientras, en el centro de su pequeñez, ella mantiene su cuerpo solitario y erguido por obra de las mareas que  la arrasarán  cuando la hora llegue. Allí, solitarios y maravillados por ambas imágenes una de cada lado de nuestro increíble espacio terrenal, saboteamos peces de colores, abrazamos estrellas de mar y pisoteamos su suelo blanco, arena harinosa,  polvo para pieles sensibles. Habrá un momento en el que el agua suba y desaparecerá  debajo de nuestros pies. Se erguirán las barcas y sus felices pescadores, cantando desconocidas canciones  encantadoras de cangrejos, langostas, tal vez alguna sirena y regresarán con el agua empujándolos a sus costas reales, nosotros con el compromiso de unos navegantes conocidos por su irregularidad horaria, apenas nos sostendremos sobre un resto del islote cuando ellos arriben en nuestra búsqueda.
Cercanos a la costa aún podemos disfrutar del hundimiento definitivo por hoy, de la isla, igual el sol y desde la precaria barca,  las traslúcidas imágenes de los guerreros del pan, en una costa y en la otra la transparente luminosidad de un cuerpo de mujer, tan débil como incierto a medida que la distancia se acorta. Es posible imaginar, desaparecerá del escenario cuando pisemos  arenas nuevamente.
Ayudados a bajar insistimos en ver la ’Corona de Avión’ hundiéndose en el mar, pero  él ya ha cumplido con su tarea diaria de alojarla en su interior hasta mañana. Al volvernos vemos alejarse  una silueta inigualablemente azul, aleteando un pañuelo como si fuera un ala.  El día cierra un circuito natural indescriptible y con certeza no en un todo apreciable al ojo humano.                                                                            

Marta Comelli

8 comentarios:

  1. Hermoso relato, bastan tus palabras, Marta, no necesito agregar las mías. Uno de los placeres de la vida ver la "corona de avión" hundiéndose en el mar.

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  2. Bellamente narrado. Y duele el hombre que mutila criaturas, y se apodera de las maravillosas posesiones marinas, avasalladas por el solo hecho de la ambicion sin escrupulos.

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  3. Bella estampa describe la autora, desafiando los límites entre pintura y escritura.
    Confieso que no he podido encontrar qué es " corona de avión ".
    La escena es develada casi en forma impresionista.
    Felicitaciones, Marta, y saludos.
    MARITA RAGOZZA

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  4. Felicitaciones Marta Comelli...impresionante relato!!!

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  5. Gracias a todos, Marita, Corona de Avión es una isla brasilera, a la altura de Recife, que aparece y desaparece con las mareas, bajas, altas, en cuanto al trabajo del hombre, recolección manual de cangrejos y otros, son los que quedan expuestos y sobre un terreno barroso cuando el agua se retira. Trabajo de pescador pero en circunstancias diferentes a las habituales. Todo el conjunto observado así suena mágico a la mirada. atte. marta.

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  6. Gracias a la aclaración de Marta a Marita (me escudé en un silencio vergonzoso) capté el relato y confieso que disfruté de la belleza de la escritura de Marta Comelli: sus textos no pueden faltar en ningún número de esta revista; no es un 'úkase' sino un modesto pedido.
    andrés

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  7. Graaaacias, Marta. claro que cuando lo buscaba me encontraba siempre con Recife, y yo total ignorancia.
    Más hermoso ahora. Has captado este milagro con toda su fascinación.
    MARITA

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  8. Buscaré las fotos y las enviaré a Ester, para que disponga, recuerdo que algunas eran de una belleza impactante.marta

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