viernes, 30 de noviembre de 2012

Ana Guillot





Nació en Buenos Aires en 1953. Es profesora en Letras (egresada de la Universidad Católica Argentina) y ha ejercido la docencia secundaria y universitaria (en dicha Universidad y en el Colegio Santo Tomás de Aquino, dependiente la misma, como profesora y coordinadora de área). Junto a Graciela Caprarulo (y con la colaboración de Belén Ancizar y Florencia Abadi) coordina, desde hace más  de quince años el Taller de la Siesta, que cuenta en la actualidad con un promedio de sesenta alumnos y que está integrado por grupos de escritura y lectura, y grupos sólo de lectura y análisis de textos.  También ha conducido el programa radial Dos Palabras, que estuvo en el aire alrededor de seis años, y fue emitido por FM  San Isidro Labrador, FM Palermo y, finalmente, por AM  Radio de la Ciudad.

20

Digo finalmente que yo también
he visto
mi cuerpo adocenado

digo que he estado viéndome
en los pasos exiguos de los otros
y que he menguado el alma
(como ellos)
para evitar

Y tan abajo
tan inocente la risa
sin embargo

De: Mientras duerme el inocente

 envoltura extasiada
la piel
alentando la insistente feroz
depredación

adentro
órganos como racimos
filamentos vibrátiles

en dónde / luego
la tensión trinitaria
nos habita


************

¿el viaje es esto entonces

un peligro in situ
una estampida
el estertor en la garganta
y el aliento que
se detiene
algo
por descubrir

(esa cadencia
cierta luminosidad)

esta cárcel de huesos?-digo

********

micciones y excrementos
interiores
anidando indeseados

flujos y sangre
esperma
y este dolor
(adónde)

desechos que intentamos
excluir
(y adónde)
en el cerebro

la mala digestión
de la memoria

De: Los posibles espacios


 Mujer 2

la baba de ese beso
la saliva en la espalda
en la vagina
la yerma lascitud
de haberse equivocado
de hombre
los corpiños al borde
de la cama
las enaguas que retienen la seda
no hay canto primoroso
no hay gemido grito rasguño gutural
espasmo
no hay nada
hay la pared y su humedad
como un augurio
el olor hueco de sus crines
sobre el desaguadero
ella tensa las manos
en el hierro
se sujeta de la cabecera
él empuja la queja más dolida
ella hace silencio
los corpiños al borde de la cama
una ladera montañosa
la roca de por medio
haberse equivocado de hombre
el hueco de las crines
no hay roce caricia extremaunción
no hay nada de nada
se encoge frugal ella
él avanza las crines y el quejido
taladra la madera del abdomen
los músculos más tiesos
se agigantan
las noches
pesadillas del aire la baba en los pezones
nada de nada
en el vejamen sólido
en el entretejido de las mantas
ella reza para que pase pronto
él oscila las crines
la masa de su cuerpo
no hay más techo no hay sigilo
no hay ternura
no hay nada de nada
ni acaso rebelión
habría
él se come la zarza en ese grito
ella detiene el rezo
él bosteza
ella gira en la cama
el pueblo es un espectro
una calavera amenazante

De: La orilla familiar (inéditos)
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