Pensando en voz alta
Hace
muy bien pensar en voz alta. Las ideas parecen más nuestras cuando las
verbalizamos. Mis charlas con las perritas, aún en la calle, me iniciaron en el gusto de hablar sola con
la seguridad de no parecer loca. Tampoco es una extravagancia porque con
frecuencia hablamos con gente que no escucha y todo parece una escena del
teatro del absurdo. También hablamos solos.
Las
perritas parecen contentas. Me miran ingenuas pero con atención y parecen
entender que tengo la deferencia de renovarles siempre el temario para que no
se aburran.
Me
pareció que podría interesarles a ustedes también algunos de los relatos que he
ido elaborando en mis paseos con Rumba y Salsa.
Una buena elección
A
los noventa años decidió no continuar y para ello, mágica, como siempre, le
hizo al tiempo una señal para que
retroceda y sólo se detenga en algunos pasajes.
Lo logró. Repite los momentos
felices de su vida tantas veces como quiere o queda detenida en algún instante
lejano. A veces cree que está juntando
sus juguetes para ir a la playa con sus padres, después se prueba
un suntuoso vestido de noche .Siempre sirve la mesa sin olvidar a
ninguno de sus hijos, ni a su marido que
aunque tarda, ella asegura que vendrá. Nos recibe con cortesía y siempre nos comenta lo bellos e inteligentes que son
sus niños y cuanto los ama. Nos pregunta si los conocemos.
Nunca pudo aceptar la muerte de papá ni la
vejez propia y mucho menos la vejez de sus hijos. Un día en que estúpidamente intenté hacerla
recordar, se enojó: -No me tome el pelo, como una vieja y fea como usted va a
ser mi muñequita dorada.
El loco se curó
Mientras
estaba loco de remate, aunque con esfuerzo, lo soporté. Con medicación,
más o menos andaba. Cuando pareció
curado, lo abandoné.
Seguí
los consejos de Edgar Allan Poe cuando decía que si un loco parece
completamente curado, es ya momento de ponerle el chaleco de fuerza.
Mi sensibilidad ecológica
No
todo lo que brilla es oro, se dice, y no todo lo que dicen los amantes de la
naturaleza es creíble. Pasan unos días inolvidables al aire libre con
trajecitos de exploradores, descubren al buen salvaje de Rousseau y lo
fotografían, después se vuelven a encerrar con alcohol, tabaco y marihuana en
sus reductos de la ciudad o vuelven a deambular entre ruidos estridentes y
luces que encandilan.
Me gustarían que no mintieran tanto pero no
los critico. Yo también he fracasado en
mis intentos de vida campestre. Los colores, sabores y sonidos del campo me
energizan durante algunos días pero después empiezo a extrañar los cines, los
teatros, los centros culturales, los restaurantes, las librerías, las reuniones
con amigos, los niños que chirrían como pajaritos en el Jardín de Infantes de
al lado , las calles y sus incontables rostros y expresiones.
Ni
hablar de los cafés. Soy un pájaro urbano y los cafés son mis bebederos como
los charcos lo son para los gorriones , las palomas y los perros callejeros.
Es
cierto que los ruidos de la ciudad a veces aturden pero sufro más peleando
contra los mosquitos, las insolaciones, el roce irritante de las ortigas (por
algo es de la familia de las urticáceas ) y el polvo que cuando el viento
enciende sus motores lo lanza en carrera desenfrenada hasta transformarse en
densa nube asfixiante y marrón.
Cada
vez que me invitan al campo recuerdo a Max Jacob ante una invitación similar:
¿El campo, ese lugar donde los pollos se pasean crudos? Y tenía razón el poeta
y artista francés: El pollo al horno con papas del restaurante de la esquina de
mi casa es mucho más sensual. Y ni hablar de los aromas: pollo que sale del
horno no huele igual que pollo en el gallinero. ■
Mucho humor en estas reflexiones, pero también tristeza por la edad que no perdona. Buen género, Cristina. Muchas gracias.
ResponderEliminarSon tres perlas donde refulge la sabiduría, un poco de humor blanco y también negro, una forma de expresar libertad para conjurar la vejez y la dependencia.
ResponderEliminarTemas comunes que la autora les otorga su brillante visión. Espero, Cristina, que estés un poca loca, para que no te sucede lo de tu cuento.
Leerte, como esta vez, es encontrarse un poco con uno mismo.
Gracias y felicitaciones.
MARITA RAGOZZA
Amenos, escritos con humor y aguda observación no dudo que Rumba y Salsa deseen escuchar más, por mi parte me gustaría seguir leyendo, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarSi eso es la locura del artista, coincido con Poe. Gracias por estas joyitas muy sentidas por nosotros, los que felizmente podemos tener nostalgias y ponernos con total impunidad el "Gorro de Cscabeles" de Pirandello
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