domingo, 18 de noviembre de 2012

CINE: Asesinando, que es gerundio



Grandiosa 'Sightseers', de Ben Wheatley y decepcionante 'The lords of Salem', de Rob Zombie en el Festival de Sitges


Empezaba el día muy fuerte en Sitges con la grandiosa Sightseers, de Ben Wheatley. El director británico, un señor de culto gracias a su perturbadora The kill list ha vuelto demostrar que está preparado para lidiar con cualquier género, incluyendo la comedia (negrísima, eso sí) que a muchos se les resiste. Si en The kill list Wheatley se acercaba muchísimo a Polanski, especialmente en esos últimos veinte minutos de sublimación total del terror que degeneran en un final terrible (por bueno), en Sightseers uno puede encontrar trazos de los hermanos Coen o de Alexander Mackendrick aunque en el fondo de la trama subyazca una huella absolutamente personal. La película cuenta la historia de una mujer aplastada por una madre dominante que de repente ve una ruta de escape en los brazos de un señor con pinta de oso que se la lleva de vacaciones. Lamentablemente el oso es más bien un chacal y el costumbrismo de un viaje con vistas a la campiña inglesa acaba convirtiéndose en una masacre a lo The honeymoon killers.
Lo original del filme y la parte más memorable es la sequedad absoluta (la tatareada flema británica) con la que los dos amantes se dan al asesinato y el pragmatismo que parece guiar sus acciones hasta que la improvisación lo complica todo. Un perro, el señor maleducado, el moralista, los excursionistas profesionales o un tipo que corría por allí: todos ellos acaban embadurnando un fresco imposible, tan racional en su desarrollo que al final el espectador acaba por preguntarse si en realidad todos aquellas víctimas no serán merecedores de su (fatal) destino. La batuta de Wheatley, capaz de combinar una cámara impecablemente discreta y con momentos de gran belleza (algunos planos parecen pertenecer a algún tipo de epopeya romántica) con unos diálogos deliciosos es de lo mejor que se ha podido ver en este festival desde que empezó su andadura hace ya cinco días: divertida, brillante y brutal, esperemos que Sightseers sea la película que marque el final de la sequía a la que se ha sometido al director, que a día de hoy sigue sin haber encontrado distribución para ninguna de sus obras en nuestro país.
La otra protagonista del día era The lords of Salem, la última y esperada película de Rob Zombie. El señor Zombie es uno de esos personajes amados por los aficionados al cine de género y sus méritos son muchos y variados: desde que en 2003 estrenará La casa de los mil cadáveres,el director (y músico) ha conseguido que se vuelva a hablar del "espíritu” del cine de terror y se ha lucido en filmes como Los renegados del diablo o los reebots de Halloween demostrando que puede ser un director excelente y que conoce –a la perfección- los dimes y diretes del género. Por eso la sala presentaba una entrada excelente tratándose de un lunes laborable y las expectativas del respetable estaban por los aires. Así, los primeros pasos del filme confirmaban la reputación de Zombie como un gran creador de atmósferas enfermizas y prometían una película contundente, en la línea de sus anteriores trabajos.
Lamentablemente (el gozo en un pozo) a la media hora de The lords of Salem, y viendo la –inexistente-progresión dramática, la acumulación de tópicos (ojo, no homenajes o tributos, tópicos) y las carencias del reparto el patio de butacas ya empezó a oler a chamusquina. La señora Zombie (Sheri Moon) cuya expresividad es comparable a la de un taburete es incapaz de conducir la trama así que decide –ni corta ni perezosa- arrastrarla. Eso sí, cuenta con la ayuda de dos indocumentados de campeonato para perpetrar su misión encarnados en un barbudo enamorado (¿?) y un locutor de color con la credibilidad de un político. El trío, apuntalado por personajes de medio pelo a lo largo de todo el metraje, incluyendo a un Satán en miniatura, consiguen que una película con estupendos hallazgos visuales acabe hablando de la nada utilizando a un montón de don-nadies.
Esos planos de una puerta que se repiten una y otra vez (efecto dramático cero; recurso narrativo cero), el –pedestre- asesinato de uno de los protagonistas -un historiador que más bien parece un concursante de Gran Hermano- a sartenazo limpio, la visualización del mal (de la excelencia de las criaturas de bata blanca al delirio de la pobre Dee Wallace o Meg Foster, de brujas de medio pelo). Todo en la película parece el trabajo de un hombre cansado en pleno ataque kitsch que necesita añadir al final una voz en off para que nos explique qué demonios ha pasado. Eso por no hablar de la pésima dirección de actores (ese ridículo programa de radio con sus ridículos invitados) y del nulo interés de Zombie por mantener la tensión, concentrado en las vicisitudes del personaje que interpreta su mujer. Por cierto, la película va de las brujas de Salem que un buen día deciden volver y lo hacen grabando un disco. Suena a cachondeo pero no lo es.
Al final abucheos y aplausos, cabreos y elogios y discusiones encendidas tal y como corresponde a un certamen donde el público lo es todo. Alguien debería habérselo explicado al señor y a la señora Zombie. ■

2 comentarios:

  1. Estas críticas nos nutren de novedades y sirven en parte para estar alertas sea para verlas o no a las películas mencionadas, C.A.T.

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  2. El cine es un arte (el séptimo), y hace a la cultura. Los programas de cine en Europa, en USA o en América Latina no son similares: hay películas que son exhibidas un año más tarde o directamente no conocen, Pero es interesante conocer las novedades que se ven en las pantallas.

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