El indómito
corazón de 'El gran Meaulnes', de Alain-Fournier
Una mañana de verano de 1905, un joven pasea a orillas de Sena.
De pronto ve a una mujer que le llama poderosamente la atención. Esa mujer era
la belleza personificada. El joven se le acerca e intenta, si no cortejarla sí
saber todo lo que pudiera sobre ella. La bella mujer sólo le contesta que se
llama Yvonne Quièurecourt. Y así como apareció, desapareció, en un abrir y
cerrar de ojos. El joven se llama Henri Alban Fournier. Tiene diecinueve años. Pero nosotros
lo conoceremos siempre como Alain-Fournier, el autor de El gran Meaulnes.
Cuando leí esta novela por primera vez, todavía no se sabía
dónde estaba enterrado su autor. Se sabía que había muerto en 1914 a los veintisiete años,
en Les Éparges, muy cerca de Verdún, en acción de guerra. Al año
siguiente de publicar su única novela. Recién en 1991 se descubrió su cuerpo
enterrado en una fosa común alemana. Además de su consagrada novela (que dicho
sea de paso se publicó el mismo año que “Las
cuevas del vaticano, de André Gide yPor el camino de Swan, de Marcel Proust), Alain-Fournier
dejó una novela inacabada, textos poéticos y un importante epistolario, entre
el que se encuentra el que mantuvo con el escritor Jacques Rivière, cuñado suyo
dado que estaba casado con su hermana Isabelle, a la que dedica “El gran Meaulnes.
Debo decir, antes que nada, que comparto absolutamente con el
escritor francés Frédéric Beigbeder la extrañeza que le causa las
similitudes entre El gran Gatzby y El gran Meaulnes. No solamente el
título, que no deja de ser bastante notoria, sino también el uso de un narrador
fascinado por el protagonista empeñado en un amor imposible. Con buen criterio
Beigbeder se pregunta si Scott Fitzgerald no habría leído antes de
escribir su novela a Alain-Fournier. El relato falsamente autobiográfico de su
narrador es en el fondo una especie de elegía a la pérdida de la pureza
esencial, que decía un crítico argentino en los años setenta. Me interesa
ahondar en otra idea de Beigbeder: dice el autor de “13,99 euros, que El
gran Meaulnes es un
canto al amor unilateral. Y que en cuanto el amor se hace correspondido, se
convierte en una lata. Yo pienso lo mismo, aunque con un matiz. Es verdad que
amar, al fin y al cabo, es amar el amor del otro. Sobre todo eso. Comprobar que
somos amados, para decirlo brutalmente, “nos pone”. Sentimos saciada nuestra
enfermedad egocentrista. Pero Meaulnes ama como se ama en los sueños. Por ello
tiene la novela de Alain-Fournier ese aire de encantamiento casi surrealista.
De encuentro y desencuentro doliente y a la vez mágico.
El gran Meaulnes es una novela de
iniciación. Se convoca en sus páginas el amor absoluto, no solamente en la
persona de su heroína Yvonne de Galais, sino en todas las Yvonne que le depare
su desconocido destino aventurero. La obsesión del amor como motor vital, como
ebriedad de la carne y el espíritu. Se le rinde tributo incluso cuando muere,
porque fue un día algo palpitante a lo que se le guardará infinita memoria.
Alain-Fournier plasmó en su libro inmortal una alegoría de la experiencia
amorosa. Recabó en sus recuerdos de adolescencia, la materia de su límpida y
tenue trama. Trasladó su experiencia provinciana y lo hizo dibujando todos sus
perfiles y aristas: la tierra, el color de las estaciones, la fiebre del
verano, los diminutos ruidos de la noche y su silencio. Al amparo del
simbolismo fin-de-siècle, Alain-Fournier no transige con el realismo. Y
sin embargo escribe una novela de aventuras, aunque en el fondo sea en realidad
una novela de aventuras espirituales. Agustín Meaulnes terminará encontrando lo
que durante toda su adolescencia buscó desesperadamente. Una vez alcanzado lo
que parecía imposible para él, se nutre de nuevos deberes de su corazón
indómito. Partirá de nuevo hacia nuevas aventuras. Las heridas y el
éxtasis de nuevas búsquedas que arrastrará consigo y así hasta el fin de sus
días. Fantasía y realidad a partes iguales, El gran Meaulnes les parece a algunos estudiosos, no
sin razón, la novela más lírica de Truman Capote, Otros
voces, otros ámbitos. ■
No he leído la novela. Debo buscarla. Los amores imposibles siempre se conservan porque nunca se han tenido.Creo que hay una versión fílmica del año 1967 y otra más reciente.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA
Un caso para la policía literaria. No leí la novela, no conocía a Fournier, gracias Artesanías, Carlos Arturo Trinelli
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